Todo parece indicar que finalmente España va a sufrir una importante derrota en el campo económico e industrial. EADS, cuyos principales accionistas son Francia, Alemania y España, no respetará los acuerdos firmados en enero de 2004 por el Gobierno de Aznar, por los que CASA se integraba en EADS, a cambio de la gestión y el peso industrial de la nueva división militar, y a cambio de que se realizara una importante inversión de capital de más de 300 millones de euros para situar a España en la vanguardia competitiva mundial.
EADS es regida actualmente por Louis Gallois, un funcionario surgido de la elite de la administración civil francesa, cuya vocación –pruebas de ello ha dado sobradamente–, es ser leal a su trayectoria política dentro del Estado francés. Bajo la excusa de incrementar la competitividad del conjunto de la empresa, el peso real de España en EADS se verá diluido y, lo que es peor, España verá como su capacidad industrial y tecnológica quedará definitivamente subordinada a los designios de París.
Sin obviar la responsabilidad de Gallois y el incumplimiento de los compromisos por parte de EADS, hay que señalar la responsabilidad o, mejor dicho, irresponsabilidad, del Gobierno de Zapatero. Desde la llegada del PSOE al poder en 2004, la política española en materia de industria militar se ha caracterizado por ese mal que se padece en otros ámbitos: una ausencia total del concepto de interés nacional. En este campo se han subordinado la mayor parte de los programas a la supervisión extranjera bajo el eufemismo de formar "consorcios europeos" y, finalmente, se ha accedido a que el centro de decisión de la industria aerospacial deje de estar en España.
Sebastián afirma que España seguirá como accionista de EADS, y que se garantizará su presencia en el programa Airbus. Es una verdad a medias. Ser un socio financiero absolutamente minoritario es mucho menos de lo que le correspondería, y a lo que aspiraba nuestro país. La administración actual del PSOE, por conveniencia o por absoluta incapacidad, está permitiendo que España reduzca su peso industrial y que –a cambio de una presencia testimonial y casi simbólica– se desmantele una industria competitiva y de alta tecnología. O que, al menos, perdamos la parte más importante del valor añadido como es la innovación y el desarrollo. Muy pronto todo será gestionado por EADS. O sea, por Francia.
El Gobierno español se defenderá subrayando que el montaje permanecerá en España y que no se deslocalizará la producción, pero la realidad es que la innovación, la dirección, el desarrollo, los recursos financieros y humanos, en definitiva todo aquello que va de la concepción y el diseño hasta la fabricación, dejará de tener identidad española y pasará a París. España será el emplazamiento de una de las factorías del grupo, una simple cadena de montaje. Y eso es todo.
La España de ZP pierde otra batalla. Ya sea por su debilidad intrínseca o por su falta de lealtad y compromiso con el interés nacional, este Gobierno hace que España pierda siempre en los asuntos de relevancia que son los que posteriormente se traducen en beneficios económicos en términos de empleo y competitividad, los que determinan la capacidad industrial y económica de un país y los que tienen que ver con el desarrollo tecnológico de nuestras fuerzas armadas.