¿Por qué se ha más que cuadruplicado en seis años la producción de etanol a partir de maíz en Estados Unidos? ¿Estamos ante un hallazgo científico-tecnológico revolucionario que habrá de terminar con la adicción al petróleo? No. La respuesta es menos espectacular y más preocupante: destinar maíz a la producción de etanol permite obtener cuantiosos subsidios gubernamentales y, de paso, generar una mayor demanda de maíz y precios más altos en el mercado. Negocio redondo para los cultivadores del medio oeste estadounidense.
Los subsidios suponen una media de 70 centavos de dólar por cada galón de etanol.
De hecho, el etanol obtenido a partir del maíz, para añadirlo a la gasolina y contaminar menos, termina siendo más caro que la misma gasolina. Más caro en coste de producción, más caro en contaminación, más caro en desperdicio de energía no renovable. Producir etanol a partir de maíz supone usar más energía fósil que la que ahorra el propio etanol en los automóviles híbridos.
Algunos cálculos –de David Pimentel de la Universidad de Cornell y Ted Patzek de la Universidad de California en Berkeley– parecen demoledores: un galón de etanol contiene alrededor de 76.000 BTUs (unidades térmicas), pero producirlo a partir del maíz requiere aproximadamente 98.000 BTUs (tomando en cuenta todos los insumos energéticos para su fabricación, desde el combustible del tractor hasta la energía de la planta de procesamiento, pasando por los fertilizantes utilizados en el campo de maíz). Por su parte, un galón de gasolina contiene aproximadamente 116.000 BTUs, pero su producción sólo requiere unos 22.000 BTUs.
Por cierto, el maíz es el cultivo que más subsidios recibe en Estados Unidos: más de 37.000 millones de dólares entre 1995 y 2003. El doble de las subvenciones que recibe el trigo, tres veces las de la soja y setenta veces las que recibe el cultivo de tabaco.
Para producir etanol es mucho más eficiente la caña de azúcar que el maíz, como demuestra el caso de Brasil. En México tenemos las ventajas comparativas, naturales, para la producción de combustibles a partir de la caña de azúcar. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por indolentes? ¿Por tontos? No. Y sabemos demasiado bien sabemos por qué. Si hay un gremio de productores agrícolas en México que sepa vivir de la protección y de los "estímulos" gubernamentales, tan astutamente como lo hacen los cultivadores de maíz en Estados Unidos, es el de los cañeros y azucareros. ¿Para qué innovar y competir en un mercado libre si protegidos por el Estado nos va mejor y no corremos riesgos?
Es otro caso de cómo la torpe mano de los gobiernos –protegiendo industrias y expoliando a consumidores y contribuyentes– mata la productividad. Lo mismo sucede en Estados Unidos que en México o en cualquier lugar del mundo.