No puede ser más cierto que las ideologías, o mejor, los ideologizados, sobre todo los que lo son con gran vehemencia, no están capacitadas para valorar la sutileza del producto del panal ni para apreciar su fina textura y delicado sabor.
Menos aún son capaces de valorar el esfuerzo de tantas disciplinadas abejas, con agotadoras jornadas y sin un mísero enlace sindical a quien presentar sus reivindicaciones laborales. Al fin y al cabo, en la sociedad de las abejas, magníficamente organizada y jerarquizada, los zánganos son, simplemente, eso: zánganos, excluidos del grupo social.
Los muchos que en nuestra nación saben lo que cuesta ganar honestamente un euro sí son capaces de valorar, y lo hacen con justicia, los gestos de gratuidad de quien, sin obligación alguna, dona parte de lo que es suyo para atender las necesidades de muchos, conocidos o desconocidos; y todo ello sin esperar nada a cambio.
Los otros, moradores también en la misma nación, encuadrados en el grupo de los zánganos, al menos zánganos de mente, por tenerla atrofiada, devotos de una ideología que consideran imprime carácter, desprecian la actitud generosa de personas de gran corazón que, con humildad y civismo, ofrecen el resultado de su esfuerzo en pro de los demás.
Es bien cierto que esos otros moradores ni siquiera imaginan qué es eso de dar algo propio a cambio de nada; nunca lo han hecho. Al contrario, con éxito o sin él, habrán intentado repartirse algo que a todos pertenece, para lo que se atribuyen el privilegio, nunca fundamentado, que su ideología, o una historia artificialmente construida, les hace acreedores universales de los bienes que son comunes.
El desprecio y rechazo a la donación de don Amancio Ortega, a quien no tengo el gusto de conocer, pero a quien ese desprecio y rechazo le enaltecen, es un acto de villanía y de indignidad de quien, por su misma naturaleza, sin mérito propio alguno, es considerado un ser humano. Ante tales personajes, no extraña ya que la historia esté repleta de hechos atroces protagonizados por los hombres. También por las mujeres, por si hay alguna duda. ¿Es sólo complejo de inferioridad?
Como español de a pie, favorecido en alguna ocasión por la generosidad de esos mecenas varios, no puedo menos que agradecer a don Amancio su voluntad por compartir lo que él ha obtenido con su esfuerzo. Y un consejo: si alguna vez el cerrilismo de lo público –que es lo que la izquierda considera privativo suyo– llega a impedir que usted haga el bien que pretende hacer, seguro que en el sector privado, más capaz de apreciar el sabor de lo bueno, consciente del esfuerzo que se requiere para conseguirlo, encontrará buena acogida con agradecido reconocimiento.
No pierda el tiempo. Al sector público, los impuestos establecidos por ley; incrementar éstos con donaciones puede permitirles pensar que la carga impositiva aún es liviana.
¡Dios nos libre de ello!