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José Antonio Martínez-Abarca

"Plan E" del espacio exterior

¿No hay nada para Krugman de la rigidez del despido, de la consideración del empresario como explotador, de los liberados sindicales, de las subvenciones de Carod a los jíbaros ecuatorianos a fondo perdido? Pues no.

El duelo en la cumbre de economistas entre el Nobel Paul Krugman y nuestro Rodríguez Zapatero, su admirador, hablando de la situación española, se ha saldado con la victoria nada más que raspadilla del primero. Krugman dio dos mantazos de alivio a la macroeconomía española y Zapatero, desautorizado por el Nobel, le dio tembloroso una copia de su "plan E", el más tonto desde Plan 9 del espacio exterior de Ed Wood, considerado el peor plan, y de paso película, de la historia. Así va la economía mundial. Muchos se han lanzado a elogiar el sentido común de Krugman por manifestarse "aterrado" de la crisis española y aportar dos o tres recetas sencillas sacadas de "ensaladas para principiantes". No me han impresionado nada las instrucciones de Krugman para que los españoles salgan de la crisis, que parecen más influenciadas por el "jet lag" que por el análisis serio.

Tampoco creo que ninguna lectura de mesita de noche que pueda amontonar el presidente del Gobierno español, en este caso de Krugman, pueda ser una lumbrera esplendente, encima o debajo de otros tomos de lo que antes se decía "literatura para jovencitas" a cargo de Suso de Toro o Petit (¿habrá alguno de Marina, ese Paulo Coelho del laicismo en pantuflas?). Si Krugman cree que uno de los problemas fundamentales de España es que aquí se cobra demasiado, es que sabe menos de esto que Hemingway de toros o de por dónde cae Fuentidueña (el otro día vi Tierras de España, documental apologético y vagamente ridículo del Frente Nacional narrado por el presuicida barbudo, donde imágenes de las "malas tierras castellanas" (sic) se ambientaban con sardanas). ¿Por qué no dijo Krugman que problemas más fundamentales por los cuales tardaremos más en salir de la crisis, si es que salimos, son: el poder inmoderado de los sindicatos "de clase", la metástasis funcionarial, el dispendio nacionalista, el regionalista o el profundo asco del socialismo, que no socialdemocracia, español hacia una economía que no pueda dirigir únicamente desde el partido?

No, para Krugman, los auténticos problemas nacionales son la poca productividad debida a la cervecita de media mañana, los sueldos altos que incluso a veces dan para comer y lo mucho que nos clavan en los comercios en cuanto salimos a la calle, es decir, que las clases activas vivimos por encima de nuestras posibilidades. Nada dice del al menos medio país que vive por encima no ya de sus posibilidades, sino de las que no son suyas y de las del Cristo Nuestro Señor que bajara.

¿No hay nada para Krugman de la rigidez del despido, de la consideración del empresario como explotador, de los liberados sindicales, de las subvenciones de Carod a los jíbaros ecuatorianos a fondo perdido? Pues no. Para Krugman, si hoy es martes, esto es España, y no suenan sardanas para ambientar sus soluciones carpetovetónicas de milagro. Menos mal que no auguró que, acabado el ladrillo, tenemos que volver a vivir de cultivar algarrobos, que dijo hace poco otra eminencia universitaria de ésas.

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