Desde hace varios años, la extrema izquierda ha esparcido con ánimo un relato disparatado según el cual el terrorismo del Estado Islámico se nutre de las ventas de armas que Occidente cierra con algunos países de Medio Oriente. El colmo de la impostura ha llegado este verano, como hemos visto con las reacciones de determinadas fuerzas políticas ante los atentados en Barcelona y Cambrils.
Gracias a la investigación policial, sabemos que la célula preparó los ataques sin apenas financiación. No hablamos de un caso aislado: el terrorismo yihadista que está sufriendo Europa se caracteriza por un modelo low cost, que busca maximizar el daño con el menor coste posible. Pero, como quedó patente en la manifestación del pasado sábado 26 en Barcelona, los círculos de la extrema izquierda de nuestro país hacen caso omiso a la evidencia y abrazan una ridícula y absurda teoría de la conspiración, según la cual el terrorismo del Estado Islámico está "financiado" de algún modo por España, a través de la venta de armas a países como Arabia Saudí.
Sin embargo, estos lazos no tienen nada que ver con el Estado Islámico. En realidad, hablamos de ventas de aviones, corbetas, repuestos y armamento pesado, que nada tienen que ver con las armas que emplea el ISIS en Medio Oriente, como tampoco tienen nada que ver con los atentados que perpetran sus seguidores yihadistas en Europa.
Entonces, ¿de dónde vienen los recursos del Estado Islámico? ¿Cómo sufraga su operativa una organización definida por expertos como "el grupo terrorista mejor financiado de la Historia"? La respuesta es más sencilla y menos conspiranoica de lo que le gustaría a la extrema izquierda española. Y es que el secreto de los abultados bolsillos del ISIS está en los impuestos y los saqueos.
Impuestos y saqueos
En 2015, Libre Mercado explicó las finanzas del Estado Islámico. El grupo terrorista se apoya en impuestos y tasas que los ciudadanos de los territorios controlados por ISIS deben abonar de manera periódica. A cambio, el grupo afirma que garantiza la "seguridad" y los "servicios básicos", si bien el grueso de los recursos va a financiar los ataques del grupo, a pagar los sueldos de sus integrantes, etc.
En los territorios controlados por el Estado Islámico están en vigor diversos impuestos indirectos. Por ejemplo, a modo de IVA, los comercios de las ciudades se ven obligados a guardar un porcentaje de sus ventas (entre el 2% y el 5%, dependiendo de la ciudad) para entregarlo al Estado Islámico. Pero la cosa no acaba aquí: también hay importantes ingresos derivados de las tasas de actividad, que son gravámenes que deben abonar aquellas personas que desean ejercer determinadas profesiones (por ejemplo, un taxista debe pagar 4 euros al día para poder circular). Y a todo lo anterior hay que sumarle un tipo medio del 10% en el Impuesto sobre la Renta y del 15% en el Impuesto de Sociedades, así como tasas de aduanas en las carreteras.
Pero los impuestos son solamente una parte de la financiación: el resto de los recursos del grupo proviene del saqueo sistemático. La rapiña se da a pequeña escala (golpeando con confiscaciones a las poblaciones de los territorios controlados), pero también a gran escala (principalmente esquilmando recursos naturales como el petróleo, pero también incluso robando antigüedades y patrimonio artístico para venderlo en el mercado negro).
Las investigaciones del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (ICSR por sus siglas en inglés) concluyen que, en efecto, los impuestos y el saqueo explican la práctica totalidad de los ingresos logrados por el Estado Islámico. En la actualidad, se estima que el ISIS opera con un presupuesto de alrededor de 600 millones de dólares. De dicha cifra, 200 millones son impuestos recaudados por la vía ordinaria, otros 200 millones vienen de las ventas de petróleo robado y 100 millones más se explican por los saqueos y confiscaciones. Hay otras vías de financiación (por ejemplo, los secuestros permiten obtener alrededor de 30 millones de dólares), pero no son significativas.
Sin dejar los informes del ICSR, conviene hacer dos puntualizaciones más:
- El petróleo saqueado por ISIS se vende en los mismos territorios controlados por el Estado Islámico o, en su defecto, en zonas de frontera. Por tanto, la población se ve obligada a "repostar" en gasolineras que despachan crudo controlado por los terroristas, lo que engorda los bolsillos de la organización. Pero no tiene ningún sentido plantear que acaso esas ventas se realizan a Occidente o que cualquier democracia de nuestro entorno hace negocio con ese petróleo. De hecho, las operaciones Tidal Wave I y II, lideradas por Estados Unidos, han reducido drásticamente la capacidad del ISIS para obtener ingresos por esta vía, pasando de un pico de 500 millones de dólares en 2015 a los niveles de 200 millones que se observaron en 2016, último año evaluado.
- En cuanto a las donaciones desde el extranjero, los documentos del ICSR son claros y concluyen que no hay evidencia seria que respalde la existencia de inyecciones de capital llegadas desde otros países de Medio Oriente. Hablamos, por tanto, de un grupo que se financia a sí mismo, con una operativa propia.
En cualquier caso, todo lo anterior se refiere al día a día del Estado Islámico, pero no a las finanzas del terrorismo que perpetran sus seguidores en Occidente. Y, como ya apuntamos antes, los ataques en suelo europeo se caracterizan por su baja intensidad de capital y su elevado poder de destrucción. Lo vimos en Las Ramblas, una furgoneta puede ser suficiente para causar más de cien víctimas, entre muertos y heridos.
Por tanto, el relato de la extrema izquierda no puede ser más desnortado. No, el Estado Islámico no se nutre de las aportaciones de Arabia Saudí ni de los Estados del Golfo, sino que opera con sus propias fuentes de financiación. Y no, el yihadismo que el ISIS ha inspirado en Europa no exige grandes recursos, como pone de manifiesto el tipo de ataques ocurrido en los últimos años.
De modo que el relato que parece haberse impuesto entre las filas de la extrema izquierda no puede ser más desnortado y peligroso. Desnortado, porque no puede estar más lejos de la realidad. Peligroso, porque lastra la unidad contra el yihadismo y, peor aún, presenta a las instituciones democráticas como colaboradoras de una organización terrorista deleznable.