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La Vieja Europa acierta por una vez

La situación es insólita: los descendientes de Adam Smith están colbertistas, mientras que los herederos de Luis XIV se muestran más prudentes que nunca.

Sarkozy ha dicho en San Quintín –aclaración para Carmen Chacón: ciudad que recuerda una victoria decisiva del ejército español por el control de Europa, Flandes en particular, contra Francia, conmemorada en el Monasterio de El Escorial– que no hay un duro más para luchar contra la crisis económica.

Gordon Brown viaja a Nueva York para preparar la cumbre del G-20 dispuesto a estar de acuerdo con el impulso del gasto preferido como medicina por Obama. Se encuentra allí con que el gobernador del Banco de Inglaterra dice que su país no se puede permitir más estímulo y con que el presidente de turno de la UE, el primer ministro checo que acaba de perder una moción de censura en su casa, dice que el plan de Obama, apoyado por Brown, es un camino hacia el infierno.

En medio de este maremágnum, todo el mundo sabe que los más ortodoxos y menos partidarios de soltar tela alegremente son los alemanes. Vienen a unirse a ellos los holandeses que el miércoles mismo cerraban un acuerdo salomónico entre los partidos que forman la coalición de Gobierno diciendo que están dispuestos a gastarse 6.000 millones en dos años a cambio de reducir el presupuesto público en 2011 por 5.000 millones de euros mediante recortes en sueldos públicos e incremento de la edad de jubilación hasta los 67 años.

Mientras tanto en España se generan incidentes diplomáticos de la nada, el desempleo se encamina del 16% –dobla la media europea– y se dice que Zapatero recuerda con nostalgia el hola amigo de Bush en la OTAN. Y es que se espera que Obama pase de largo en la reunión del 60 aniversario preguntando a Hillary, "¿quién es ese que está sentado al lado de Mickey Moratinos?".

Vamos, que el ambiente próximo a la ebullición que se respira en las vísperas de las dos cumbres de Occidente, la económica del G-20 en Londres y la de seguridad de la OTAN en Estrasburgo y Kehl, nos pilla fuera de juego.

No obstante, puestos a elegir, a conciencia de que la situación es insólita y que los descendientes de Adam Smith están más colbertistas que nunca, mientras que los herederos de Luis XIV están más prudentes, hay que ponerse del lado del gobernador del Banco Central Europeo. Trichet ha afirmado que los gobiernos europeos deben:

Asegurar a sus ciudadanos que tienen una estrategia de salida –de tanto plan de gasto–, asegurar a los hogares que no están poniendo en entredicho la situación de sus hijos y asegurar a las empresas que lo que se hace hoy no se hace en detrimento de un incremento de los impuestos de todos en los años futuros.

Hay una tendencia política a la desmesura en las medidas para cubrirse las espaldas de haber hecho mucho –movimiento y dispendio– frente a la crisis que choca con los criterios técnicos que empiezan a decir que ya está bien de prodigalidad con dinero ajeno. Estas dos tendencias se enfrentarán de aquí a una semana en Londres. Mientras, pasará a un segundo plano aquello para lo que sirven los Estados –proteger la vida de sus ciudadanos– y se atenderá menos a la cumbre de la OTAN. Eso sí, se habrán inmiscuido lo suficiente en la economía mundial como para restringir, un poquito más, la libertad. Casi da pena que Z, gran adepto de estas restricciones, no vaya a poder participar de verdad ni en una cumbre ni en la otra.

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