Correcta, formal, seria, moderada e, incluso, algo pelota fue la actitud mostrada por el líder popular Mariano Rajoy en el programa Tengo una pregunta para usted de TVE. De hecho, si me apuran, reconozco que su intervención dejó entrever una cierta sinceridad como cuando, por ejemplo, reconoció que es ajeno al drama de la crisis gracias a que goza de un empleo bien remunerado. Algo digno de mención si se tiene en cuenta la ristra de mentiras y la demagogia barata a la que nos tiene acostumbrados la clase política española.
Ahora bien, dicho esto, si algo ha demostrado Rajoy es que, hoy por hoy, carece de una respuesta para usted. Es decir, de un programa de acción política capaz de afrontar con cierta solvencia la grave situación económica. Haciendo uso de un discurso tenue y ambiguo, el presidente de los populares no logró aportar ni una sola medida digna de mención para paliar la principal preocupación de los españoles: el desempleo masivo.
De hecho, Rajoy trató de evadir algunas de las preguntas clave que, a modo de puñal, fueron lanzadas por los miembros del público. "Hay que aguantar", contestó Rajoy a un camionero que no llegaba a fin de mes. Es más. En un alarde de optimismo propio del Zapatero más iluso e hipócrita, el líder del PP confió en una pronta mejoría del panorama económico nacional. Una afirmación que, sin duda, denota su ignorancia en esta materia.
Por supuesto, Rajoy no dudó en descalificar reiteradamente como ineficaces e inadecuadas las medidas aprobadas hasta el momento por el Gobierno socialista. No cabe duda de que el diagnóstico se lo han transmitido muy bien sus asesores de Génova. Una pena que malgastara casi año y medio de oposición sin abordar este tema, antes de las elecciones generales, cuando algunos ya advertían de lo que se avecinaba. El problema del PP, sin embargo, es que carece de recetas a aplicar en caso de que, finalmente, la crisis económica termine derribando al actual Ejecutivo.
Ni una sola mención a las profundas reformas estructurales que precisa el país. Ni abaratamiento del despido y de la contratación; ni rebaja sustancial de las cotizaciones sociales –¿saben ustedes cuánto pagan cada mes a la Seguridad Social?–; ni máxima flexibilización del mercado laboral; ni derogación de la nefasta negociación colectiva que imponen los sindicatos desde hace décadas en pos de la alegórica paz social... En cuanto a recortes fiscales, Rajoy tan sólo reiteró su intención de aplicar una exigua rebaja del Impuesto de Sociedades, y poco más.
¿Recetas? Miles de millones en nuevos préstamos públicos a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) para pymes, una actualización de módulos para los trabajadores autónomos, que tampoco precisó, y acortar a 60 días el pago de las voluminosas deudas que acumulan los ayuntamientos. ¿Y la crisis bancaria? "Confianza", mucha confianza en la solidez del Estado a la hora de garantizar los depósitos de los ahorradores.
Punto y final. Ni un palabra sobre el necesario y drástico recorte que precisa el gasto público. Nada sobre establecer rígidas limitaciones al desbocado endeudamiento en el que están incurriendo a la desesperada municipios y comunidades autónomas. Ni mu sobre la urgencia de relanzar cuando antes la energía nuclear para reducir la elevadísima dependencia energética que sufre el país, o sobre la ineludible conveniencia de incentivar el ahorro mediante la aplicación de una amnistía fiscal en toda regla.
Y eso, por citar sólo algunas de las reformas económicas que precisa España para levantar cabeza a medio plazo. Me temo que, o bien el PP conoce el castigo electoral que conlleva aplicar determinadas medidas, y por eso calla, o bien apuesta por una mimetización con el PSOE en materia económica. Algo que, sin duda, sería terrible, ya que implicaría que este país carece de alternativa política y, como consecuencia, nada o poco va a cambiar en el futuro próximo.
De hecho, por desgracia, todo apunta a esta segunda opción. El PP denunciaba esta misma semana que el PSOE había aplicado un recorte de gasto social, que apenas superaba los 60 millones de euros. ¡Terrible! Por su parte, el vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, se fustigaba esta misma mañana por la caída que estaba experimentando el precio de la vivienda. Todavía no se ha percatado de que dicho ajuste es imprescindible para la recuperación del sector del ladrillo.
Con este plantel, mal vamos. ¿Qué hará Mariano cuando el rescate financiero precise de decenas de miles de millones de euros y el país no se pueda permitir un aumento exponencial de la deuda pública? ¿Tendrá el valor y la convicción suficiente para borrar del mapa programas enteros de gasto e inversión pública que, hoy por hoy, estima imprescindibles? ¿Apostará firmemente el PP por el libre mercado, única receta viable para salir del agujero a medio plazo? Lo dudo. No obstante, la actual dirección popular se vanagloria de su perfil socialdemócrata. Rajoy vive de hazañas pasadas. Olvida que fue, sobre todo, la entrada de España en el euro y la burbuja inmobiliaria auspiciada por el crédito fácil lo que permitió registrar crecimientos anuales por encima del 3% durante más de una década –incluso gobernando el PSOE por más que le pese a don Mariano– hasta que llegó el pinchazo.
Rajoy también olvida que fue su Gobierno el que, en pleno crecimiento económico, se bajó los pantalones ante los sindicatos a la hora de aprobar una reforma laboral que ya entonces era ineludible. ¿Lo hará en plena crisis? Nuevamente, me temo que no. Rajoy carece de respuesta a la crisis.
Por suerte, la tan ansiada recuperación económica nunca llega de la mano de los políticos. Son siempre los ciudadanos quienes, gracias a su tesón, su esfuerzo, su iniciativa y su innata creatividad empresarial logran levantar un país. El resto son cuentos. El Gobierno, sea del color político que sea, tan sólo ha de interferir lo mínimo posible para que este espontáneo proceso, propio del libre mercado, acabe teniendo lugar. Así pues, ¿confianza? Sí, toda. Pero deposítenla únicamente en ustedes, no en los políticos. Sólo el individuo puede generar riqueza, el Estado tan sólo vive de ella y la reparte a su antojo entre cargos, amigos y venta de favores, siempre en beneficio propio.