Parece claro que el populismo está de moda. Incluso, Fundeu ha elegido este término como palabra del año. No es extraño. En realidad, la palabra se ha convertido casi en un comodín del que tirar, ya sea para zanjar una discusión política en una tertulia o para pontificar en los 140 caracteres de Twitter. Lo usan a derecha e izquierda. Ahora mismo es un arma arrojadiza que puede salir de cualquier punto del mapa político.
Lo que no es tan habitual es que alguien se siente a reflexionar sobre el fenómeno, sobre lo que dicen esos políticos a los que llamamos populistas, sobre si tienen algo en común y sobre los retos que plantean a las sociedades democráticas. Eduardo Fernández Luiña es uno de esos extraños investigadores que ha decidido analizar las raíces de esta sacudida que las sociedades occidentales sufren desde hace un lustro. Este doctor en Ciencia Política por la Universidad de Santiago de Compostela trabaja en la actualidad como profesor en el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Hace unas semanas, el Instituto Juan de Mariana publicó su informe "Mitos y realidades de los movimientos populistas ¿Una expresión social de descontento o una estrategia para concentrar poder político?".
Libre Mercado habló con Fernández Luiña hace unos días. Le preguntamos sobre los orígenes, la fuerza real y las consecuencias que puede tener este resurgir del populismo.
- ¿Cómo definiría el populismo?
- El populismo es una lógica de acción política que a través de determinados mensajes puede ser capaz de edificar un sistema político híbrido a medio camino entre la democracia y el autoritarismo. Sin duda, el populismo representa una amenaza a la estructura de derechos y libertades individuales. Dicho esto, es necesario tener presente que el concepto debe desdoblarse, dividirse en dos procesos. Uno, el primero, hace referencia a la estrategia retórica populista. Todos los partidos políticos la ponen en práctica en mayor o menor medida. Es obvio que las organizaciones políticas venden más de lo que pueden ofrecer, intentando con ello ganar la atención y por supuesto el voto del electores.
Por otro lado, la segunda dinámica, la verdaderamente peligrosa, es la que conduce hacia la construcción de un régimen populista… Todos los políticos utilizan estrategias retóricas populistas, pero no todos quieren –y algunos no pueden- edificar regímenes populistas híbridos a medio camino entre la democracia y el autoritarismo destruyendo con ello la ya de por sí débil estructura de derechos y libertades individuales.
- ¿Qué características comparten los políticos populistas?
- Los políticos populistas tienen en común varios elementos. La primera característica que comparten todos es el carisma. El populismo se caracteriza por un liderazgo carismático. No tiene sentido hablar de populismo cuando el líder, la cabeza del movimiento, no tiene ni carisma ni atractivo. Por ello, los populistas de un lado y otro del espectro político son individuos carismáticos.
En segundo lugar, el líder populista maneja un discurso que intenta fusionar su propia persona con un abstracto colectivo –llámese pueblo, nación o gente-. La fusión entre la imagen del populista y dicho actor colectivo ayudará al populista a concentrar y centralizar el poder si es que tiene éxito a la hora de copar el poder ejecutivo ganando elecciones. Esa fusión es necesaria para, como señalábamos líneas atrás, ganar poder y legitimidad frente a la arquitectura institucional a la que se opondrá el populista de conseguir el poder.
Otro elemento que deberíamos tener presente, y también asociado al discurso y la oferta política es la polarización. A través de la demagogia, el populista radicaliza y polariza el ambiente político dividiendo con ello a la sociedad. Esto tiene lugar tanto si el populista tiene éxito como si no. Pero es evidente que los discursos de todos los líderes populistas desean, a través de una lógica maniquea, dividir a la sociedad entre aquellos que apoyan al líder y los que intentan derribarlo.
- ¿Hay populismo de izquierdas y de derechas? ¿Qué les une? ¿Qué les diferencia?
- Desde mi particular punto de vista y a pesar de los problemas asociados a la distinción izquierda y derecha, creo que dicha división sigue siendo válida. Sí existen populistas de izquierda y de derecha. Los de derecha suelen ser ultranacionalistas, con discursos xenófobos y racistas que proponen soluciones fáciles a problemas complejos.
El populismo de izquierdas se caracteriza por un discurso en defensa de un abstracto "pueblo", atacando duramente a los emprendedores y empresarios, considerados oligarquías explotadoras. Además de lo anterior, estos populistas de izquierda suelen también estar obsesionados con enemigos externos que impiden el desarrollo de dicho pueblo. Ambos tienen en común el odio a la libertad individual, a los valores liberales y la creencia en el Estado como un verdadero agente de cambio. En conclusión, todos, de un color y otro son estatistas y liberticidas.
- Latinoamérica es la región donde los populismos han sido más exitosos en la última década; ahora parece que Europa toma el relevo, ¿qué diferencia a los populismos del viejo y nuevo mundo?
- Desde mi punto de vista, los populistas se diferencian por el ambiente político en el que interactúan. Los populismos, todos, poseen un liderazgo carismático, un discurso que fusiona al líder con el actor colectivo (pueblo, nación, gente) y la búsqueda de la polarización de la sociedad con ánimo de concentrar y centralizar el poder, destruyendo con ello el sistema de libertades y derechos individuales. Desde ese punto de vista, todos los populistas son iguales. Pero definitivamente, no es lo mismo competir políticamente en una sociedad con pocos actores relevantes que en una verdadera poliarquía; no es lo mismo competir en un sistema donde se tiene un relativo respeto a la división de poderes que competir en otro en el cual tal cosa no tiene lugar. No es lo mismo competir en Europa, actualmente en crisis, pero nunca comparable a la situación que viven a día de hoy la mayor parte de países en América Latina. Los ambientes donde se juega influyen mucho en el carácter populista y en las acciones de este tipo de actores.
- ¿Es Donald Trump un populista?
- Donald Trump utilizó una estrategia retórica populista para llegar al poder… Por ahora, no creo que haya hecho nada para intentar destruir la división de poderes, la institucionalidad de la república norteamericana y la estructura de derechos y libertades de los ciudadanos de ese país. Definitivamente, ha utilizado una estrategia retórica populista para copar el poder. Pero no tengo claro que desee concentrar y centralizar el mismo edificando un régimen populista. Si así lo desea, lo tendrá complicado porque, como señalábamos en la anterior respuesta, el ambiente político de los Estados Unidos se caracteriza por un importante respeto a la división de poderes, un amplio abanico de grupos de presión, think-tanks, asociaciones, etc., que aumentan la pluralidad del sistema y dificultan la concentración de poder por parte de un solo actor.
- La campaña de Trump pareció un manual del perfecto populista. Pero desde que ganó, sus decisiones y nombramientos no parecen ir en esa dirección. ¿Cuál es su impresión?
- Por ahora, los nombramientos han sido técnicos y como comenté anteriormente no suponen una amenaza al sistema de derechos y libertades de los ciudadanos. Ahora bien, el líder, el propio Donald Trump, sí parece tener un carácter autoritario y potencialmente peligroso.
- ¿Ocurrirá esto con otros políticos parecidos? ¿Cuál es la capacidad de la moqueta y el coche oficial para 'domesticar' a los populistas?
- Sobre los populismos en Europa… la amenaza está presente sin duda pero hay actores e instituciones que pueden frenar su desarrollo.
- Qué posibilidades cree que tienen de gobernar los populismos en los grandes países de Europa? ¿Le Pen en Francia? ¿Grillo en Italia? ¿Wilders en Holanda?
- En Francia, el sistema electoral para el legislativo podría servir de freno en caso de una victoria de Marine Le Pen en la elección presidencial. Con un ejecutivo dual como existe en el vecino país, la concentración de poder se dificulta sin el apoyo del legislativo. La alta fragmentación hace del estado italiano una realidad ingobernable… Eso es cierto. Pero al mismo tiempo, la alta fragmentación en el Senado y su bicameralismo simétrico también dificultan en cierto sentido la concentración de poder que busca un populista.
El caso holandés puede ser, aunque suene contraintuitivo, el que tenga más posibilidades de éxito. El apoyo ciudadano a una consulta similar al Brexit, el rechazo de dicha porblación al acuerdo de asociación entre la Unión Europea y Ucrania y el evidente descontento social que existe en Holanda fruto de la presencia de musulmanes radicales, pueden ser capitalizados por Geert Wilders. Algo que debemos de tener claro es: la amenaza populista siempre estará ahí. Es necesario tener frenos y estos se encuentran como no podría ser de otra forma en la propia sociedad.
- ¿Y en España? ¿Cree que Podemos podría llegar al Gobierno?
- Veo difícil que Podemos llegue al gobierno. En caso de que así fuese, sería la primera muestra del fracaso de nuestro sistema político. Creo profundamente que el populismo es el final del camino. Es la evidencia de que algo va mal. Si Podemos triunfase, el sistema político español del 78 daría las primeras muestras de flaqueza. Como he dicho en repetidas ocasiones en esta entrevista, el ambiente es importante. Si el país mejorase sus cifras de desempleo, automáticamente Podemos perdería poder. Es evidente que capitalizan el descontento utilizando una demagogia en algunos casos obscena.
- ¿Qué características específicas tiene el populismo español? ¿Por qué aquí triunfa un populismo de extrema izquierda y no uno de extrema derecha como en Francia?
- Se observa con claridad que en España, al igual que por ejemplo en Grecia o Portugal, el populismo que triunfa es el de izquierdas. Dicho populismo maneja un discurso anti empresarial, terriblemente estatista y liberticida y como sus homólogos de extrema derecha en otros países, proponen soluciones fáciles a problemas difíciles. Definitivamente, no parece sencillo deshacerse de ese populismo a no ser que mejore la situación económica del país.
- ¿Qué se puede hacer para frenar el auge del populismo en España?
- Creo que en un país como España, la única solución para frenar el avance del populismo en este momento es el crecimiento económico y la mejora en el empleo. Si esto tiene lugar, el populismo se debilitaría sin hacer nada más… Lo anterior es lo prioritario y más necesario en este momento.
A futuro, considero que la sociedad civil debería estar más organizada. Se necesitan más think-tanks, más actores que presionen al sistema con objeto de buscar una mejor protección de la estructura de derechos y libertades individuales de los ciudadanos españoles. En este sentido, creo que los empresarios, como generadores de riqueza y agentes de cambio, tienen mucho que decir. El mundo empresarial español debería apoyar más proyectos emanados desde la sociedad civil con ánimo de producir información y estudios para que la ciudadanía esté más informada y tenga más capacidad de vigilar qué se cuece en el Estado.
Si nuestro sistema de libertades estuviese vigilado y protegido por los propios ciudadanos, la amenaza populista no tendría siquiera la oportunidad de salir a la luz. Por eso es importante seguir dando la batalla de las ideas con ánimo de proteger nuestro más preciado bien: la libertad individual.