Los contribuyentes franceses y finlandeses sostienen los niveles más altos de gasto público de toda Europa. En ambos países, los presupuestos del Estado consumen recursos por un monto equivalente al 57% del Producto Interior Bruto, según reflejan las cuentas de Eurostat para 2015, último año para el que la oficina estadística comunitaria ofrece datos definitivos.
Además de Francia y Finlandia, hay un grupo de siete países en los que el gasto público se sitúa por encima del umbral del 50% del PIB. Se trata de Grecia (55,4%), Dinamarca (54,8%), Bélgica (53,9%), Austria (51,6%), Italia (50,4%), Suecia (50,2%) y Hungría (50%).
El gasto público medio en la UE-28 asciende, según Eurostat, al 47,3% del PIB. Entre los países integrados en la Eurozona, el porcentaje es ligeramente superior, hasta llegar al 48,5% del PIB. España se coloca en la zona media de la tabla, con un gasto público que llegó en 2015 al 43,8% del PIB.
En el extremo opuesto de la tabla nos topamos con dos países que han consolidado desde hace años un volumen de gasto público mucho menos pesado en relación con el Producto Interior Bruto:
- El primero es Suiza, que se mantiene fuera de la Unión Europea y que limita el peso del gasto público al 33,9% del PIB. Hablamos de una ratio similar a la observada hace una década (34% del PIB en 2005), de manera que, a pesar de la crisis, los sucesivos gobiernos helvéticos han apostado por el continuismo en clave fiscal.
- El segundo es Irlanda, que no solo está dentro de la UE-28 sino que también forma parte de la Eurozona. A pesar de las presiones que esto supone, el Tigre Celta cerró 2015 con un gasto público equivalente al 29,4% del PIB. Hace diez años, Irlanda se movía en niveles del 33,3% del PIB, de manera que, aún a pesar de la crisis y del rescate, los gobiernos de la isla han sido capaces de profundizar un modelo basado en reducir el peso del Estado.
La receta del éxito
Tanto en el caso de Suiza como en el de Irlanda nos encontramos con un denominador común: en vez de apostar por grandes tajos al gasto, ambos países han optado por aumentar los presupuestos a un ritmo más bajo que el crecimiento del PIB. De esta forma, aunque las Administraciones Públicas no manejan menos recursos, su peso sobre la actividad económica se va reduciendo de manera paulatina.
En el caso de Suiza, se ha introducido un freno fiscal que actúa de manera similar a la Regla de Gasto que rige el desempeño fiscal de los Ayuntamientos españoles. La diferencia radica en que, en nuestro caso, dicha norma se aplica solamente a nivel local, mientras que en el país helvético se extiende al conjunto de las Administraciones.
Impuestos bajos a las empresas
Un rasgo que también comparten los modelos económicos de Suiza e Irlanda es la importancia que dan a la fiscalidad. En ambos casos, los gravámenes aplicados a las empresas son reducidos, alcanzando el 14% en Suiza y el 12% en Irlanda.
Estas rebajas fiscales han servido como palanca fiscal para atraer inversión y crear empleo, dos ejes de crecimiento que permiten generar bienestar y, en última instancia, mantener unas Administraciones Públicas que resultan menos pesadas para los contribuyentes.