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Emilio J. González

Las dictaduras del petróleo

Sin la vuelta al desarrollo de la energía nuclear estaremos alimentando la consolidación y extensión de regímenes dictatoriales, de unas dictaduras financiadas y sustentadas por los ingresos del petróleo.

La canciller alemana, Angela Merkel, acaba de recordar a todos que el desarrollo de la energía nuclear es necesario para reducir las emisiones de dióxido de carbono, un objetivo al que se comprometió la Unión Europea desde que se adhirió al Protocolo de Kyoto. Merkel tiene toda la razón. Pero hay un motivo aún más importante para mantener y desarrollar el parque nuclear en Europa, en vez de reducirlo, tal y como se viene haciendo en España de forma paulatina desde hace años; tal y como quiere seguir haciendo el Gobierno de Zapatero, que acaba de anunciar el próximo cierre de la central nuclear de Garoña.

Sin la nuclear, la dependencia energética de la Unión Europea no solo seguirá siendo elevada, sino que irá a más con el tiempo. En un mundo ideal, esto no debería representar más problema que el de la escasez de los hidrocarburos frente a la creciente demanda mundial, porque la UE podría importar materias primas energéticas y financiar esas importaciones con exportaciones de bienes y servicios. Pero el mundo no es ideal, sino que es el que es. Y en el conviven países de tradición democrática y respetuosos con la libertad con otros en los que esta última brilla por su ausencia o se está reduciendo a pasos agigantados. La mayor parte de los productores de petróleo y gas natural del planeta entran en esta segunda categoría. De ellos es de quien dependerá Europa si no apuesta decididamente por la energía nuclear y esa dependencia se antoja, hoy por hoy, harto peligrosa.

Uno de los principales países productores de petróleo es Venezuela. Allí, la situación política y de libertades se está deteriorando a pasos agigantados, a cuenta del caudillismo de Hugo Chávez y de la forma en que está llevando al país a una restricción cada vez mayor de las libertades. Chávez cuenta con apoyo de una parte de la población gracias a que financia gastos dirigidos hacia ellos con los ingresos del petróleo y, de esta forma, consolida su hegemonía y su poder en procesos electorales que, por otra parte, resultan harto dudosos en su desarrollo. Pero Chávez no sería nada sin el petróleo, sin esos ingresos que le permiten comprar los votos de los más desfavorecidos a cambio de gasto público financiado con el crudo. Pero en la vida todo tiene un límite, y lo que da de sí el petróleo en Venezuela no es una excepción. Chávez está necesitado de más ingresos, no sólo para consolidar su "revolución" bolivariana sino para extenderla también a países como Nicaragua o Bolivia. Por ello quiere nacionalizar todo el sector energético, eléctricas incluidas. Por ello también está intentando desesperadamente que la OPEP acuerde una nueva reducción de la producción de crudo para hacer subir su precio en los mercados internacionales y dar más recursos a Chávez.

En esta misma línea se ha embarcado Irán. Uno de los países que encabezan la lista negra de Estados terroristas ahora aboga también por recortar la producción de petróleo para incrementar su precio, tal y como acordó el presidente Mahmud Ahmadineyad con Chávez la semana pasada. Irán no está utilizando los ingresos que aporta el crudo para desarrollar su país sino para financiar las actividades de grupos terroristas chiíes, incluida la adquisición de armamento. Algunas dictaduras, por tanto, no solo se financian con el crudo sino que utilizan los ingresos que depara el mismo para extender sus actividades y su influencia más allá de sus fronteras.

El incremento de precios que persiguen Chávez y Ahmadineyad, además, tiene un segundo objetivo, que es dificultar la buena marcha de las economías europeas y estadounidense. Es, por tanto, un objetivo estratégico en el conflicto abierto entre estas naciones y Occidente, sobre todo, Estados Unidos. Por ello, el año pasado, el presidente norteamericano, George W. Bush, insistió tanto en la necesidad de que su país redujera su dependencia energética exterior. La Unión Europea debería tomar buena nota de ello puesto que nuestra dependencia es todavía mayor. Pero la única forma de conseguirlo es mediante la vuelta al desarrollo de la energía nuclear. Sin ella, no solo estaremos dependiendo de lo que ocurra en países altamente inestables en términos políticos y que no son, precisamente, amigos nuestros, sino que, además, estaremos alimentando la consolidación y extensión de regímenes dictatoriales, de unas dictaduras financiadas y sustentadas por los ingresos del petróleo.

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