Recientemente tuvimos que sufrir una orgía de celebraciones del Día de la Tierra, el evento mundial anual que pretende "desatar una revolución frente a los abusos contra el medio ambiente". Incluso la administración Bush tenía una página web dedicada al evento, que afirmaba que "el Día de la Tierra, como todos los días, es un momento adecuado para proteger nuestro planeta". Viendo la cobertura mediática, se podría llegar a pensar que la Tierra se encuentra en peligro inminente y que la propia humanidad está al borde de la extinción. Además, se señala con el dedo a la tecnología como culpable, pero nada está más lejos de la realidad.
John Semmens, del Laissez Faire Institute de Arizona, señala que el Día de la Tierra pasa por alto una idea importante. En el número de abril de la revista The Freeman, Semmens afirmaba que el movimiento medioambiental da por sentado lo hospitalaria que es ahora la Tierra, gracias precisamente a la tecnología. "Los alarmistas del medio ambiente lo entienden al revés. Si algo pone en peligro a la Tierra es su ignorante obstrucción a la ciencia y el progreso... Debería resultar evidente a la vista del progreso en Estados Unidos que la tecnología proporciona la mejor opción para dar a los seres humanos lo que quieren y conservar el medio ambiente. Virtualmente todos los baremos demuestran que la polución baja y que la naturaleza vuelve por sus fueros." (A excepción del dióxido de carbono, si es que realmente es contaminante).
Semmens describe su visita a Lexington y Concord en Massachusetts, una zona "abarrotada de árboles y zonas verdes". No siempre fue así. En 1775, se taló el territorio para que agricultores y ganaderos lo pudieran explotar. Hoy la tecnología les permite ser tan eficaces que con una fracción del terreno que necesitaban antes pueden producir mucha más comida. Como resultado, "se ha permitido que el espacio agrícola de Massachusetts vuelva al bosque". El ingenio humano y la tecnología no sólo han elevado los estándares de vida, sino que también nos han permitido recuperar nuestro medio ambiente. ¿Qué tal un día para celebrarlo?
Aún así, escribe Semmens, el movimiento medioambiental desconfía de la tecnología y se ve atraído hacia tres ideas discutibles: el desarrollo sostenible, el principio de precaución y la participación de terceras partes interesadas.
La idea detrás del desarrollo sostenible es "minimizar el uso de recursos naturales no renovables de modo que haya suficiente para las próximas generaciones". Suena sensato; ¿quién estaría a favor del "desarrollo insostenible"? Pero como señaló frecuentemente el gran economista Julian Simon, los recursos son obra del hombre, no naturales. En la serie The Beverly Hillbillies, Jed Clampett daba saltos de alegría al descubrir petróleo en su propiedad, porque le hizo lo bastante rico como para mudarse a Beverly Hills. Pero su tatarabuelo habría jurado en arameo por el desagradable engrudo negro, ya que el geólogo canadiense Abraham Gesner no había descubierto aún que podía servir para destilar queroseno.
El presidente Bush nos critica con discreción por nuestra "adicción al petróleo". Pero bajo las condiciones actuales, consumir petróleo tiene todo el sentido del mundo. Algún día, si dejamos que opere el libre mercado, alguien descubrirá una fuente de energía que funcionará mejor que el petróleo. Después de eso, las futuras generaciones, más ricas que nosotros, no necesitarán petróleo. De modo que, ¿por qué privarnos y empobrecernos ahora con regulaciones innecesarias?
De todos modos, tampoco es cierto que se nos esté acabando el petróleo. Ese es uno de los mitos que expongo en mi último libro, Mitos, mentiras y simple estupidez. Si el precio del barril de petróleo permanece elevado, los empresarios descubrirán mejores modos de extraer petróleo. A 50 dólares el barril, se obtienen beneficios incluso recuperando el petróleo contenido en los arenales de alquitrán de Alberta, Canadá. Sólo esas reservas son suficientemente abundantes como para suplir nuestras necesidades durante cien años.
El principio de precaución, popular en Europa, es la idea de que no debería permitirse nada nuevo hasta que haya demostrado ser inofensivo. Suena bien, excepto porque, como escribe Ron Bailey en Reason, significa básicamente "no hagas absolutamente nada por primera vez".
La participación de terceras partes interesadas significa permitir a los metomentodo entrometerse en las transacciones privadas. El ejemplo de Semmens es el DDT, que durante años habría salvado a los niños de morir de malaria, si no fuera porque "los 'interesados' del sector medioambiental convencieron a los gobiernos de que se debía prohibir la venta de este producto".
Las primeras víctimas de estas ideas son los pobres. Nosotros, los ricos occidentales, podemos permitirnos muchísima estupidez política. Pero quienes habitan en el Tercer Mundo viven al límite, de modo que cualquier cosa que retrase el progreso económico –incluyendo las medidas para contener el calentamiento global–, obligará a las personas más vulnerables del planeta a sufrir privaciones durísimas.
A quienes nos preocupa la humanidad, lo que deberíamos celebrar es el Día del Progreso Económico.