La OPA sobre Endesa va a terminar para el Gobierno como el rosario de la aurora. Y es que el presidente del Ejecutivo ha conseguido ponerse en contra a Bruselas, al Gobierno alemán y a su propio vicepresidente económico. Todo a la vez y en un tiempo mínimo.
En Moncloa se tienen que haber puesto de los nervios cuando hayan visto que el presidente de la Comisión Europea ha advertido a Zapatero que no se puede hacer "nacionalismo" con las OPAs entre empresas. Durao Barroso es el mismo que estuvo en Moncloa, de noche y a escondidas, buscando un arreglito para la OPA sobre Endesa. Ahora, en cambio, se ha revuelto desde su sillón de Bruselas para aclarar al Gobierno español que en esta nueva polémica está por medio Alemania. Y eso son palabras mayores.
Es verdad que estas declaraciones del portugués Durao se pueden traducir como un claro gesto de dependencia del presidente de la Comisión al Gobierno alemán; algo que, por otro lado, tampoco es nada nuevo bajo el sol. Pero, en este contexto, lo más llamativo que realmente debería poner al Ejecutivo español en situación de emergencia son las declaraciones de Joaquín Almunia. El comisario europeo, de estricta militancia socialista, no se ha callado tampoco a la hora de advertir que en Europa no hay margen para esas actitudes "nacionalistas" y "proteccionistas" del Gobierno español ante la OPA de una empresa alemana. Lo de Durao es duro, pero lo de Almunia es mucho más cruel.
Si a esto se une la actitud del vicepresidente Solbes que, con una moderación contenida, también se ha declarado en contra de la reacción del Gobierno Zapatero frente a la eléctrica alemana, el balance que puede hacer Zapatero no hay por donde cogerlo. Por cierto, Solbes también ha sido comisario europeo y, por tanto, sabe muy bien que Zapatero se está metiendo en un jardín de dimensiones imprevisibles.
A esto hay que unir que el pulso que el Gobierno español pretende echar a Alemania es un pulso del que va a salir convenientemente escaldado. Y en Europa te puedes llevar mal con quién quieras por guardar unos principios; pero enfrentarse con Berlín única y exclusivamente por la ruptura de las reglas del juego puede tener unos efectos demoledores. España se va a quedar, empleando el vocabulario que le gusta a Trujillo, como el gobierno "friki" de Europa. No cumple las reglas y rompe las normas de respeto mutuo entre los miembros de la Unión Europea. Zapatero nos prometió llevarnos al corazón de Europa. Ni estamos en el corazón, ni somos nadie. Nos ha dejado como un país marginal y en el que nadie confía. Un verdadero desastre.