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José García Domínguez

Ni nuevo, ni modelo, ni productivo

Según Zapatero, un país de la Unión Europea puede cambiar de modelo productivo con la misma facilidad con que Ana Obregón cambia de novio. Y si él lo dice, será verdad.

Me provoca cierta vergüenza admitirlo en público, casi tanta como a Rajoy cuando lo acusan de ser de derechas, pero alguna vez tenía que confesarlo: soy el único español que no conoce la solución a la crisis. Como decía Serrat, "no es dura la verdad, lo que no tiene es remedio". Así, todos los días, uno empieza a ruborizarse de buena mañana, cuando baja a desayunar y la tropa del bar le explica a coro las obvias –según dicen– reformas estructurales que exige la economía con tal de salir zumbando de la recesión mañana mismo.

Poco después, vuelve a enrojecer, al ser ilustrado por la clientela toda del quiosco sobre las, según predican, muy evidentes inelasticidades inducidas que estrangulan el potencial de crecimiento de nuestro PIB. Es un humillante bochorno cotidiano que se torna en irrefrenable auto odio si a Zapatero le da por predicar la "modernización del modelo productivo español", como en el Debate. Pues, al parecer, hemos pasado del "programa, programa, programa", aquella insufrible letanía del temible Julio Anguita, al "modelo, modelo, modelo", no menos plúmbeo rosario laico recién alumbrado en La Moncloa.

Por ignorar, uno hasta desconoce qué demonios debe ser eso del modelo productivo a modernizar. Es más, incluso tenía entendido que el asunto de los modelos era una cosa soviética, de cuando Stalin mandó fusilar a Kondratieff en el Gulag porque no le gustaba la fórmula matemática de su teoría del ciclo largo; vaya, un arcaísmo retórico con olor a naftalina, planes quinquenales y viejos desfiles del primero de mayo rodados en blanco y negro. Qué error, que inmenso error, como diría el otro. Porque, según Zapatero, un país de la Unión Europea puede cambiar de modelo productivo con la misma facilidad con que Ana Obregón cambia de novio. Y si él lo dice, será verdad.

En fin, ya que ese inminente nuevo modelo que acaba de anunciar el presidente se apoyará, sobre todo, en la educación, sólo resta conocer qué presiones ejercerá ante los países asiáticos que prohíben terminantemente a sus escolares el uso de ordenadores y calculadoras en las aulas. Casualmente, las mismas naciones que ocupan todos los primeros lugares, sin excepción, en los estudios internacionales de rendimiento escolar. Veremos.

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