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Estonia, el triunfo de la austeridad: su deuda no llega al 10% del PIB

La fuerte y rápida recuperación de Estonia demuestra que la liberalización económica y la austeridad pública son la mejor receta contra la crisis.

La fuerte y rápida recuperación de Estonia demuestra que la liberalización económica y la austeridad pública son la mejor receta contra la crisis.

El estallido de la crisis de deuda en Europa puso el foco en las economías periféricas que se vieron más golpeadas por la caída de la actividad. Aunque Estonia no llegó a generar la misma preocupación que Grecia, lo cierto es que su PIB llegó a desplomarse un 20% entre los años 2008 y 2009. Solo el reducido tamaño del país báltico evitó que este desastre tuviese mayor relevancia en la crisis europea.

En cualquier caso, la economía de Estonia ocupó muchos titulares en los primeros compases de la crisis, especialmente a raíz de los ataques del premio Nobel de Economía Paul Krugman, que atacó duramente las políticas liberales aplicadas desde Tallinn como respuesta a la Gran Recesión.

¿Qué ha pasado desde entonces? Las dificultades del euro, la interminable crisis griega y el auge del populismo han desplazado a Estonia del debate, impidiendo que el gran público conozca el resultado de las medidas liberales. Pero, como muestra el siguiente gráfico, la economía báltica ha salido adelante con buen pulso, recuperando las tasas de crecimiento positivas en 2010 y enlazando datos más o menos positivos en los siete años siguientes. De hecho, la previsión del FMI para 2018 ya apunta a un crecimiento cercano al 3%.

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En términos de empleo, la flexibilidad laboral del pequeño país del Norte ha ayudado a ajustar rápidamente la situación de las personas que perdieron su trabajo en los peores momentos de la crisis. Entre 2008 y 2010, el desempleo saltó de menos del 6% a más del 16%, pero en 2012 ya veíamos una tasa cercana al 10% y en 2015 ya se recuperaron los niveles pre-crisis.

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Para evitar una crisis de deuda como la que sufrió España entre 2010 y 2012, Estonia se concentró en mantener el equilibrio entre ingresos y gastos. Como reflejan los datos del FMI, los desequilibrios nunca llegaron a ser pronunciados, ni siquiera en 2009, con un descenso del PIB que rondó el 15%.

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Estonia hizo ajustes superiores al 10% del PIB, con recortes salariales a empleados públicos, programas de reducción del gasto por la vía de la eficiencia en la educación y la sanidad, privatización de activos públicos, simplificación de la burocracia… Por la vía fiscal, se mantuvo el modelo de impuestos bajos y solo se revisó al alza la fiscalidad indirecta, mientras que se mantuvo un tipo único del 20% en el IRPF y un gravamen especial en Sociedades que solo se cobra al reparto de dividendos, dejando exentos de tributar los beneficios reinvertidos.

El resultado es un cuadro fiscal óptimo, con una deuda pública que no llega al 10% del PIB, gracias al éxito de las políticas de "austeridad" que tan duramente criticó Krugman pero que tan buenos resultados ha arrojado.

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