Miguel Sebastián ha criticado el estudio sobre las consecuencias en el empleo de las subvenciones a las energías renovables, realizado por tres profesores de la Universidad Rey Juan Carlos, entre los que se encuentra un servidor y un profesional experto en el sistema energético de nuestro país. Entre nuestras conclusiones destacan algunas como que las subvenciones verdes producen burbujas artificiales muy difíciles de desinflar y que en España estallaron a finales de 2008; que a medida que aumenta la potencia renovable instalada se incrementa el coste de la electricidad y pone en riesgo el sistema; que han hecho falta casi 29.000 millones de euros en subvenciones para que España se convirtiera en líder mundial en este sector; que a pesar de semejante despilfarro de recursos los empleos equivalentes apenas pasan de 50.000; que cada empleo ha requerido más de medio millón de euros en subvenciones; que esos recursos habrían producido más de 100.000 puestos de trabajo en el resto de la economía; que por lo tanto la subvenciones a las energías verdes hacen que se pierda empleo; que la energía solar es la más ineficiente en términos de creación neta de puestos de trabajo por MW instalado; y que muchas empresas intensivas en energía están abandonando España debido a nuestros elevados costes energéticos.
El exabrupto del ministro español de Industria se produjo la semana pasada durante su participación en WindPower, la mayor feria eólica de Estados Unidos. Sebastián se desplazó allí para contar que la experiencia española es un cuento de hadas y así animar a los políticos estadounidenses a que adopten políticas similares a la intervencionista y redistributiva regulación española. Vamos, que fue a vender la moto a los yanquis. Y no le faltan motivos. El Gobierno español se dio cuenta el año pasado de que no podía seguir incrementando de manera permanente las subvenciones a las renovables. Sin embargo, la escalada indefinida de estos subsidios es imprescindible para no perder la mayor parte de los empleos verdes, que son en instalación y producción, y no, como se suele pensar, en operación y mantenimiento. Así que si los americanos del norte no comienzan a regalar el dinero público a quien produzca energía renovable y servicios relacionados, las empresas españolas tienen un panorama no verde sino muy oscuro.
La feria no fue un paseo de rosas para quienes insisten en las bondades del dirigismo ecologista. En Estados Unidos el estudio de la Universidad Rey Juan Carlos ha tenido una enorme difusión tanto en los medios de comunicación (donde ha sido comentado por cadenas como CBS, CNBC, CSPAN, Fox News, CNN, Univisión o shows como el de Glenn Beck) como en la esfera política (donde tanto el portavoz de la Casa Blanca como el ministro de Energía estadounidense y otros representantes de la Administración Obama han sido insistentemente preguntados acerca de sus conclusiones). Cuando a Sebastián le inquirieron por el estudio, su respuesta consistió en afirmar que "tiene una calidad y un rigor muy bajos y que no tiene ninguna solidez técnica". Su opinión va en contra de la línea editorial de los mayores y más respetados diarios y semanarios de economía del mundo: The Wall Street Journal y The Economist. Pero a diferencia de la posición de los dos periódicos, el líder del mercantilismo español no ofreció argumentos y concedió otra guinda gratuita al asegurar que éste es "un debate ganado". Este argumento no sólo no le llena de razón sino que es el mismo que daba cuando Zapatero le presentó a la alcaldía de Madrid.
Sin embargo, dos días después de realizar estas declaraciones, su equipo va y nos da la razón. Y es que Industria alerta de que "la tendencia que están siguiendo estas tecnologías [las renovables], podría poner en riesgo, en el corto plazo, la sostenibilidad del sistema, tanto desde el punto de vista económico por su impacto en la tarifa eléctrica, como desde el punto de vista técnico". ¡Casi nada!
De esto a lo que decimos en el estudio sólo va una pizca de honestidad intelectual, un poco de amor por la realidad y una buena dosis de sencillos razonamientos económicos (que sólo una mente retorcida confundiría con mala calidad). Tres cualidades de las que siempre se han mostrado escasos los mercantilistas.