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Alberto Acereda

Las mata callando

La joya de la corona para Obama es, no obstante, su anhelada reforma de la sanidad, hacerla pública e ir acabando paulatinamente con las aseguradoras privadas.

Si algo cabe elogiar de Barack Obama es su inigualable destreza en el arte de matar moscas ante las cámaras de televisión. Unos días después de su hazaña en directo ante el insecto díptero, el presidente se dispone a seguir en su intento de matar callando la economía norteamericana. La última presentación del presidente de la "reforma" financiera", consistente en dar más poder a la Reserva Federal y a la Casa Blanca para intervenir entidades y mercados, explica por qué seguimos criticando al actual presidente de los Estados Unidos. Obama las mata callando y por eso resulta imposible seguir mudos ante el intento presidencial de acabar con el sistema de organización individual, económica y social que ha caracterizado a Estados Unidos durante más de dos siglos. Obama, estatista y matamoscas, sabe que tiene que aprovechar estos primeros meses de mandato para colar todas sus iniciativas, antes de que la mitad del pueblo norteamericano despierte de la general amnesia.

Hasta las elecciones intermedias de noviembre de 2010, Obama tiene aún margen para aprobar estas "reformas", para intentar apoyarse en las mayorías demócratas del Congreso y para ocuparse de cambiar radicalmente el paisaje político y económico norteamericano. Por eso tras la barbarie intervencionista de "estímulos", "rescates" y otras aberraciones contra el libre mercado, toca ahora incrementar aún más el control de las entidades financieras. Pero la joya de la corona para Obama es, no obstante, su anhelada reforma de la sanidad, hacerla pública e ir acabando paulatinamente con las aseguradoras privadas. La otra joya es la reforma migratoria que Obama planea lanzar en unos meses como vehículo ya consensuado con su partido para reclutar más votos a favor de los demócratas y catapultar así a los republicanos presentándolos falsamente como enemigos de la inmigración y, sobre todo, de los hispanos.

Con todo, hay varios datos que empiezan ya a mostrar cómo un creciente sector de la ciudadanía estadounidense considera que Obama está tomando caminos demasiado peligrosos. Los norteamericanos no son nada dados al gran gobierno y la más reciente encuesta de la agencia Gallup indicaba contundentemente hace sólo unos días que el grupo ideológico más amplio entre los norteamericanos se define sin fisuras como conservador. De igual modo, otras encuestas muestran que pese a la popularidad que Obama mantiene como persona, no ocurre lo mismo con sus políticas y acciones ejecutivas al no alcanzar estas el mismo reconocimiento por parte de la mayoría de la ciudadanía. Según la misma Gallup, el 63% de los estadounidenses está ya insatisfecho con el estado de la nación y el sentimiento del consumidor es negativo en un 57%. Estos mismos días, otras dos encuestas sobre la labor del presidente (las de NBC/WSJ y la de CBS/NYT) confirman el lento pero constante descenso de aprobación popular respecto a la gestión de Obama. Por todo eso y porque nada parece estar funcionando económicamente, Obama anda mosca.

Las proyecciones del IHS Global Insight, uno de los líderes en predicción económica, augura que Estados Unidos (al menos 286 de las 325 áreas metropolitanas cubiertas en su análisis) no saldrán de la crisis y recuperarán los anteriores niveles de empleo hasta, por lo menos, 2012. Otras 112 zonas geográficas no saldrán a flote hasta 2014 o incluso más tarde. Si se piensa que de los 6 millones de empleos perdidos desde que se iniciara la recesión hace año y medio, casi 4 millones de esos puestos de trabajo se han destruido tras la elección de Obama, con cuatro meses seguidos con más de 600.000 parados adicionales por mes y con un horizonte por encima del 10% de desempleo.

En medio de estos datos, el gigantesco plan de "estímulo" de 787.000 millones de dólares está resultando un desastre y hasta el vicepresidente Joe Biden así lo ha dejado entrever cuando este pasado fin de semana, y al hilo del índice del desempleo en Estados Unidos, declaraba que las proyecciones estimadas salieron peores de lo esperado: "Todos nos equivocamos a la hora de valorar el verdadero estado de la economía en el momento de aprobar el plan de estímulo". Obama quita importancia a estas declaraciones, pero Tom Coburn, el senador republicano por Oklahoma, ya se ha encargado de hacer público un informe detallado donde se documentan hasta cien casos de flagrante derroche de dinero público en el plan de "estímulo" de Obama. Entre los casos, vale citar el uso de fondos públicos para un "eco-pasaje" de tortugas en Florida por valor de 3,4 millones de dólares, cheques de "estímulo" económico para más de 10.000 personas muertas ya hace varios años y otros tantos desaguisados de similar factura.

Todo esto ocurre, además, cuando comprobamos que los recientes acontecimientos en Irak y en Irán van dando la razón a la política exterior de George W. Bush (y así lo aceptan ya reconocidos analistas políticos como Thomas L. Friedman o Charles Krauthammer). Pero a Obama hace oídos sordos. Y si alguno se sale del tiesto o plantea problemas, Obama se sacude otra vez las moscas y lo despide saltándose las reglas del Congreso, como ha hecho esta misma semana con el Inspector General de AmeriCorps, Gerald Walpin, por intentar aclarar éste –tal y como es la obligación de su cargo– los turbios manejos con dinero federal de Kevin Johnson, el amiguete personal del presidente. Sin duda, el presidente matamoscas las mata callando pero el zumbido de su mala gestión empieza ya a sentirse demasiado. La cuestión es saber hasta cuándo podrá seguir matando moscas y hasta cuándo se lo permitirán los norteamericanos.

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