La decadencia de la Unión Europea se acentúa. La reunión del G-7 la última semana confirmó que el gobierno de Estados Unidos no está dispuesto a llegar a ningún acuerdo en relación con el tipo de cambio del dólar. Toda Asia y el resto de América, por el contrario, se reafirman en su política de ligar los tipos de cambio de sus monedas al del dólar americano. La reacción del Banco Central Europeo, al declarar que no modificará los tipos de interés del euro para limitar la revaluación de nuestra moneda, da alas a los especuladores que, como corresponde a su papel, tratan de encontrar el precio de equilibrio de este momento, apostando por una más intensa depreciación del dólar.
Mientras el mundo se mueve, la vieja Europa continúa engolfada en sus problemas de falta de expectativas, déficits públicos y rigidez burocrática. Y el Banco Central Europeo actúa como si no tuviera nada que ver con la situación económica. Un espléndido aislamiento tecnocrático que no durará, porque las presiones de los gobiernos europeos, presentes en su consejo, se dejarán sentir, lo que implicará movimientos en el tipo de interés e intervenciones en el mercado.