Como decíamos el otro día, desde hace unos años el calentamiento global se ha convertido en el mantra más repetido y la mejor excusa para aquellos que pretenden una mayor intervención y control por parte del Estado. La cuestión climática, por sus hipotéticamente terribles consecuencias, se antepone al desarrollo y a la economía mediante medidas que, a cambio de tranquilizar y apaciguar las atormentadas conciencias occidentales, suponen importantes costes que son, al fin y al cabo, pérdidas de competitividad y desempleo.
Tras las objetables divulgaciones iniciadas por Al Gore y su Verdad incomoda, se ha llegado a una situación donde meras conjeturas han pasado a convertirse en axiomas indubitables que se han incorporado a la corrección política reinante. Del sano y científico escepticismo se ha pasado a la "cómoda falacia". Una cómoda falacia fundamentada, en primer lugar, en suponer el clima como un sistema determinado, con una evolución concreta, mesurable y comprensible para los científicos. De la conjetura de que existe una correlación estadística entre la emisión de gases contaminantes y un supuesto calentamiento global, se extrae una relación causal que justifica la supresión de esas emisiones.
La realidad es bien distinta. El clima es un sistema complejo, caótico, en equilibrio permanente y cuya predicción no es posible. La multitud de factores que afecta a la evolución del clima no se conocen en su totalidad y son meras teorías y especulaciones.
Desde el país que acogió el protocolo de Kioto, Japón, viene irónicamente el último estudio sobre el clima publicado por la Sociedad de Energía de Japón. En este estudio se pone de manifiesto que, además de que desde 2001 las temperaturas en el mundo han disminuido ligeramente, no se conocen en ningún modo las razones para ello ni para fenómenos espontáneos que tienen una importante influencia en el conjunto del clima como la radiación solar y las variaciones de la misma. El estudio muestra el desconocimiento que existe en torno al clima en foros como el Panel Internacional contra el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, donde se manejan hipótesis no demostradas y escogidas para justificar los resultados buscados. Ni siquiera se trata de un modelo de ensayo y error, sino simplemente de considerar como ciencia y verdad aquello que interesa y conviene a unas supuestas observaciones.
Hoy por hoy las explicaciones sobre el cambio climático son meras especulaciones muchas veces contradictorias entre sí y variables según el "experto" consultado quien, además, a modo de tahúr es capaz de justificar y negar según su conveniencia. Por ejemplo, ¿cómo se explica la "inconveniente verdad" de que desde 2001 las temperaturas mundiales han disminuido ligeramente como explica el reciente informe japonés? El citado estudio va mucho más allá y afirma claramente que "se debería ser extremadamente cauteloso ya que la teoría del Panel Internacional sobre el Cambio Climático de que el calentamiento que experimenta la Tierra desde el año 2000 tiene correlación con el CO2 es simplemente una hipótesis [...] que se ha convertido en verdad [...] y la opinión de que un gran desastre se avecina debe ser eliminada"
En definitiva, el actual conocimiento que se tiene del clima es puramente empírico y las diferentes predicciones están sujetas a la necesidad de validación y verificación. Y es lógico. En cualquier disciplina técnica, cuando se elabora un modelo que describa un suceso con rigor y exactitud, si el conocimiento previo es pobre o insuficiente, se debe partir de una observación minuciosa y exhaustiva que cumpla la función de proveer al investigador de los datos básicos. En el caso del clima esto ni siquiera se ha logrado y no se conocen ni siquiera el grado de influencia de diferentes factores como los ya mencionados ciclos solares, de los que apenas hay registros y mucho menos explicación.
El estudio del clima debe continuar y profundizar en la medida de lo posible para que, a partir de más información, se puedan llegar a conclusiones más concretas. Solamente el tiempo podrá decir si lo que algunos científicos afirman hoy que saben es lo correcto. Hasta ahora la realidad es que lo que se sostiene como cierto en lo relativo a la evolución del clima es un conjunto de hipótesis cuestionables con numerosas premisas no demostradas.
¿Y qué hacer pues? ¿Actuar por mera precaución por si la hipótesis del calentamiento global ligado a las emisiones de CO2 fuera cierta? No es una mala respuesta dada la gravedad y el riesgo de que realmente fuera así. Lo más sensato en todo caso sería limitar las emisiones de gases como el CO2 –pero siempre con la obligación de no impedir el desarrollo económico de millones de personas– y avanzar hacía una nueva era energética donde el suministro de energía sea seguro, disponible, económico, masivo y no basado en el carbono: hoy por hoy esta energía se llama nuclear.
El riesgo de que el calentamiento global sea una realidad ahora o en el futuro es muy grande. Hemos de recordar que es posible que un astrólogo acierte en sus predicciones aunque ello no significa que él sepa lo que va a ocurrir. Sin embargo, no sería sensato confiar en sus lucrativos vaticinios para tomar una decisión y es la razón la que debe reinar. Se nos antoja pues irresponsable que a nivel mundial se estén dedicando ingentes recursos para unos fines tan poco realistas. Rappel sale mucho más barato. Y además, si de verdad se quiere limitar las emisiones, la solución ya está ahí, se llama energía nuclear.