El profesor Bernardo Santoro dirige el Centro Mackenzie de Libertad Económica. Con sede en Sao Paulo, este nuevo instituto de pensamiento se ha convertido en una de las instituciones liberales más prometedoras de Brasil, un país que atraviesa una dura crisis y necesita reformas de calado para superar este bache.
La economía brasileña parecía haber entrado en un círculo virtuoso gracias a las buenas políticas monetarias de los años 90. ¿Cómo valora el legado de Fernando Henrique Cardoso?
El gobierno de Fernando Henrique Cardoso consiguió controlar la inflación, que estaba desbocada. Por eso, podemos decir que los años 90 fueron positivos para la economía de nuestro país. Sin embargo, Brasil no cambió del todo sus malas prácticas, porque en el plano fiscal se dejaron las puertas abiertas al dispendio. Sí se hicieron algunos recortes de gasto, pero no se aprobaron candados capaces de limitar el gasto público.
Además, Cardoso no tumbó los enormes obstáculos al emprendimiento que hay en Brasil. Hablo de burocracia, de obstáculos al comercio y la inversión internacional, de corrupción, de impuestos… Por tanto, aunque teníamos una moneda más fuerte, no teníamos un mercado más fuerte y, por tanto, crecíamos por debajo de nuestro potencial. Por tanto, fue un legado imperfecto, que solucionó la inflación pero no abordó algunos problemas esenciales.
Y entonces llegaron Lula y Dilma…
El triunfo electoral del Partido de los Trabajadores supuso un mayor intervencionismo económico, pero hubo dos fases: en los años de Lula, el peso del Estado aumentó de manera más moderada, mientras que en los años de Dilma, lo que ocurrió fue mucho más grave, pues se disparó el estatismo y la economía brasileña quedó sujeta a una politización y una burocratización cada vez más grande.
En círculos de izquierda, a Lula da Silva se le aplaudió mucho por el programa "Bolsa Familia", que entregaba transferencias a los hogares brasileños orientadas a incentivar la escolarización.
"Bolsa Familia" es un programa de cheques, por lo que está mejor planteado que los sistemas tradicionales de "redistribución". En su día bromee sobre el tema y dije que es mejor tener "Bolsa Familia" que "Alimento-BRAS", porque todas las empresas estatales terminan en "BRAS" y ya sabemos que, cuando esos fondos están en manos de políticos, el margen para la corrupción aumenta y el despilfarro crece.
Pero esto no significa que "Bolsa Familia" sea una panacea. De hecho, las familias más pobres reaccionan a sus incentivos y eso supone que hay hogares en los que conviene tener más y más hijos porque eso permite obtener más y más ayudas. Además, aunque "Bolsa Familia" obliga a los padres a enviar a sus hijos a la escuela, lo cierto es que no hay sistemas efectivos de control y el margen de corrupción también es muy grande en ese ámbito.
¿Cuáles fueron los grandes errores de la Era Lula?
En primer lugar, el excesivo peso de las materias primas en su modelo de crecimiento. Lula se benefició de la "burbuja" que experimentaron el petróleo y otros materiales. De hecho, el rol de China fue crucial, ya que se convirtió en el "comprador" de referencia. Pero, descontando ese efecto, Brasil apenas crecía, y eso lo hemos visto en cuanto los precios de las materias primas se han ajustado a la baja.
En segundo lugar, creo que es importante destacar que el tamaño de la base monetaria se multiplicó por siete en los años de gobierno del Partido de los Trabajadores. Lula volvió a abrirle las puertas al monstruo de la inflación y, con la llegada de Dilma al poder, esa deriva se acentuó y el efecto ha sido un aumento de los precios que daña especialmente a los pobres y nos devuelve a tiempos que creíamos superados.
En tercer lugar, Lula se dedicó a dedicar miles de millones a las "minorías oprimidas", que fueron regadas de subvenciones con ánimo de "socializar" el discurso de lucha de clases de la izquierda socialista. Además, subió notablemente los gastos de personal del Estado. En definitiva, el objetivo era popularizar sus ideales políticos con dinero público, poniendo a las instituciones públicas al servicio del Partido de los Trabajadores.
Dilma Rousseff sucedió en el cargo a Lula pero ha terminado siendo destituida y defenestrada. ¿Qué pasó?
Nada más llegar al poder, bajó los tipos de interés por decreto, aceleró el crecimiento de la base monetaria, fijó los precios de la electricidad y el agua… Y todas esas medidas intervencionistas y desfasadas nos han llevado a un problema de inflación muy grave, que se traduce en un aumento mensual del 1% en los precios o, lo que es lo mismo, un IPC anual del 12%.
En apenas dos años, los efectos de sus medidas se habían traducido ya en problemas de escasez. Los apagones eléctricos se han convertido en un problema recurrente y ciudades como Sao Paulo han estado a punto de quedarse sin suministro de agua. Si a eso le sumamos el efecto de la inflación en el bolsillo de los ciudadanos, no es difícil de entender por qué tanta gente humilde le ha terminado dando la espalda a Dilma.
Y a eso hay que sumarle el eterno problema de Brasil con los impuestos y la regulación…
Brasil es un infierno tributario y una pesadilla burocrática. Hay más de 90 impuestos, tenemos mucha creatividad a la hora de ponerle impuestos a las empresas y los trabajadores. Cada vez que salimos a un restaurante, por ejemplo, estamos "comiéndonos" tantos impuestos que el 35% del precio se va en distintos gravámenes al consumo.
En España, líderes de la izquierda populista como Pablo Iglesias han lamentado la destitución de Dilma Rousseff e incluso se ha hablado en círculos de izquierda radical de "golpe de Estado".
Es absurdo decir algo así. Dilma Rousseff usó el banco público del Estado brasileño para pagar transferencias y subsidios de manera directa. Además, en vez de aportar fondos para financiar ese gasto, forzó al banco público a soportar esos desembolsos con sus propios recursos. Por tanto, se rompieron las leyes más básicas y, de hecho, Dilma Rousseff quebró normas incluidas en la misma Constitución de Brasil.
No tiene sentido hablar de "golpe de Estado", de hecho hay que hablar de democracia, porque eso es precisamente lo que ha ocurrido: se ha puesto a prueba a las instituciones democráticas y, por fortuna, los actos corruptos han sido juzgados y condenados.
El proceso, además, fue garantiste: Dilma Rousseff fue apartada de la Presidencia durante el juicio, pero si hubiese sido absuelta habría mantenido el cargo.
Así es, el Senado se encargó del juicio a Dilma Rousseff y el presidente de la Corte Suprema ejerció como presidente del juicio, para asegurar que el proceso se desarrollaba de acuerdo con fundamentos jurídicos. Este juez en cuestión fue nombrado por el Partido de los Trabajadores, por lo que tampoco ahí puede haber sospechas. Decir que eso fue un "golpe de Estado" es un sinsentido.
También Lula da Silva está en problemas con la ley…
Las autoridades han identificado a Lula da Silva como el jefe de una trama corrupta articulada a través de las compañías estatales petroleras, principalmente PETROBRAS. Hay operaciones que explican muy bien lo que hacían los implicados. Por ejemplo, se compró por 1.000 millones de dólares una refinería que valía diez veces menos. Esos 900 millones de diferencia se repartían después, beneficiando al Partido de los Trabajadores.
De hecho, se han contrastado las declaraciones de bienes de Lula da Silva con sus ingresos declarados y esto ha permitido encontrar graves discrepancias que confirman que, aunque se ha enriquecido de manera notable, no puede respaldar de manera legal el patrimonio que ha acumulado con el paso de los años.
¿Y qué le diría a líderes como Pablo Iglesias, que jalearon durante años a Lula y a Dilma?
Hay que estar loco para pensar que Lula y Dilma "luchaban por los pobres". De verdad, es de locos hablar de ellos de esta forma. Lejos de beneficiar a los más humildes, les han empobrecido. A ellos y a todo el país. Han arruinado Brasil.