En España, no menos que en otras partes de nuestra bendita Unión Europea, la política nacional vuelve a interferir en la vida económica con renovada intensidad. Esta forma de nacionalismo equivoca lo que constituye la esencia de la actividad económica: se la entiende como una forma de contienda bélica, en la que la victoria de una parte implica la derrota de la otra y por ello las autoridades se creen llamadas a defender el interés nacional. El mercado libre es otra cosa: en él la competencia hace que se acuerden los tratos más convenientes para las dos partes e indirectamente también para el conjunto de la sociedad. Si ambas no esperaran ganar, no concluirían el acuerdo. Además, "como llevados por una mano invisible, los que así persiguen su propio interés promueven el interés público, aunque no sea ésa su intención".
Los ejemplos abundan. Las maniobras del antiguo gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio, para evitar que el banco holandés ABN comprara Antonveneta y el banco español BBVA la Banca Nazionale del Lavoro terminaron de forma ignominiosa con su carrera, pero no sin antes cubrir de fango la ilustre institución que presidía. La directiva de liberación de servicios financieros en la UE cuenta con la oposición de Francia y Alemania y va a ser diluida por el Parlamento Europeo, pese al apoyo que le han declarado Irlanda, el Reino Unido, varios países del Este y España, donde la parte liberal del Gobierno sigue remando hacia buen puerto, sin hacer caso al despiste del capitán. El ministro de Economía francés insurgió contra la idea nefanda de que una industria estratégica, cual es la de productos lácteos representada por Danone, pudiera caer en manos extranjeras.
Ahora se plantea en iguales términos políticos la oferta pública de adquisición (OPA) presentada por la empresa anglo-holandesa Mittal Steel para la adquisición del grupo Arcelor. El primer ministro de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, el ministro de economía francés, Thierry Breton y el vicepresidente del Gobierno español, Pedro Solbes, han expresado su rechazo de esa OPA o al menos su preocupación por el carácter "hostil" de esa oferta de compra. ¿Quiénes son esos señores para decir nada político sobre la tal OPA? El Gran Ducado de Luxemburgo podrá expresar una opinión en la medida en que es dueño del 5,62% del capital, pero si la adquisición no resulta en la creación de un excesivo dominio del mercado, quienes tienen la última palabra son los accionistas. Es significativa la descripción de la OPA como hostil, metáfora bélica si las hay. En realidad, eso quiere decir que los compradores se han dirigido directamente a los accionistas por encima del Consejo de Administración, cuyo papel debe reducirse a defender los intereses de los dueños: si creen que el precio es bajo o que la compañía producirá más valor de mantenerse independiente, es su deber decirlo. Parece, sin embargo, que en el caso de Acerlor-Mittal, el mercado está en principio a favor, pues las acciones de la "opada" han subido un 30% y de la "opante" un 6% desde el anuncio. Si los empleados temen que la adquisición resulte en reducciones de plantilla (lo que el Sr. Mittal ha negado), deberían volverse contra el actual Consejo de Administración por no haber sabido desplegar su mano de obra y mejorar su negocio convenientemente. Lo peor son los ribetes de racismo de esta defensa, al ser el comprador un multimillonario de origen indio (aunque de residencia británica y financiador del Partido Laborista), lo que parece molestar a los blanquitos alguacilados.
La política ha enturbiado también la OPA de Gas Natural sobre Endesa, que el Consejo de esta última rechazó vigorosamente, como creen que es su deber para con los accionistas. El enfrentamiento entre La Caixa - Gas Natural y Endesa se ha salido de sus casillas bursátiles y económicas por el apoyo proclamado del ministro Montilla. Supongo que a este señor le parecerá bien la intención de Ferrovial de adquirir la compañía de Aeropuertos británicos, ya que en este caso no ha dicho esta boca es mía. Montilla tiene ínfulas de gran industrial y pretensiones de entrenador de campeones nacionales, españoles o catalanes, no se sabe. Que el presidente del Gobierno haya ido a almorzar a casa del Sr. Fornesa, presidente de La Caixa, después de que el Consejo de Ministros despejara activamente el camino de la OPA interviniendo en los mecanismos reguladores, raya en lo escandaloso. Ya nada me sorprende en el señor Zapatero, pero don Ricardo Fornesa es hombre de bien y convendrá conmigo en que el convite era indelicado. Mejor habría sido para todos que los políticos se hubieran quedado callados y quietos, en vez de dar pábulo a enfrentamientos que ahora muchos lamentan. ¡Ay!, si España fuera como Inglaterra o EE.UU., donde una mera visita al ministro para comunicarle la OPA habría dado lugar a su dimisión. Tendrán que hablar los accionistas de una y otra compañía y si a la postre los resultados no resultan halagüeños, otro "opante" extranjero intervendrá para sacar a flote el negocio.
La actitud más acorde con la globalización, a la que ricos y pobres del mundo debemos gran parte de nuestra prosperidad, es que la propiedad de las compañías no importa tanto como su buena marcha. Bien lo entienden en Irlanda, Inglaterra y Holanda, que han dado tanto margen a los capitalistas extranjeros que sus países se han convertido en importantes receptores de inversión extranjera. En cambio, el ministro Montilla ha declarado no estar a favor de una OPA extranjera sobre Repsol-YPF. ¿Es que tiene amigos a la cabeza de esa empresa?
Por cierto, la cita del primer párrafo es de Adam Smith.