Si algo hemos aprendido los españoles tras el estallido de la crisis económica es a no vivir por encima de nuestras posibilidades. El sobreendeudamiento que acometieron muchas de las familias de nuestro país les obligó a atravesar por las situaciones más dramáticas, y con el peor de los desenlaces: la pérdida de sus casas.
Después del pinchazo del ladrillo, los particulares se pusieron manos a la obra para reducir los créditos con los que se estaban ahogando. Según los datos del Banco de España, a cierre de 2016, la deuda de las familias bajó un 1,7% en tasa interanual, hasta los 713.005 millones de euros.
Esto significa que el endeudamiento de los hogares continuó el pasado año en niveles previos al inicio de la crisis económica. En concreto, se mantiene en su nivel más bajo desde mayo de 2006 (700.885 millones de euros). En 2015 bajó aún más, con un descenso del 3,1%, que fue aún más pronunciado en 2014, con una caída superior al 4%.
Pero el interés de los hogares por ir reduciendo los préstamos contraídos no es el único motivo que explica estos datos. La caída de los tipos de interés y el abaratamiento de los créditos también han influido.
Y es que haber pasado por una mala experiencia no debe hacernos olvidar que un endeudamiento sostenible es posible para no caer en la exclusión financiera (no tener acceso al crédito) y poder hacer frente a los imprevistos que nos puedan surgir en el futuro. De hecho, hay una categoría de deuda, que podemos considerar como buena, y que se refiere a los bienes que compramos vía crédito y que podrían aumentar de valor en el futuro, como la compra de una vivienda o una inversión para un negocio. También la compra de bienes necesarios que no supongan la liquidación de los ahorros se considera deuda buena. Por otro lado, la conocida como deuda mala es aquella que se contrae para adquirir productos de forma imprudente, ya que no los necesitamos o su valor es excesivo en relación a nuestros ingresos.
Por tanto, pedir un préstamo de forma responsable debe ser la principal prioridad del deudor, que deberá valorar varios factores antes de adquirir una deuda:
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Compromiso: debe disponer de una fuente de ingresos para pagar sus cuotas. De hecho, la deuda que contraiga no debe superar al 30-35% de sus ingresos mensuales.
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Información: el usuario debe leer toda la información sobre el préstamo antes de adquirirlo. De hecho, si existen dudas sobre qué opción elegir, es recomendable realizar un test financiero. Respondiendo a unas sencillas preguntas podrá saber si un préstamo es la solución a sus problemas de liquidez.
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Pide sólo lo que necesites y al menor plazo: cuanto más tiempo se establezca para devolver el crédito, más caro será. Se debe ajustar la cuantía que se ha pedido estrictamente a sus necesidades.
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Comparar: es recomendable analizar las ofertas de varios prestamistas, los tipos de interés que exigen por el préstamo y otras condiciones como si tienen tasa por pago anticipado o cuáles son los costes de demora.