"Reencontrar nuestro espíritu de conquista para construir una nueva Francia". Ésta es la frase que Emmanuel Macron ha escogido para la portada de su "contrato" con los franceses, el programa electoral de su plataforma, En Marche. El exministro de Economía de François Hollande lo presentó en París. No es un programa largo, apenas 30 folios, pero sí intenso. Con guiños a izquierda y derecha, de un candidato que asegura que no le importan de dónde vengan sus seguidores, sino hacia dónde vayan. Y las palabras parecen escogidas con este objetivo: hablan de avanzar, de un nuevo país, del espíritu de una nación que en los últimos años no acaba de encontrarse.
Es éste un discurso que hasta ahora le ha funcionado bien a Macron, un candidato sin partido que recoge votos en ambos lados del electorado. Su figura de independiente, ni conservador ni socialista, también suma en un momento de máximo descrédito de las instituciones y los partidos clásicos. Eso sí, independiente pero no antisistema, alejado de los excesos de la extrema derecha de Marine Le Pen o la extrema izquierda de Jean Luc Melenchon.
Pero Macron necesitaba un programa. Algo a lo que agarrarse, propuestas concretas. Al que fuera consultor en Banca Rothschild no le bastaba sólo con su buena imagen, tenía que mojarse. Y lo hizo cuando hizo públicas sus propuestas en una presentación tranquila, muy presidencial, alejadísima del tono mitinero de sus rivales, casi de profesor de economía, con más fuerza en el mensaje que en el formato, muy sobrio y contenido.
En lo que tiene que ver con la economía, el programa no tiene grandes sorpresas. Encaja en el perfil socio-liberal que le adjudican a Macron. Desde España se ha querido pintar al candidato como una especie de Ronald Reagan galo. Y no. Es cierto que el documento es mucho más liberal que el que presentaría el político francés promedio. Pero ni es Reagan ni Thatcher. De hecho, el propio Macron se ha alejado de esta imagen de forma expresa, rechazando tanto el liberalismo anglosajón como el intervencionismo lepenista.
En realidad, lo que el favorito para las Presidenciales ha puesto sobre la mesa es un modelo nórdico de manual. Socialdemocracia 2.0. Dinamarca a la francesa. Como le pasa a alguno de los nuevos partidos españoles, parece que su referencia está en el Mar del Norte. Bastante liberal en lo que hace referencia a la legislación laboral y empresarial. Al mismo tiempo asegura que construirá una enorme (y costosa) red de seguridad para aquellos que pierdan el tren. Con impuestos un poco más bajos de los que ahora tiene Francia (que es el país occidental con la presión fiscal más elevada), pero que ni mucho menos convertirán a su país en una nueva Suiza. Hay una frase en el manifiesto que resume bien el espíritu:
En este mundo nuevo, cada uno debe encontrar su lugar. También Francia lo conseguirá si sabe liberar las iniciativas y, al mismo tiempo, proteger a las personas.
Igualdad de oportunidades en la salida para que luego cada uno sea lo que quiera ser. El exministro habla de "ambición" a lo largo de todo el documento. También de hacer la vida más fácil a empresas, trabajadores y autónomos. De no castigar el éxito. De liberalizar la economía o flexibilizar las relaciones laborales. De garantizar derechos a los franceses, pero también de exigir que cumplan con sus obligaciones. De reducir el papel de la administración en la vida diaria de los ciudadanos. Incluso titula uno de los capítulos de su programa "Liberar el trabajo y el espíritu de empresa".
Se le pueden hacer muchos matices. Hay medidas que parecen contradictorias entre sí. Propuestas clásicas de la derecha gala y otras que quieren atraer al electorado socialista moderado. En cualquier caso, hay que reconocer que éste es un lenguaje que no se escuchaba en la política francesa desde hace décadas. También es verdad que el último que se presentó a las elecciones con un mensaje similar, Nicolas Sarkozy, se olvidó de casi todo en el momento en el que llegó al Elíseo. Macron asegura que su proyecto no tiene nada que ver con aquél. Por lo pronto, en lo que sí tiene puntos en común es en la ilusión que ha generado entre muchos de sus compatriotas. Si las encuestas se cumplen, y a pesar de no tener ningún tipo de respaldo organizativo, está a unos meses de convertirse en un sorprendente (y diferente) presidente de la República. Éstas son sus principales propuestas:
- Menos impuestos y cotizaciones: Francia es el país de la UE con una presión fiscal más elevada de Europa si se mide en ingresos tributarios sobre el PIB, cercana al 50%. Y el gasto público se sitúa varios puntos por encima, casi rozando el 60%. Macron no plantea un cambio radical en este tema, pero sí hay que reconocerle que su programa de impuestos supondría un (ligero) alivio para el contribuyente francés. Para empezar, promete una sustancial rebaja de las cotizaciones sociales a cargo de los asalariados y los autónomos: para un sueldo neto de 2.200 euros al mes supondrá un extra de ingresos de 500 euros al año. "Soy el candidato de las clases medias y populares", ha proclamado.
A los empresarios les promete una reducción en las cotizaciones empresariales para los nuevos contratos que cifra en unos 2.200 euros al año para un salario bruto de 3.000 euros al mes. Y eliminará las cotizaciones para las horas extra. También reducirá el impuesto sobre la vivienda: asegura que el 80% de los hogares quedarán excluidos de su pago. Por último, propone reducir el Impuesto de Sociedades del 33% actual al 25%, para situarse "en la media europea".
- Una nueva administración: quizás lo más novedoso del discurso de Macron es lo que tiene que ver con la administración francesa y su relación con los ciudadanos. El candidato de En Marche! quiere que el sector público se convierta en un aliado para el contribuyente y no en una carga. De hecho, dedica un capítulo entero de su programa a lo que denomina "hacer la vida más fácil a los franceses", con propuestas que van desde "reconocer el derecho al error" a aquellos ciudadanos que incumplan alguna norma administrativa sin pretenderlo (y a los que promete no cargar con las pesadas multas que ahora sufren), a la exigencia de que todos los servicios públicos, incluyendo escuelas, hospitales o tribunales publiquen los resultados de las encuestas e informes a los que se someterán sobre la calidad de sus servicios públicos. Y todo ello para reducir las "decenas de normas y reglamentos que han hecho la vida diaria mucho más complicada: ¡Cuánto tiempo perdido en cuestiones administrativas, renovación de papeles o a causa de la lentitud de los procedimientos de justicia!".
- Tres grandes reformas: en este punto Macron ha sido valiente y ha prometido emprender tres grandes reformas, de esas que casi todos los políticos franceses intentan pero que casi nadie completa, porque pisan muchos callos y molestan a actores muy relevantes de la vida pública del país vecino.
En lo que tiene que ver con el empleo, Macron propone un marco de relaciones laborales mucho más flexible, en el que "la organización del trabajo será definida sobre el terreno", en una negociación que terminará "en un referéndum a nivel de empresa". Habrá que ver qué opinan los poderosos sindicatos franceses al respecto.
También habrá cambios, si gana, en el subsidio de desempleo que se abrirá a autónomos y a trabajadores que quieran cambiar de trabajo (podrán solicitarlo una vez cada cinco años). Eso sí, "la insuficiencia en el esfuerzo en la búsqueda de un empleo o el rechazo de ofertas razonables llevarán aparejadas la suspensión de las prestaciones". No es ésta la única medida de Macron en esta dirección. Como apuntamos al inicio, el exministro quiere que los "derechos" vayan de la mano de las obligaciones y del cumplimiento de las normas para los beneficiarios. Así, promete "ampliar" la lucha contra el fraude en las prestaciones sociales y quitárselas de forma inmediata a aquellos que engañen a la administración para obtener una prestación indebida.
La tercera gran reforma de Macron ocupará al sistema de pensiones. El candidato cree que el actual modelo es "injusto". Promete no tocar ni la edad legal de jubilación ni el nivel de las prestaciones actuales. Pero plantea un nuevo método de cálculo para que "cada euro cotizado genere el mismo derecho a la pensión para todos" (se intuye un modelo similar a las cuentas nocionales) y acabar con los regímenes especiales sobre las pensiones, también los que favorecen a los políticos franceses.
- 50.000 millones de inversión: la parte que más gustará en la izquierda gala es la que tiene que ver con las inversiones, un capítulo que está unido a la lucha contra el cambio climático, un nuevo modelo energético, la renovación del parque de viviendas o el apoyo al mundo rural. Aquí Macron se vuelve un socialista keynesiano puro y duro. Su plan de inversiones totalizará 50.000 millones de euros, dirigidos a la industria, el sector energético, la ecología, el transporte y el campo francés. Este último se llevará 5.000 millones en un Plan de Transición Agrícola. Todo esto es compatible, asegura el candidato, con un plan de ahorro que lograría reducir 60.000 millones de gasto público (equivalentes a 3 puntos del PIB) en cinco años.
En este punto habría que sumar también las numerosas ayudas que aparecen en el programa y con las que En Marche! asegura que protegerá a los más desfavorecidos: van desde una subida de 100 euros al mes para las pensiones y salarios más bajos a la promesa de reconducir las ayudas públicas, para que se paguen de forma inmediata y conjuntamente, el mismo día de cada mes y nunca más de tres meses después de que se haya constatado la situación de necesidad.
- UE, sí; mercado único, también: en un momento como éste, de cierre de fronteras y proteccionismo, llama la atención la llamada a defender el mercado único de la UE. Sí, hay varias promesas de luchar contra el fraude fiscal de las multinacionales y de cobrarles impuestos por la actividad que generen en su país. También hay guiños al populismo cuando plantea un Buy European Act que se parece mucho al Buy American First vigente en EEUU desde hace años o cuando pide que la UE proteja los "sectores estratégicos" de las empresas extranjeras. Pero incluso así, el tono general del mensaje es claramente europeísta y no hay las habituales proclamas antiglobalización habituales en los demás partidos franceses. Macron cree que Bruselas es parte de la solución y pide un mercado único digital y de la energía y también propone que el Brexit no se convierta en una excusa para romper ese espacio de libre circulación creado por Maastricht. En su intervención ha insinuado la vuelta de un eje franco-alemán renovado y poderoso, que vuelva a tirar del tren en el que marchan sus socios: "Un proyecto europeo ambicioso", ha dicho, que vuelva a recuperar "la velocidad que ha perdido".
En relación a este tema, en la rueda de prensa le han preguntado varias veces por la austeridad, Grecia y la solidaridad europea. Macron ha dicho que sí, que la Eurozona y la UE deben ayudar a aquellos de sus socios que lo necesiten. Pero ha dicho más cosas. Porque también ha asegurado que la austeridad es "consecuencia de la irresponsabilidad" y ha unido el mantenimiento de las ayudas a la adopción de las reformas estructurales que permitan a cada país crecer de forma sólida. Otra cuestión en la que el discurso del nuevo candidato es una anomalía en el paisaje político francés.