Cuando uno juega al aprendiz de brujo corre el peligro de que todo se vuelva en contra suya. Es lo que le puede suceder a todos los protagonistas de la politizada OPA de Gas Natural sobre Endesa. Su irresponsabilidad ha puesto en peligro no sólo a las eléctricas, sino a todo el sector energético español, incluidos a los propios actores principales del sector en esta representación tragicómica. Querían "empresas fuertes y de matriz española", en palabras del secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda, y posiblemente van a encontrarse con que, efectivamente, las empresas van a ser fuertes, pero con otro pasaporte.
El Gobierno se ha empeñado en Gas Natural, la gasista controlada por La Caixa, se haga con Endesa de la forma que sea. Está dispuesto, incluso, a cambiar las reglas del juego en plena OPA, en forma de nueva regulación de las tarifas por la que se suprimiría el déficit tarifario –el dinero que el Estado abona a las eléctricas cuando el coste de producción de la energía supera a su precio de venta–, pese a que, a finales del año pasado, el ministro de Industria, José Montilla, se comprometió en el Parlamento a no modificarlas durante la OPA para no interferir en la misma. Pero como al final todo es a conveniencia del Gobierno, donde Montilla dijo "digo", ahora dice "Diego", y ya ha anunciado la reforma urgente de la normativa, es decir, un cambio de reglas de juego. Sin embargo, cuando el nuevo presidente de Bolivia, Evo Morales, decidió inscribir a nombre del Estado las reservas de gas del país que tenía Repsol, Zapatero criticó esta decisión por ser un cambio no previsto en las reglas del juego. Ahora él va a hacer lo mismo, lo que ha empezado a dar alas al Gobierno argentino de Kirchner, deseoso de recuperar para su país las reservas de petróleo de Repsol en Argentina, para seguir por el mismo camino. De momento, el Ejecutivo austral ha empezado por denunciar el pasado martes a Repsol por fraude en la revisión a la baja de sus reservas argentinas. Luego, posiblemente, vendrá lo demás, colocando en una situación todavía más difícil a una Repsol, controlada por La Caixa, en el punto de mira de las grandes petroleras internacionales, sobre todo desde que el pasado 6 de febrero venció la acción de oro del Gobierno sobre la compañía. Una empresa, por cierto, presidida por Antoni Brufau, el mentor estratégico de la OPA de Gas Natural sobre Endesa, al que ahora se le vuelve todo en contra.
A Iberdrola, que cerró un acuerdo con Gas Natural para adquirir activos de Endesa, acuerdo que facilitaba la OPA y que Endesa denunció ante los tribunales por considerar que se trata de asistencia financiera, que está prohibida por la ley, le ocurre tres cuartos de lo mismo. Con los esfuerzos realizados por Zapatero y los suyos para que Gas Natural se quede con Endesa a cualquier precio, ZP ha dado el pistoletazo de salida a un proceso de consolidación del sector energético –fusiones y adquisiciones– a escala europea, en el que las empresas españolas, que deberían ser compradoras, ahora se encuentran en la posición de posibles compradas, por culpa del efecto llamada a que ha dado lugar la actitud del Gobierno a favor de Gas Natural. Es la OPA de la alemana E.On sobre Endesa y es, también, la intención declarada este miércoles por la francesa EdF y la alemana RWE de mirar hacia el sur de Europa para su expansión. Y una de las piezas teóricas a cobrarse es, ni más ni menos, que una Iberdrola que quedaría todavía en peor posición si el Gobierno modifica ahora las tarifas para bajar la valoración de Endesa y facilitar, de esta manera, la respuesta de Gas Natural a la oferta de E.On. Una medida esta que, de llevarse a cabo, también reduciría la valoración de Iberdrola y la dejaría todavía más expuesta a una posible compra.
La propia Gas Natural tampoco se libra del fantasma que ella misma ha contribuido a conjurar. Hoy por hoy, y pese a la ayuda del Gobierno, tiene muy difícil quedarse con Endesa porque tendría que poner encima de la mesa del orden de 30 euros por acción, probablemente todo en metálico después del ejemplo que ha dado E.On, con lo que estamos hablando de un coste total de unos 30.000 millones de euros –más de dos veces la capitalización bursátil de la gasista– que no se consiguen así como así. Y si, como parece lo más probable –le pese a quien le pese–, se queda sin Endesa, el futuro para la gasista es quedarse sola, sin apenas posibilidades de desarrollo, o integrarse con una Iberdrola que ahora está en el punto de mira de toda Europa y que cualquiera de los grandes se la puede llevar, con o sin Gas Natural. Y eso suponiendo que nadie lance una OPA sobre la gasista, de tamaño más bien pequeño para lo que se estila en Europa, que sería mucho más factible que prosperase si, previamente, alguien arrebata Repsol a La Caixa. Así es que Brufau, con sus juegos, también ha puesto en la cuerda floja a la gasista que presidió hasta hace poco más de un año.
La única que se libra del peligro es Unión Fenosa quien, por la composición de su capital, es imposible que pueda sucumbir a un intento de compra si ACS y las cajas gallegas, que controlan casi la mitad de su capital, no están de acuerdo. Por lo demás, el panorama que pinta para el sector energético español es francamente inquietante, debido a la irresponsabilidad de los señores Zapatero, Montilla, Sebastián y Brufau que, en lo que va a suceder o en lo que puede ocurrir más adelante, tienen su justo castigo, aunque es un triste consuelo.