L. D. / Enrique de Diego.- Los colaboradores del vicepresidente van incluso más allá: “Rato quería como secretario de Estado a Juan Costa, Giménez-Reyna fue un empeño personal de Montoro”. Lo cierto es que el PP se ha visto obligado a variar su estrategia sobre el escándalo de Gescartera de cara a la Comisión de Investigación que comienza este viernes. El PP es en este caso Rodrigo Rato, quien ha tomado con firmeza las riendas de la Comisión. Hace una semana el PP soñaba con una Comisión de Investigación centrada en los estafadores, con mucho circo, mucha carnaza, muchas gente entrando en paralelo en la cárcel –Pilar Giménez-Reyna, Jesús Ruiz de la Serna, José Manuel Pichel– y acariciaba la posibilidad de volver al terreno que mejor conoce: convertirla en una especie de encerrona para el partido socialista.
“Si en su lista ponen a alguien que no me guste, llamaré a la Comisión a Jordi Sevilla. ¿Por qué? Porque fue jefe de gabinete de Solbes”, comentaba uno de los estrategas populares de la Comisión. En esa línea se ha movido el intento algo alambicado de relacionar a Miguel Cruz y la reactivación del caso Banesto, promovida por el PP a tenor de que tal caso, como elemento comparativo, era profusamente citado por los populares días antes de que se removieran las denuncias.
A esa estrategia se sumaban ataques directos a José Luis Rodríguez Zapatero y a Jesús Caldera. “Se negaron a todas las comisiones de investigación” y Caldera “era partidario de que no hubiera comisiones cuando hubiera procesos judiciales abiertos”.Pero el fin de semana –estos días son de continuas llamadas y reuniones, de febril actividad conspiratoria– el gabinete de crisis de Rato adoptó cambios sustanciales en la estrategia y decidió prepararse para lo peor. Las agresiones al PSOE se van a compaginar con una expectante espera sin aprioris.
De Rato para abajo
Partiendo de la tesis de que Rato no tiene responsabilidades políticas, de ahí para abajo puede haber las dimisiones precisas para que lo de “caiga quien caiga” no sea mera retórica. Es lo de ni defender ni atacar a Enrique Giménez-Reyna (quien tiene un documento exculpatorio sobre Sefisur firmado por Luis Carlos Croissier), mensaje transmitido por Rodrigo Rato al preocupado comité ejecutivo del PP el lunes.
Rato ya ha lanzado dos mensajes, casi dos torpedos, a la débil línea de flotación del ministro de Hacienda: uno, los almuerzos en la CNMV no estuvieron bien y debieron ser consultados. Es decir, que él no los sabía, luego se ha enterado por los periódicos. Y dos, de mayor calado: Enrique Giménez-Reyna es un hombre de Cristóbal Montoro en estado puro. A Rato no le pareció mal el nombramiento, pero la responsabilidad es de Montoro. Los colaboradores del vicepresidente van incluso más allá en el mensaje: “Rato quería como secretario de Estado a Juan Costa, Enrique Giménez-Reyna fue un empeño personal de Montoro”.
Las decisiones adoptadas en el gabinete de crisis implican una mayor capacidad de maniobra para los peones en la Comisión de Investigación. Se sitúan sólidas defensas en torno a la vicepresidencia, aunque caigan el resto de los baluartes, dependiendo de las sorpresas que surjan.
Montoro como eslabón débil de la cadena de responsabilidades
Montoro aparece de partida –con el agravante de sus desafortunadas declaraciones a favor de su segundo, propias de un técnico no de un político profesional– como el punto débil de la cadena, como la pieza entregable en la partida. Resulta difícil sustraerse al maquiavelismo subyacente porque, de caer Montoro como víctima propiciatoria, Rato habría consumado su venganza por la partición de su feudo. Lo de Montoro tiene un componente de fatalismo, casi de tragedia griega, porque las desgracias le han venido justo cuando su figura brillaba con la luz propia del pacto de financiación autonómica y en vísperas del hito histórico de la ley de equilibrio presupuestario. Hace una semana, los hombres de Rato ponían la mano en el fuego por Pilar Valiente, y recordaban que la decisión del Consejo de Administración de la CNMV en 1999 de no intervenir Gescartera, como pedía la inspección, se tomó por unanimidad, “como consta en las actas, sin ningún voto particular”. Ahora está en entredicho por los almuerzos.
¿Y Aznar? Se ha situado por encima del bien y del mal. Es decir, detrás de Rato. En el PP se sabe que Pilar Valiente y Enrique Giménez-Reyna fueron durante tiempo predilectos de Aznar.
Para salvar a Rato ya hay un argumento en circulación: Montoro desde luego era el jefe de Enrique Giménez-Reyna, cosa grave; cierto que Rato es el jefe de Pilar Valiente, pero no se puede olvidar –dicen sus fieles– que la CNMV es un organismo autónomo.
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“Si en su lista ponen a alguien que no me guste, llamaré a la Comisión a Jordi Sevilla. ¿Por qué? Porque fue jefe de gabinete de Solbes”, comentaba uno de los estrategas populares de la Comisión. En esa línea se ha movido el intento algo alambicado de relacionar a Miguel Cruz y la reactivación del caso Banesto, promovida por el PP a tenor de que tal caso, como elemento comparativo, era profusamente citado por los populares días antes de que se removieran las denuncias.
A esa estrategia se sumaban ataques directos a José Luis Rodríguez Zapatero y a Jesús Caldera. “Se negaron a todas las comisiones de investigación” y Caldera “era partidario de que no hubiera comisiones cuando hubiera procesos judiciales abiertos”.Pero el fin de semana –estos días son de continuas llamadas y reuniones, de febril actividad conspiratoria– el gabinete de crisis de Rato adoptó cambios sustanciales en la estrategia y decidió prepararse para lo peor. Las agresiones al PSOE se van a compaginar con una expectante espera sin aprioris.
De Rato para abajo
Partiendo de la tesis de que Rato no tiene responsabilidades políticas, de ahí para abajo puede haber las dimisiones precisas para que lo de “caiga quien caiga” no sea mera retórica. Es lo de ni defender ni atacar a Enrique Giménez-Reyna (quien tiene un documento exculpatorio sobre Sefisur firmado por Luis Carlos Croissier), mensaje transmitido por Rodrigo Rato al preocupado comité ejecutivo del PP el lunes.
Rato ya ha lanzado dos mensajes, casi dos torpedos, a la débil línea de flotación del ministro de Hacienda: uno, los almuerzos en la CNMV no estuvieron bien y debieron ser consultados. Es decir, que él no los sabía, luego se ha enterado por los periódicos. Y dos, de mayor calado: Enrique Giménez-Reyna es un hombre de Cristóbal Montoro en estado puro. A Rato no le pareció mal el nombramiento, pero la responsabilidad es de Montoro. Los colaboradores del vicepresidente van incluso más allá en el mensaje: “Rato quería como secretario de Estado a Juan Costa, Enrique Giménez-Reyna fue un empeño personal de Montoro”.
Las decisiones adoptadas en el gabinete de crisis implican una mayor capacidad de maniobra para los peones en la Comisión de Investigación. Se sitúan sólidas defensas en torno a la vicepresidencia, aunque caigan el resto de los baluartes, dependiendo de las sorpresas que surjan.
Montoro como eslabón débil de la cadena de responsabilidades
Montoro aparece de partida –con el agravante de sus desafortunadas declaraciones a favor de su segundo, propias de un técnico no de un político profesional– como el punto débil de la cadena, como la pieza entregable en la partida. Resulta difícil sustraerse al maquiavelismo subyacente porque, de caer Montoro como víctima propiciatoria, Rato habría consumado su venganza por la partición de su feudo. Lo de Montoro tiene un componente de fatalismo, casi de tragedia griega, porque las desgracias le han venido justo cuando su figura brillaba con la luz propia del pacto de financiación autonómica y en vísperas del hito histórico de la ley de equilibrio presupuestario. Hace una semana, los hombres de Rato ponían la mano en el fuego por Pilar Valiente, y recordaban que la decisión del Consejo de Administración de la CNMV en 1999 de no intervenir Gescartera, como pedía la inspección, se tomó por unanimidad, “como consta en las actas, sin ningún voto particular”. Ahora está en entredicho por los almuerzos.
¿Y Aznar? Se ha situado por encima del bien y del mal. Es decir, detrás de Rato. En el PP se sabe que Pilar Valiente y Enrique Giménez-Reyna fueron durante tiempo predilectos de Aznar.
Para salvar a Rato ya hay un argumento en circulación: Montoro desde luego era el jefe de Enrique Giménez-Reyna, cosa grave; cierto que Rato es el jefe de Pilar Valiente, pero no se puede olvidar –dicen sus fieles– que la CNMV es un organismo autónomo.
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