El FMI ha vuelto a llenar. Este martes, tenía lugar la presentación del informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la economía de nuestro país, con las previsiones de crecimiento y las recomendaciones para el Gobierno. De nuevo, la expectación era máxima. Llenazo de periodistas en la sala que el Banco de España le ha reservado a Andrea Schaechter, la jefa de la misión del organismo en nuestro país.
Y de nuevo, no está muy claro si todo ese ruido estaba justificado. Entre otras cosas, porque las recomendaciones de este año son casi un calco de las de los últimos años. Leyéndolas, uno siente que han cambiado la fecha del encabezamiento y poco más. O por decirlo de otra forma: que nadie le ha hecho mucho caso a los famosos hombres de negro. ¿Será diferente esta vez?
El comunicado del equipo del FMI sobre la evaluación anual de la economía española (la llamada consulta del Artículo IV) consiste en apenas cinco folios divididos en otros cinco epígrafes. Como decimos, no hay muchas novedades:
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El organismo pide mantener las reformas aprobadas en los últimos años y profundizar en algunas de ellas, como la laboral. En este sentido, la propuesta es avanzar hacia un modelo con menos modalidades de contratación.
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En política fiscal, la recomendación es mantener la senda de reducción de las cuentas públicas, pero centrándose más en la parte de los impuestos que en los gastos. La propuesta es subir el IVA y aumentar los impuestos especiales (gasolina, tabaco, medioambientales…)
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También hay una petición en lo que respecta al control del gasto autonómico. Quizás esto sea lo más llamativo del documento respecto a años anteriores. El FMI pide "un cumplimiento más automático y estricto de los objetivos" y plantea la posibilidad de ligar las transferencias a las regiones "a los resultados".
En realidad, las recomendaciones son tan genéricas que es fácil interpretarlas según convenga a cada uno. Así, el Gobierno se agarrará a las buenas palabras sobre el pasado y a los halagos que hace el FMI a las reformas ya emprendidas: "Las reformas y las medidas adoptadas para aumentar la confianza han surtido efecto y, junto con vientos de cola externos y la relajación fiscal, han impulsado la fuerte recuperación de los últimos años".
A los que prefieran centrarse en los problemas asociados con el déficit, les sonará bien la advertencia que hacen los autores: "La atención inmediata debe centrarse en reiniciar una consolidación fiscal gradual con el fin de situar el alto volumen de deuda pública en una firme trayectoria descendente".
Y los que tengan entre ceja y ceja las reformas pondrán la lupa en el párrafo en el que el FMI alerta sobre la "baja productividad", como el reto fundamental que tenemos a medio plazo. Tras ello pone sobre la mesa un menú de medidas para impulsar la competitividad: "(i) ajuste de las políticas públicas para promover normas eficaces y mayor competencia; (ii) apoyo a la innovación por medio de inversión privada en I+D; (iii) revisión de las normas aún vigentes que han dado lugar a la trampa de la empresa pequeña; y (iv) mejora del acceso a la financiación no bancaria".
Por cierto, una curiosidad al respecto: Schaechter ha asegurado que la falta de una mayoría absoluta en el Congreso no sólo no tiene que ser un impedimento sino que puede convertirse en una "oportunidad" para afrontar reformas que por su propia naturaleza necesitarán ser aprobadas por un amplio consenso.
Reformas e impuestos
Como decimos, ni hay demasiada concreción ni nada se sale de lo previsible. En lo que hace referencia a la reducción del déficit, el FMI se inclina claramente por las subidas de impuestos. Sí, es cierto que hay una recomendación para que se revise "en profundidad" el gasto, sobre todo en sanidad y educación, pero en ningún caso se habla de recortes y en la rueda de prensa Schaechter ha repetido una y otra vez que lo que proponen es que se gaste de forma más efectiva, copiando las mejores prácticas de aquellos que consiguen buenos resultados con menos coste.
Pero el grueso del ajuste, en su opinión, debe venir por la parte de los tributos. En este sentido, el FMI cree que ya se ha hecho lo suficiente en lo que tiene que ver con la reducción de los tipos en IRPF y Sociedades y ahora lanza su mirada hacia los impuestos indirectos y los llamados beneficios fiscales. Esto último quiere decir subir IRPF y Sociedades, pero sin tocar los tipos, sólo eliminando deducciones y bonificaciones y "ampliando la base fiscal". Por una parte, es cierto que el sistema español es poco eficiente y se podrían plantear cambios que, sin tocar los tipos, generasen más recaudación. Pero se venda como se venda, quitar bonificaciones y no tocar los tipos es subir impuestos (aunque se disfrace detrás de términos como "optimización" o "beneficios fiscales").
En lo que hace referencia a los indirectos, el FMI pide subir el IVA y los impuestos especiales, ya sea incrementando los que ya existen como creando algunos nuevos. Hablamos de tasas y tributos verdes, un campo en el que los autores del informe creen que hay mucho margen para aumentar la recaudación. Por ejemplo, en IVA siempre se dice que España recauda mucho menos que la media de la UE (es menos habitual recordar que en cotizaciones sociales o IRPF recaudamos más).
Además, así se conseguiría que el peso del ajuste recayera sobre los impuestos indirectos, otra recomendación clásica de los organismos internacionales que no ha tenido mucho éxito en España. Incluso, cuando le preguntaron al respecto, la responsable de la misión ha dicho que el sector del ocio (por ejemplo, restaurantes) sería un buen candidato para el inicio de esa subida en el IVA.
Eso sí, en todo lo que tiene que ver con los impuestos, el FMI señala una obviedad que en España no suele aparecer en el debate público: la mejor manera de incrementar los ingresos es generar más actividad económica y más empleo. Sólo con eso, ya se recaudaría mucho más. Pero conseguirlo no es gratis ni se produce por generación espontánea: para crecer y crear puestos de trabajo hay que hacer reformas que ayuden en esa dirección. Y en cuanto a reformas el FMI deja claro que todavía nos queda mucho camino.
En lo que hace referencia al mercado laboral, tampoco hay nada muy destacado. Las recomendaciones son las habituales en los últimos años: "más flexibilidad", hacer los contratos indefinidos "más atractivos" para los empleadores (lo que es un eufemismo para no decir abaratar el despido) y "un mayor margen de control y flexibilidad en materia de condiciones de empleo".
También hay espacio para pedir "políticas activas de empleo" e, incluso, Schaechter ha hablado de contrato único y mochila austriaca en su rueda de prensa. En su opinión, uno de nuestros problemas es que la ley no es que no ayude a la contratación fija, sino que, si acaso, pone "incentivos" a los empresarios para que contraten temporales. En resumen, nada nuevo bajo el sol. Todo esto ya lo hemos escuchado antes. Y no tiene pinta de que si hay una segunda vuelta a la reforma laboral vaya a ir por este lado.
Por último, está el tema de la financiación autonómica. Aquí, el FMI pone el dedo en la llaga del descontrol en las cuentas públicas de las regiones y alerta de que, si no se reforma el sistema, las CCAA seguirán siendo "un riesgo para la consecución de los objetivos fiscales". ¿Y qué es lo que pide el organismo? Pues "mejorar los incentivos" de los gobiernos regionales. Es un lenguaje positivo (incentivos) para una realidad que quizás les guste menos a los implicados, porque lo que en realidad proponen los autores del informe es un sistema en el que el cumplimiento de los objetivos se consiga "de modo más automático y estricto" y en el que las transferencias estén "ligadas a los resultados". O por decirlo de otra manera: le están diciendo al Gobierno que aplique de una vez la Ley de Estabilidad Presupuestaria y cierre el grifo a los gobiernos regionales que no la cumplan. ¿Se aprobará una reforma de la financiación autonómica de este tipo? Pues escuchando las declaraciones de los implicados en las últimas semanas, tampoco lo parece.