El economista y pensador estadounidense Christopher Lingle lleva años recorriendo el mundo con el objetivo de estudiar el progreso social que generan las ideas de la libertad. Libre Mercado se ha reunido con él en el marco de la cumbre sobre competencia fiscal que organizó Goethals Consulting. A continuación pueden consultar el resultado de la conversación.
- Ha dedicado muchos años a estudiar el concepto de 'sociedad abierta'. ¿Cómo lo definimos?
Como nos enseñaron Henri Bergson y Karl Popper, hablar de una 'sociedad abierta' es hablar de una armonización natural de los intereses de las personas. Frente al tribalismo y el colectivismo, que van de la mano del autoritarismo, en la 'sociedad abierta' predomina el pensamiento racional y la libertad individual. Pero hay otros aspectos esenciales. Por ejemplo, es importante que prevalezca el imperio de la ley, no entendido como la proliferación de normas, sino como un marco legal definido, estable y claro, que garantice las libertades más fundamentales.
- Y, por supuesto, la libertad económica.
Claro, porque una 'sociedad abierta' no se explica sin el fomento de la creatividad y la innovación. Y todo eso se desarrolla a través del mercado, de la apertura económica, de la prosperidad que se genera a través del comercio, la inversión y la cooperación.
- Parece que en Occidente hay un recelo creciente hacia esas ideas.
La sociedad está cambiando de manera intensa. Hay un cambio que nace del sector privado, donde el desarrollo de nuevos procesos, de nuevos proyectos… puede tener un impacto profundo en determinados ámbitos. Y luego hay un cambio que viene del sector público, a menudo ligado a un refuerzo de la regulación y una restricción de la libertad económica. Por uno y otro lado, los equilibrios de nuestra sociedad se van alterando. Hay una inestabilidad y una fragilidad inherente en nuestros sistemas y hay que aprender a vivir con ello.
- ¿Qué opina del auge del populismo?
Se habla mucho del auge del populismo y de la amenaza que puede suponer para nuestras sociedades abiertas. Pero, en gran medida, la democracia y sus contradicciones está en el corazón de lo que está ocurriendo. El juego de mayorías y las promesas de bienestar ilimitado tienen mucho que ver con el desencanto. Y, en última instancia, esto genera un giro hacia posiciones populistas, que ofrecen al electorado una mayor estabilidad, un nuevo orden que reduce la ansiedad que nos producen los cambios.
Los nuevos líderes populistas pretenden solucionar los problemas humanos a base de expandir el poder político. Sus movimientos nos llevan a una politización creciente de los mercados y de las conductas humanas. Está la izquierda populista, con su discurso anticapitalista. Es la izquierda de Chávez, Kirchner, Podemos, Sanders o Syriza.
Y está la derecha populista, con Trump, Duterte, Le Pen, Wilders, Farage… Y esa derecha populista también plantea medidas antiliberales en muchos campos. Además, líderes nacionalistas como Putin, se alimentan de ambas corrientes. Pero unos y otros son una amenaza y debemos combatirlos por igual. Hay que apostar por solucionar los problemas humanos a base de expandir la libertad humana, no de restringirla.
- Hoy somos más ricos que nunca. ¿A qué se debe?
Si repasamos la evolución del PIB per cápita en los últimos siglos, podemos ver que apenas hubo avances materiales hasta finales del siglo XVIII. Deirdre McCloskey llama al progreso que hemos vivido desde entonces "El Gran Enriquecimiento". El ingreso per capita medio se ha multiplicado por diez en los últimos 200 años. Y, según McCloskey, la clave no es la acumulación de capital, el avance tecnológico… sino, ante todo, la aceptación social del emprendedor, la validación del empresario como una persona que busca el lucro pero lo hace a base de desarrollar bienes y servicios que satisfagan necesidades.
Ese "Gran Enriquecimiento" se ha visto alterado, no ha sido lineal. Hemos visto procesos de expansión, como en los años de Reagan y Thatcher, como en la adopción del capitalismo por parte de las viejas repúblicas soviéticas… pero también hemos vivido momentos como los actuales, en los que la tónica parece ser el refuerzo del Estado del Bienestar, con todo lo que ello supone.
- En Europa somos pioneros en cebar el Estado del Bienestar, pero Estados Unidos no se está quedando corto…
Me preocupa especialmente el avance del Estado del Bienestar porque trata a la persona como una especie de esclavo, que está obligado a cargar con una Administración gigantesca, cuyas cargas y costes no paran de aumentar cuando se concibe la democracia sin límites estrictos.
Siempre se critican los mercados desregulados. Yo critico más la política sin límite. Cuando la política no tiene límites, se promueve un juego de suma cero, en el que el gobierno gana poder mientras el sector privado lo pierde. En los mercados desregulados, al menos hay un importante componente de cooperación que es inherente al capitalismo.
- ¿Necesitamos un cambio de mentalidad? ¿Un mayor aprecio del laissez faire?
Hay que volver a las ideas que generaron "El Gran Enriquecimiento". Hay que restaurar el respeto y el aprecio social por el emprendedor. Hay que motivar el dinamismo empresarial, abrazando el cambio productivo y la llamada "destrucción creadora". Hay que promover la eficiencia, hay que explorar nuevas tecnologías, hay que facilitar la inversión y el comercio… Un ejemplo de lo importante que es esto es el fracking, que ha reducido sustancialmente los precios de la energía en EEUU.
Y también debemos promover la competencia entre las instituciones y entre los países. El principio de "armonización fiscal" elimina la posibilidad de que empresas y trabajadores elijan qué marco se ajusta mejor a sus ideas. Países como Panamá sufren las consecuencias del acoso de los países más poderosos precisamente porque ofrecen un marco favorable al sector privado. Y en Europa también vemos que se pretende castigar a los países que lo hacen mejor o, simplemente, distinto.