En el momento de escribir estas líneas, la marcha negra está a punto de entrar en Madrid. Los que hemos nacido y nos hemos criado en Asturias sabemos de sobra cómo se gestan estas movilizaciones y quiénes las espolean. No me he posicionado aún en este asunto, ni a favor ni en contra, pero sí les diré algo: si los mineros tuvieron en algún momento un ápice de razón, hace ya tiempo que la perdieron con sus algaradas de terrorismo callejero. La historia no es nueva. En Asturias ya la hemos visto muchas veces. Ante la amenaza del recorte de subvenciones a un sector totalmente anacrónico e ineficiente, ciertos grupos sacan a pasear la dialéctica de la lucha de clases, como antaño, otorgándose a sí mismos el papel de "elegidos" del proletariado.
La realidad es que el conjunto de la minería ha sido un grupo de privilegio entre la clase trabajadora. Entre los muchos privilegios de los que goza el sector del carbón, y que nos han costado a los contribuyentes casi 25.000 millones de euros, hay uno que conviene destacar. La legislación obliga a ciertas centrales térmicas a quemar el carbón nacional para producir electricidad, aún a sabiendas de que es mucho más caro que el carbón extranjero y mucho más contaminante. Esto no es más que una política proteccionista y un trato de favor a cierto colectivo social que se paga a costa de recortar las libertades del resto de la sociedad en forma de coacción fiscal. Como muestra de la paradoja, los sucesivos Gobiernos que han ido dejando España como un erial subvencionaban las energías renovables con el pretexto medioambiental y, al mismo tiempo, subvencionaban el carbón nacional que es, según ellos mismos, lo que más perjudica al medioambiente.
Y esta inenarrable yuxtaposición de posturas incongruentes continúa aflorando por doquier. La pasada semana, en Avilés, los sindicatos convocaron movilizaciones para pedir que el Gobierno rebaje la tarifa eléctrica de las grandes industrias asturianas. Resulta que las grandes industrias, por ejemplo Alcoa, son muy intensivas en energía eléctrica. Y resulta que las nefastas políticas de este país, entre ellas subvencionar el carbón nacional, han puesto la luz por las nubes. Y resulta que los sindicatos son capaces de manifestarse, simultáneamente, para pedir que el Gobierno baje la luz y para pedir que sigan las subvenciones a la minería. Al mismo tiempo, en la misma manifestación, las mismas personas pedían una cosa y su contraria. Todo esto, como no podría ser de otro modo, sin que un ápice de rubor asome a sus rostros de lija.
Los mineros deberían tener en cuenta que sus puestos de trabajo son mantenidos de manera artificial por el resto de trabajadores, la mayoría de los cuales no cuenta con sus privilegios. ¿Por qué no se prejubila a los 45 años a los pescadores, a los agricultores o a los panaderos? Deberían saber que no viven de su esfuerzo, sino de la caridad de un Estado que quita el dinero al resto de ciudadanos para mantener sus prebendas y los despilfarros de empresas como Sodes, Diasa Pharma o Venturo XXI. Empresas que recibieron millones de euros en subvenciones y no generaron ni un solo puesto neto de trabajo.
La realidad es que, como muy tarde en 2018, las ayudas a la minería finalizarán y entonces en las cuencas asturianas no quedará nada. Y no quedará nada porque durante muchos lustros el caciquismo local se dedicó a despilfarrar miles de millones de euros mientras las cuencas se iban muriendo. Al mismo tiempo, los mineros que ahora piden solidaridad veían pasar la vida desde el otro lado de la ventana del "chigre" mientras miles de jóvenes (entre ellos el que escribe esto) tuvimos que hacer las maletas y dejar nuestra tierra... para no volver jamás.