L. D. / EFE.- Según el testimonio del principal imputado en el "caso Gescartera", la Comisión conoció esta circunstancia en su primera visita de supervisión a Gescartera en el año 1994, en la que se le explicó que esta operativa se realizaba para que "el cliente estuviera con nosotros y estuviera satisfecho". Camacho explicó que, para evitar que los clientes conocieran que tenían pérdidas, se les apuntaban plusvalías y, al tiempo, se anotaban las minusvalías a sociedades de su propiedad o de su familia.
El organismo supervisor pidió que se eliminara este tipo de operativa, así como la existencia de clientes que carecían de patrimonio registrado dentro de la agencia. Ya en 1996, según Camacho, la CNMV volvió a realizar otra inspección, que comenzó con carácter rutinario, en la que se llegó a la conclusión de que existía "la necesidad material de que Gescartera, como sociedad gestora de carteras, pidiera una transformación en agencia de valores.
En ese momento, la Comisión ordenó que se creara una cuenta individualizada de liquidación para cada cliente, en lugar de una "cuenta omnibus" -cuenta común a todos los clientes- como se venía haciendo, y prohibió que se invirtiera en mercados internacionales a través de sociedades radicadas en paraísos fiscales. El propietario de Gescartera reconoció que "cumplimos con caso omiso lo que la Comisión ordenó en ese momento" y que, además, ocultaron a este organismo la existencia de numerosas inversiones, clientes y minusvalías por importe de 13.000 millones de pesetas.
Posteriormente, en 1998, según su relato, la CNMV les aconsejó que vendieran la agencia de valores o que buscaran un socio, operación a la que Camacho se opuso pese a que otros administradores de la sociedad eran partidarios. Por ello y gracias a la intervención de la presidenta, Pilar Giménez-Reyna, se produjo la entrada de la ONCE como socio institucional, "que fue muy bueno para la CNMV", dijo Camacho, pero que no gustó tanto a los clientes que llegaban a la agencia y que se negaban a aparecer en los registros.
La llegada de la Fundación ONCE al consejo de administración de Gescartera hizo que estos clientes "estuvieran bastante displicentes", por lo que, según explicó Camacho, llevaban su dinero en metálico o en talones y siempre lo recuperaban de la misma manera y en cantidades inferiores a 500.000 pesetas. No obstante, el propietario de Gescartera negó que se tratara de dinero negro y explicó que la agencia ingresó por esta fórmula hasta el 30 por ciento de su patrimonio, es decir, unos 9.000 millones de pesetas, puesto que llegó a administrar 30.000 millones.
El organismo supervisor pidió que se eliminara este tipo de operativa, así como la existencia de clientes que carecían de patrimonio registrado dentro de la agencia. Ya en 1996, según Camacho, la CNMV volvió a realizar otra inspección, que comenzó con carácter rutinario, en la que se llegó a la conclusión de que existía "la necesidad material de que Gescartera, como sociedad gestora de carteras, pidiera una transformación en agencia de valores.
En ese momento, la Comisión ordenó que se creara una cuenta individualizada de liquidación para cada cliente, en lugar de una "cuenta omnibus" -cuenta común a todos los clientes- como se venía haciendo, y prohibió que se invirtiera en mercados internacionales a través de sociedades radicadas en paraísos fiscales. El propietario de Gescartera reconoció que "cumplimos con caso omiso lo que la Comisión ordenó en ese momento" y que, además, ocultaron a este organismo la existencia de numerosas inversiones, clientes y minusvalías por importe de 13.000 millones de pesetas.
Posteriormente, en 1998, según su relato, la CNMV les aconsejó que vendieran la agencia de valores o que buscaran un socio, operación a la que Camacho se opuso pese a que otros administradores de la sociedad eran partidarios. Por ello y gracias a la intervención de la presidenta, Pilar Giménez-Reyna, se produjo la entrada de la ONCE como socio institucional, "que fue muy bueno para la CNMV", dijo Camacho, pero que no gustó tanto a los clientes que llegaban a la agencia y que se negaban a aparecer en los registros.
La llegada de la Fundación ONCE al consejo de administración de Gescartera hizo que estos clientes "estuvieran bastante displicentes", por lo que, según explicó Camacho, llevaban su dinero en metálico o en talones y siempre lo recuperaban de la misma manera y en cantidades inferiores a 500.000 pesetas. No obstante, el propietario de Gescartera negó que se tratara de dinero negro y explicó que la agencia ingresó por esta fórmula hasta el 30 por ciento de su patrimonio, es decir, unos 9.000 millones de pesetas, puesto que llegó a administrar 30.000 millones.