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Desmontando a Alberto Garzón: el éxito de Le Pen no es hijo del liberalismo... y el suyo tampoco

Los países de Europa en los que los extremistas tienen más posibilidades de gobernar son también los más intervencionistas y menos pro-capitalistas. 

Los países de Europa en los que los extremistas tienen más posibilidades de gobernar son también los más intervencionistas y menos pro-capitalistas. 
Alberto Garzón, la semana pasada, en Madrid, durante la reunión de la Coordinadora General de IU. | EFE

"No podemos olvidar que las políticas de Macron son las que han creado fenómenos como el de Le Pen. El fascismo es hijo directo del liberalismo", Alberto Garzón

No ha sido una buena semana para Alberto Garzón. El domingo, su candidato a las Presidenciales francesas, Jean-Luc Mélenchon, se quedaba a las puertas de la segunda vuelta. Fue un gran resultado para el líder de la extrema izquierda gala, pero como las encuestas de los últimos días le daban una tendencia al alza y llevamos un par de años de sobresaltos electorales, en el mundillo del eurocomunismo había cierta esperanza.

El jueves intentaba lanzar un dardo a la política liberal del PP de Madrid con un tuit en el que asociaba el último escándalo de corrupción de la Operación Lezo con la supuesta privatización del organismo público: "Sin la privatización del Canal no hubiera sido posible este caso de corrupción. Siempre las privatizaciones". El problema es que el Canal es 100% público, como puede verse en la web del propio organismo, por otro lado.

Tampoco Francia es la quintaesencia del liberalismo, que se diga. De hecho, como le explicaba este lunes Juan Ramón Rallo a Garzón, Francia es uno de los países más intervencionistas de Europa en cualquier métrica que se quiera coger: gasto público, impuestos, rigideces en el mercado laboral, proteccionismo comercial, normativa anti-empresarial, tamaño del sector público empresarial… Estaría bien que el responsable de Economía de Izquierda Unida explicase exactamente en qué es Francia un paraíso liberal. Aunque sólo sea para que los liberales españoles puedan copiarlo.

Más allá de la cuestión francesa y del pequeño detalle de que Emmanuel Macron fue ministro de Economía entre 2014 y 2016 y el Frente Nacional lleva sacando en la primera vuelta de las Presidenciales alrededor del 15% del voto (a veces un poco más, otras algo menos) desde 1988... como decimos, más allá de este ligero desequilibrio temporal que no parece afectar al razonamiento de Garzón, lo cierto es que en Europa Occidental los partidos antisistema viven sus mejores momentos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En el centro y norte del continente es la extrema derecha la que sube en los sondeos con su discurso anti-inmigración. En el sur, es la extrema izquierda la que se aprovecha de la retórica anti-austeridad. Y en Francia, que está a mitad de camino, prosperan unos y otros.

También a extrema derecha y extrema izquierda se señala al liberalismo, la globalización y el libre mercado como grandes culpables de la decadencia de sus sociedades. Ésta es una coincidencia en los programas que a Garzón tampoco le gusta nada reconocer, por muy evidente que sea, pero que incluso en el Frente Nacional ya admiten abiertamente. Por ejemplo, haciendo listas en Twitter de similitudes entre lo que pedía Mélenchon y lo que propone Le Pen, con el objetivo declarado de atraer al electorado de aquél en la segunda vuelta (aquí, Albert Rivera se hace eco de esos mensajes del FN en las redes sociales):

Es complicado decir de dónde viene todo este descontento o por qué ahora se produce este repunte del extremismo político. La crisis, la inmigración, el desgaste de más de medio siglo de estabilidad, las grietas que le empiezan a salir al Estado de Bienestar... Probablemente habrá que hacer un análisis país a país y cada cual tendrá su explicación. Para Garzón todo proviene del neo-ultra-mega-liberalismo.

Antisistema

En este sentido, sí hay un apunte interesante: los países en los que estos partidos tienen más posibilidades de llegar al poder y romper el marco institucional son los más intervencionistas, los menos liberales y los menos prósperos. La extrema derecha y el comunismo sólo ganan donde hay pobreza o donde la crisis ha alejado a la realidad las expectativas generadas. Y la pobreza está más presente donde hay menos liberalismo. En Suiza, Suecia o Dinamarca hay partidos antisistema que crecen y es preocupante como marcan la agenda política en muchas ocasiones.

Pero en realidad tienen muy pocas opciones de llegar al poder o cambiar las reglas del juego. Mientras, en Grecia y Portugal la extrema izquierda ya está en el Gobierno. En Francia Marine Le Pen pasa a la segunda ronda y Mélenchon roza el triunfo. En Italia, Beppe Grillo y su Movimiento Cinco Estrellas está líder en las encuestas con más del 30% de intención de voto. Y en España Podemos aspira a llegar a La Moncloa tras los próximos comicios.

Por eso, en cierto sentido, Alberto Garzón debería estar celebrando lo ocurrido en Francia. Porque demuestra que sólo en un país tan intervencionista como España, es posible que el líder del Partido Comunista (Garzón es coordinador general de Izquierda Unida y miembro del Comité Federal del PCE) tenga alguna posibilidad de convertirse en el próximo ministro de Economía. Porque en Unidos Podemos citan mucho a los países del norte de Europa, a Suecia, Dinamarca u Holanda: pero nunca dicen que una formación como la suya lucharía por entrar en el Parlamento de cualquiera de estos países.

En eso, nuestro país o Francia se parece mucho más a Grecia que a las socialdemocracias nórdicas. También en los siguientes aspectos... ninguno nos pone en cabeza del neoliberalismo mundial precisamente

Libertad económica

En libertad económica, según el índice que elaboran la Fundación Heritage y el Wall Street Journal, los cinco países del sur son los últimos (junto a Bélgica) de la UE-15, los que formaban la Unión antes de la ampliación al este. Estos países son: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Portugal, Reino Unido, Suecia. Y las puntuaciones son las siguientes:

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Fundación Heritage

En Grecia, Portugal, España o Francia la crisis puede tener muchas razones. Pero ¿la libertad económica o el neo-liberalismo? Y entonces por qué no ha sido mucho peor en Dinamarca, Suecia u Holanda. O por qué Irlanda ha sido el único país rescatado que ya ha recuperado el equilibrio de sus finanzas y es el que más crece de la UE.

Quizás el problema esté en la cantidad de grandes empresas que hay en Francia o España. En los últimos años, la extrema izquierda ha limado algo su retórica anti-empresarial. Pero sólo en lo que concierne a las pequeñas empresas. Para multinacionales y grandes compañías el discurso es el mismo: en estas empresas se conculcan los derechos de los trabajadores, a los que se somete a unas condiciones indignas, que alimentan el resentimiento. No importa que todas las estadísticas digan que los empleados de las grandes empresas cobran más y tienen mejores condiciones laborales que los de las pymes.

Para Podemos, Garzón, Mélenchon o Le Pen hay que atar en corto a estas grandes empresas. Todos ellos llevan en su programa la promesa de expropiar muchas de ellas. Y no hablamos sólo de nacionalizar directamente: tanto la extrema derecha como la extrema izquierda proponen regulaciones de todo tipo para controlar a los empresarios, ya sean grandes o pequeños, quitándoles buena parte de su capacidad para gestionar su propiedad.

Pues bien, en ninguno de los dos países hablamos del paraíso de las multinacionales precisamente. En ambos casos, la legislación impone una serie de requisitos a las empresas según van creciendo que limitan su capacidad para hacerlo. De hecho, ni España ni Francia aparecen en los diez primeros puestos en ninguno de los sub-índices en los que se divide el ILE, algo que es lo habitual para Dinamarca, Suecia, Holanda o Irlanda. Estos países no están más arriba en la clasificación general porque el tamaño del Estado o el nivel de impuestos lo impide, pero en regulación concerniente a derechos de propiedad, mercado laboral, protección de las inversiones o mercado financiero están en los primeros puestos de la lista. "¡Capitalismo salvaje!" diría Garzón. Enfrente, Grecia, Francia, Portugal, España e Italia tienen todos ellos regulaciones mucho más estrictas.

Valores

Por último, quizás podría pensarse que aunque sus políticas no sean muy intervencionistas, quizás el problema es que en estos países del sur de Europa se ha infiltrado el virus del ultra-liberalismo en las mentes de sus ciudadanos. Vamos, que en Francia votan a Le Pen y no a Mélenchon porque les han convencido (con razón o no) convertirá su país en una especie de paraíso libertario. Pues tampoco.

De nuevo, en lo que tiene que ver con los valores y actitudes de sus ciudadanos, los cinco países del sur de Europa destacan precisamente por lo contrario. Sus habitantes son los que más desprecio muestran por los empresarios, los que más declaran que habría que castigar a los ricos, los que más apuestan por una igualdad extrema sin tener en cuenta los méritos y los que más dicen desconfiar del libre mercado y el capitalismo.

Por ejemplo, en el siguiente gráfico, del informe Values and Worldviews que la Fundación BBVA publicaba hace unos años, puede verse cómo Francia y España son los dos países de los participantes en el que menos se valoraba la economía de mercado.

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No es una excepción. En todas las encuestas, Italia, España, Francia, Grecia y Portugal aparecen como los estados miembros de la UE en los que el capitalismo es mirado con mayor sospecha. Por eso no es casualidad que Le Pen, Mélenchon, Tsipras, Grillo... o Garzón estén donde estén y tengan la relevancia pública que tienen.

No, no parece que Marine Le Pen sea hija del liberalismo francés. Ni Tsipras del griego. Ni Garzón del español. Porque en ninguno de sus tres países hay demasiado liberalismo para que éste tenga descendencia. Eso debería enorgullecer a todos estos políticos, que deberían reclamar para sí la herencia de sus países, los más intervencionistas de Europa. El problema es que también son los menos avanzados de la UE-15. Quizás por eso, cuando quieren explicar los males que aquejan a sus sociedades, las describen como si fueran una especie de Suiza, Singapur, Nueva Zelanda o Australia, los países más libres del mundo desde el punto de vista económico. "¡Qué más quisiéramos!", pensarán muchos de sus conciudadanos.

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