El economista y profesor Carlos Mulas Granados repitió en El País el lamento narcisista de los socialistas ante las elecciones europeas: si somos tan buenos ¿por qué no nos votan? Fue incluso más allá y preguntó: si la mayoría somos nosotros ¿por qué no ganamos las elecciones? Llegó a la lógicamente misteriosa conclusión de que los socialistas son una mayoría ¡que está en minoría!
Propone el término neoprogresista para repetir los tópicos del intervencionismo de toda la vida, la bobada esa del "mercado sin normas y sin control", en fin, ese intervencionismo tan abnegado y que todo el mundo comparte siempre, salvo al parecer a la hora de votar. ¿Por qué será?
A don Carlos no se le ocurre pensar que igual el pueblo es, en alguna medida y acaso en alguna creciente medida, consciente del nivel de la presión fiscal: él no habla de los impuestos más que para defenderlos y para despotricar contra quienes se oponen: "Reniegan de los tributos quienes no creen en lo público". O sea que es una cuestión de fe. Creer o no creer.
Igual podría pensar el doctor Mulas que lo que caracteriza a lo público no es la fe sino la coacción, y que a determinado nivel de coacción ya deja de tener atractivo el mensaje socialista fundamental, que es: no se preocupe usted, que sólo cobraremos impuestos a los demás, que son una minoría, mientras que usted integra la mayoría a la que vamos a proteger. He ahí quizá la clave: en los demás, porque el socialismo está bien mientras no se acabe el dinero de los demás. Cuando se acabe, y siempre se acaba, entonces irán a por usted, porque no hay socialismo sin usurpación de los bienes y libertades de millones de personas, minorías o mayorías, entre las cuales bien puede estar en algún momento dado usted. Y usted lo sabe.