El presidente del Gobierno y la caterva de infodeficientes que lo rodean piensan que la solución a todos los problemas del tejido productivo español pasa por una apuesta decidida, unánime, por el I+D, que significando en todo el mundo investigación y desarrollo, en España equivale a decir Inmovilismo + Despilfarro. Inmovilismo por cuanto la gestión de las ayudas a la investigación se realiza con criterios de burocracia. Para acceder a una ayuda, lo fundamental es el peso formal del currículum del investigador principal del proyecto, y no el proyecto en sí. Y despilfarro porque lo básico de un proyecto no es, en modo alguno, el resultado de la investigación, sino muy por el contrario que se pueda justificar que todos los gastos se han realizado conforme a las bases del proyecto concedido.
La gran mayoría de empresas no pueden optar a las partidas presupuestarias destinadas al fomento de la investigación, recayendo las mismas en el pseudofuncionariado universitario. Como decía Thomas Friedman: hay democracias que tienen la suerte de contar con unos dirigentes capaces de convencer a su pueblo de que debe dedicar todas sus energías a las reformas al por menor y, en cambio, hay otras que se pasan años mareando la perdiz sin atreverse a hablar claro a su electorado. No sé si ha estado alguna vez en España, sin embargo, el retrato no puede ser más exacto.
Invocan la innovación como si se tratase del bálsamo de Fierabrás. No se han enterado ni de lo que significa innovar. La innovación implica deslocalización, las mejores empresas subcontratan fuera para ganar, no para menguar. Subcontratan para innovar más deprisa y a menor coste, con el fin de crecer más, de ganar cuota de mercado y de contratar a más especialistas, no para ahorrarse dinero despidiendo a empleados. La innovación exige interacción, nos hallamos en un momento del desarrollo caracterizado por la colaboración entre muchas personas que trabajan en comunidades de gran talento, del mismo modo que en la era de la industrialización la innovación se caracterizó por el ingenio individual.
Cuando nuestros gobernantes hablan de innovación, de fomento de la investigación, de promover un sector productivo capaz de generar un gran valor añadido, sólo pretenden secuestrar un ámbito más de la libertad humana. Han intervenido en los medios de comunicación y acallado a los comunicadores, han comprado el arte y amordazado a los artistas, el librepensador es ya un sujeto peligroso por impredecible; ahora van a por la ciencia. Determinarán a base de subvenciones qué cuestiones son merecedoras de subvención y cuáles no; a base de dinero van a domesticar a ese extraño género conformado por los investigadores, ya estamos asistiendo a una perversa transformación del medio en fin. A medida que aumenten las partidas presupuestarias, los investigadores se fragmentarán en subvencionados y menesterosos, la mano grasienta del Estado pringará los otrora pulcros laboratorios y ya los científicos no se preocuparán de lo investigado, sólo de la investigación.