A estas alturas ya nadie se sorprende de que los metales preciosos, oro y plata sobre todos, estén siempre en el punto de mira de quienes actúan directa o indirectamente en los mercados internacionales. Londres, Nueva York, Shangai, Zurich… en todos se producen cotidianamente movimientos, a veces fuertes, a veces auténticos vendavales, otras simplemente leves brisas, que influyen en el precio final de dichos metales.
Son los toros que envisten o los osos que arrastran. Si lo prefieren, en lenguaje ajeno a la jerga financiera y bursátil estadounidense de"Bulls" y "Bears", subidas y bajadas de precios.
El COMEX neoyorquino suele utilizar ambas denominaciones zoológicas cuando se vuelcan, a favor o en contra, del oro o la plata.
Ahora, en estos momentos vacacionales o prevacacionales del medio mundo que se lo puede permitir, el mercado del oro físico plantea una interesante alza respecto al precio de salida a principios de enero. Entonces, el 3 de enero, el metal amarillo arrancó con 1.148,65 dólares la onza en el London Bullion Market; ahora se sitúa en una cómoda cifra de 1.229,85 dólares o 1.074 euros, si lo prefieren. Una interesante embestida de los toros, de 81 dólares por onza, en casi seis meses.
Pese a ello, los osos también actuaron en este primer semestre del año, pues tras su acecho se abalanzaron para arrastrar al oro por debajo de los 1.292,70 dólares onza a los que se había encaramado el pasado 7 de junio.
Respecto a la plata, el metal argénteo arrancó el año en 15,95 dólares onza, y tras un pequeño empuje de los toros en abril hasta los 18,40 dólares onza, los osos volvieron a marcar correcciones hasta los 16,07 dólares onza el 17 de julio. Esta situación de casi equilibrio en seis meses no es ni más ni menos que una agradable invitación a los inversores a que tomen ventaja en estas bajadas, a que tomen posiciones ante próximas y no muy lejanas embestidas de los toros de Wall Street.