Nacido en 1939, el economista Pascal Salin es uno de los liberales más influyentes de Francia. Presidente de la Mont Pelerin Society a mediados de los años 90, es profesor emérito de la Universidad Paris-Dauphine, donde impartió clases hasta su jubilación en 2009. Salin ha sido distinguido con numerosos galardones y colabora frecuentemente con diarios como Le Figaro y Les Echos. Libre Mercado se ha entrevistado con él a raíz de su paso por la cumbre sobre competencia tributaria que Goethals Consulting organizó en Panamá a lo largo del mes de febrero.
- La candidatura de Emmanuel Macron es la gran incógnita de las próximas elecciones presidenciales en Francia. Viene del gobierno del Partido Socialista, pero se presenta como liberal en asuntos económicos. ¿Qué opina de él?
La figura de Emmanuel Macron ha emergido como una fuerza electoral con ciertas posibilidades. Pero primero fue asesor de Hollande y luego ocupó el cargo de ministro de Finanzas del gobierno de Valls, por lo que no se puede desligar su candidatura del mal bagaje económico que deja este Ejecutivo.
Aunque ahora se presenta como liberal y diga estar por encima de la división tradicional entre derecha e izquierda, su gestión como ministro no ha supuesto grandes liberalizaciones. Solo hay dos leyes que llevan su firma y que sí han reducido la intervención en algunos ámbitos. Por tanto, hay que tener mucho cuidado.
Efectivamente, parece que su candidatura tiene algunas opciones, pero en su programa hay mucha ambigüedad, no hay ideas concretas, solo mensajes genéricos sobre el "cambio"… Elegir eso conlleva menos riesgo que elegir a Le Pen, eso está claro, pero no significa que sea un paso en la dirección correcta.
- Un triunfo de Le Pen sería…
Sería terrible. Su programa económico es el programa económico de la extrema izquierda. Quiere salir del euro para adoptar políticas inflacionistas. Quiere romper los tratados de la Unión Europea porque rechaza el comercio y defiende el proteccionismo. Su programa fiscal supone un estallido tributario en un país que ya soporta unos impuestos muy elevados. Y si esas medidas se llegan a aplicar, el resultado sería insostenible para Francia.
- De todos los candidatos, ¿el que más le convence es Fillon?
Hay una tremenda campaña contra él, con muchas acusaciones que están poniendo en jaque su candidatura. Contratar a su esposa como asistente le ha generado muchas críticas, pero hay que decir que alrededor de un centenar de diputados franceses han hecho eso mismo por lo que algunos pretenden descalificarle. Y sería una pena que eso descarrile su Presidencia, porque su victoria sí podría ser positiva para Francia.
- ¿Cree que Fillon lograría liberalizar la economía francesa?
Tengo confianza en su candidatura porque ha dejado claro que si accede a la Presidencia va a cumplir con un mandato basado en adoptar reformas económicas de corte liberal. Fillon tiene claro que hay que bajar los impuestos, reducir el gasto público, terminar con el excesivo poder de los sindicatos, abrir a la competencia los mercados que están intervenidos, simplificar la regulación y la burocracia…
- No sería el primer presidente francés que promete ese tipo de reformas y termina haciendo lo contrario…
Desde 1981, con la llegada al poder de Mitterrand, Francia aceleró su camino hacia el socialismo. Y ni Chirac ni Sarkozy han sido capaces de darle la vuelta a esa situación. De hecho, aplicaron medidas opuestas a las que habían anunciado cuando eran candidatos. Eso genera frustración y hace que nos toque dar la cara por presidentes que decían representar nuestras ideas pero luego no fueron fieles a las mismas e hicieron cosas muy distintas a las anunciadas.
- Francia es una voz firme a favor de la armonización fiscal en Europa. La OCDE, que lidera la campaña contra la competencia tributaria, tiene sede en París. ¿Qué opina de todo esto?
Es estúpido pensar que la armonización fiscal nos va a beneficiar en algo. Ocurrirá todo lo contrario, porque se abrirá las puertas a subir y subir los impuestos al no haber alternativas de salida para el sector privado. Parece que algunos quieren que el empresario y el contribuyente queden reducidos a una especie de esclavos fiscales, despojados de derechos y obligados a pagar cada vez más a Hacienda.
La competencia es buena. Es bueno que compitan los estudiantes. Es bueno que compitan las empresas. Y es bueno que compitan los países. La competencia nos obliga a hacer las cosas mejor. Y, por tanto, la competencia fiscal es positiva en la medida en que introduce incentivos favorables y fuerza a las distintas jurisdicciones a pugnar por ofrecer el mejor tratamiento tributario posible a empresas y trabajadores.
- Su país también abandera el discurso a favor de la progresividad fiscal.
La progresividad fiscal, lejos de ser positiva, supone un golpe letal al capitalismo. En el mismo Manifiesto Comunista se habla de la progresividad como una de las armas que contribuyen a destrozar los incentivos inherentes a la economía de mercado. No es ninguna sorpresa que los países ricos tengan tanto desempleo.
El error de la progresividad ha sido imitado por numerosos países, pero hay cada vez más excepciones. Por un lado están los países que han adoptado un impuesto de tipo único o flat tax. Tiene gracia que Rusia lo haya introducido, siendo como es una nación clave en la historia del comunismo.
Pero el mejor ejemplo no es Rusia sino Estonia, que sumó esa reforma fiscal a todo tipo de medidas de liberalización y consolidó así un modelo económico que ha contribuido enormemente a que esta pequeña república báltica pase del subdesarrollo a ser un país cada vez más desarrollado y prospero.
Y por otro lado están países como los nórdicos o como Nueva Zelanda, que van reduciendo el peso de los impuestos directos mientras compensan la reducción con un refuerzo de los indirectos, generando la misma recaudación… pero con menos progresividad y, por tanto, mejores incentivos.
- También en Francia es habitual toparnos con una clase política obsesionada con subir los impuestos y las cargas que soportan las empresas.
A veces se coquetea con la idea de que hay impuestos "justos" y otros que no lo son. Se suele decir, por ejemplo, que subiendo los impuestos a las empresas se evita que aumente la presión fiscal que soportan los trabajadores. Pero, al final, los impuestos empresariales son cargas fiscales que se trasladan a los trabajadores, en forma de sueldos más bajos, a los accionistas, por medio de menos dividendos, a los consumidores, con precios menos competitivos… ¿Es justo cargar de más impuestos a trabajadores, accionistas y consumidores? No lo creo. Pero ese es el efecto de subir los impuestos a las empresas.
- Y otro tema recurrente en el debate político galo tiene que ver con los impuestos al ahorro y las rentas del capital. Lo vimos con la llamada Tasa Tobin.
Se introducen impuestos sobre las rentas del capital partiendo de que se cobrarán el día de mañana, pero si mañana se va a cobrar una tasa sobre nuestras inversiones, entonces la rentabilidad que tienen hoy es menor de la aparente, ya que sabemos que en última instancia tendremos que asumir ese golpe fiscal. Esto deprime la inversión y el ahorro, como vemos en la mayoría de países de Occidente.