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Walter Williams

Economía elemental

nuestras mayores molestias y dolores de cabeza tienen que ver con todo aquello donde el gobierno y los políticos meten la mano: la educación pública, el servicio de correos y la medicina

La ignorancia en materia económica nos convierte en víctimas de políticos charlatanes y demagogos. Repasemos, entonces, un poco de economía elemental.
 
¿Cuántas veces hemos escuchado hablar de “educación gratuita”, “salud gratis” y tantas otras cosas gratis que nos da el gobierno? Si un producto o servicio es realmente gratis, podemos tener tantos de ellos como queramos, sin sacrificar otros bienes o servicios.
 
Por ejemplo, ¿es la biblioteca pública realmente gratuita? La respuesta es no. Si no se hubieran utilizado varios millones en construirla, con ese dinero se hubieran podido tener otras cosas. Esas otras cosas sacrificadas es el costo verdadero de la biblioteca. Es posible que los usuarios de la biblioteca no paguen nada por usarla, pero precio cero no es lo mismo que gratis. Por eso, cuando los políticos nos ofrecen algo gratis hay que exigirles que nos digan si fue Papá Noel o un hada madrina quien no los dio.
 
Está muy de moda criticar la ambición y el interés propio, pero eso es lo que hace que se realicen cosas maravillosas. Cuando hablo de ambición e interés propio no me refiero a robos, fraudes, engaños y demás acciones deshonestas. Me refiero a personas empeñadas en alcanzar lo mejor para ellos.
 
No solemos pensar en las cosas maravillosas que otros hacen por nosotros. Los obreros de las plantas de ensamblaje en Detroit se levantan con el sol para producir el coche que a usted le gusta conducir. Los trabajadores agrícolas trabajan bajo el ardiente sol recogiendo uvas para nuestro vino.
 
¿Acaso piensa usted que esas personas hacen tales sacrificios para complacer a los demás? Puedo apostar que no están pensando en eso, sino que, al igual que sus jefes, hacen todas esas cosas maravillosas para nosotros porque así se benefician ellos mismos.
 
La gente en el sistema político y en la educación pública pretende hacernos creer que ellos no están impulsados por los mismos motivos de todos los demás, que no se trata de su propio interés y ganancias. Pero pensemos dónde obtenemos el mejor servicio, los mayores placeres y comodidades. ¿Dónde hay más satisfacción, menos colas, menos quejas, menos problemas y mejor servicio al cliente?  Disfrutamos de tales satisfacciones en bienes y servicios tales como computadoras, teléfonos celulares, películas, automóviles, vestidos y supermercados. En esas áreas la motivación son las ganancias.
 
Por el contrario, nuestras mayores molestias y dolores de cabeza tienen que ver con todo aquello donde el gobierno y los políticos meten la mano: la educación pública, el servicio de correos y la medicina.
 
La justificación de la multitud de leyes y regulaciones es que bien valen la pena si tan sólo salvan una vida. De ser así, ¿por qué el límite de velocidad no se fija en 10 kilómetros por hora para salvar a los miles de muertos en las carreteras cada año?
 
Se trata de un ejemplo extremo, pero ilustra el principio que las decisiones no deben ser guiadas sólo por los beneficios sino también tenemos que tomar en cuenta los costos. Y cuando los políticos pretenden ser los Reyes Magos, debemos siempre preguntar cuál es el coste, quien lo va a pagar y por qué.
 
© AIPE
 
Walter E. Williams es profesor de economía de la Universidad George Mason y presidente de la directiva de la Fundación Francisco Marroquín.

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