El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, acaba de dar una nueva muestra de su incapacidad para gestionar este país y sus intereses. A él no le importa nada más que, por un lado, lo que se le pasa por la cabeza y, por otro, su estrategia para tratar de conservar el poder a cualquier precio, aunque la factura a pagar sea la ruina de España. Zapatero, como los adolescentes, se empeña en una cosa y la lleva hasta el final con todas sus consecuencias, por mucho que los demás le adviertan de lo equivocado de sus planteamientos. Es lo que acaba de ocurrir con la decisión del Ejecutivo de extender la vida útil de la central nuclear de Santa María de Garoña hasta 2013, cuando el Consejo de Seguridad Nuclear dijo que podía prolongarse hasta 2019.
La elección de la fecha no es gratuita. 2013 es, teóricamente, el año siguiente a las próximas elecciones generales, que Zapatero quiere ganar siendo no sólo el más socialista de entre los socialistas, sino también el más ecologista de entre los ecologistas, enarbolando como bandera electoral que el 5 de julio de ese año Garoña cerrará definitivamente sus puertas, mientras espera que los muchos opositores a esta decisión se hayan olvidado ya de semejante disparate y no se lo tengan en cuenta. Con ello, lo mismo que con la ley del aborto, ZP pretende ganarse el voto de aquellos grupos, como los verdes o los ecologistas, a los que sólo les importa una cuestión y compensar, de esta forma, la sangría de votos que pueden perder los socialistas entre su electorado más moderado como consecuencia de la nefasta gestión de la crisis económica, de una política territorial que ha puesto en peligro el concepto de nación en España y demás asuntos. Y, mientras tanto, pretende ganar tiempo tranquilizando a quienes están en contra de esta decisión, que son muchos: más de la mitad de los españoles, el ex presidente Felipe González y otros destacados políticos socialistas de aquella época, los ingenieros, los habitantes de la comarca donde se asienta Garoña e, incluso, hasta la propia UGT, esa UGT tan bien pagada por el Gobierno y que, en lo demás, le dice "sí a todo" al Ejecutivo. Para ZP lo que cuentan son sus intereses particulares y no los generales del país. El cierre de Garoña es el ejemplo más reciente.
El argumento que ha empleado Sebastián para justificar tan disparatada decisión es poco menos que de chiste. Según el ministro, el cierre de Garoña obedece a que en estos momentos en España hay capacidad de generación de electricidad de sobra. Pues si es así, ¿por qué tenemos que importar energía de Francia? Además, en caso de que fuera cierto el argumento del Gobierno, ese exceso de capacidad sería de naturaleza coyuntural, estaría relacionado con la caída de la actividad económica y del turismo provocada por la crisis. Sin crisis, por tanto, no habría exceso de capacidad alguno y eso es lo que debería haber tenido en cuenta el Gabinete, cosa que no ha hecho porque –como ha dejado bien claro Sebastián, por si acaso alguien no se había enterado– la política energética la decide el Gobierno. Y lo que quiere este Gobierno o, mejor dicho, Zapatero –porque en el Consejo de Ministros se sientan personas contrarias al cierre de Garoña que no se atreven a decirlo por miedo a perder el cargo: ¡ah, cuánto apego a la poltrona ministerial!–, es jugar a un ecologismo ideológico y electoralista trasnochado en el que las energías renovables son algo así como el bálsamo de Fierabrás, que todo lo cura. Esa es la visión de ZP, que no la de los españoles que ya se empiezan a enterar de que un kilowatio hora producido en una central nuclear cuesta sólo 18 euros, mientras que ese mismo kilowatio producido por los dichosos molinillos es, cuando menos, cinco veces más caro. Y si se habla de paneles solares, los precios entonces ya son imposibles. Eso es lo que saben los españoles, lo mismo que, desde hace un año a esta parte el recibo de la luz no hace más que subir, sin que nadie les explique que la causa fundamental de ello no es el petróleo sino las subvenciones a las renovables, y que eso va a implicar, de aquí a un año, que muy probablemente se duplique la factura de la luz. Pero a Zapatero eso le importa muy poco. Él se ha empeñado en que quiere renovables a cualquier precio y en esas estamos.
Con la decisión de Garoña, por último, se ha demostrado hasta qué punto está aislado Zapatero, hasta qué extremos vive alejado de la realidad mientras desarrolla sus fantasías de adolescente de convertirse en el campeón de la izquierda al que la historia va a rendir un tributo sin precedentes y todo el mundo, al final, va a caer rendido ante la grandeza de su talla como estadista. Sin embargo, a mí esto a lo que me recuerda es a la película El hundimiento, no porque considere que Zapatero es Hitler, sino porque se encierra cada vez más en sus propias fantasías, se niega a ver la realidad que le circunda y que afecta a nuestro país y se empeña en sacar sus planes adelante contra todo y contra todos, mientras se considera el más grande de todos, como el personaje de la citada película. Lo dicho, Zapatero contra el mundo.