Hablar de emprendimiento es una de las pocas cosas que parece unir a la mayoría de dirigentes políticos españoles. Aunque el discurso de nuestros dirigentes sobre las grandes empresas no suele ser muy amable, sí parece haber un consenso de mínimos a la hora de aplaudir a quienes se animan a lanzar su propio proyecto societario.
Pero ese discurso choca con la dura realidad. Si analizamos los datos de constitución de sociedades en España que aporta el INE, podemos ver que España lleva tres años estancada en torno a 93.000-94.000 nuevas empresas al año. Esto supone un leve aumento frente a los niveles del periodo 2009-2012, pero sigue dejándonos muy lejos de las cifras de anteriores etapas.
Y es que entre los años 2000 y 2002, antes de la burbuja inmobiliaria, en España se creaban entre 110.000 y 115.000 nuevas empresas cada año. Después, en plena época de euforia, llegamos a rozar el umbral de las 150.000 sociedades constituidas. Evidentemente, aquellas cifras no descansaban en patrones sostenibles, pero tampoco son satisfactorios los niveles que estamos observando en la actualidad.
Además, para poner en perspectiva el número de empresas constituidas, también debemos considerar el número de sociedades que se disuelven cada año. El pico se alcanzó en 2013, con casi 25.000 empresas liquidadas.
La combinación de menos emprendimiento y más disoluciones hace que los datos resulten aún más preocupantes cuando se observan con perspectiva.
De hecho, si dividimos el número de sociedades constituidas entre el número de sociedades disueltas para obtener una tasa neta de emprendimiento, vemos de manera más clara lo que está ocurriendo. Así, entre los años 2000 y 2004, la tasa neta de emprendimiento se movió entre 10,8 y 14,3, de manera que por cada empresa disuelta nacían entre 11 y 14 nuevas compañías. En los años de la burbuja, esta tasa ya empieza a caer, aunque su verdadero desplome llega con la crisis.
El punto más bajo se alcanzó en 2012 y 2013, con apenas 3,8 empresas creadas por cada sociedad disuelta. Ese menor ritmo de emprendimiento apenas ha repuntado levemente en 2014 y 2015 (4,3 y 4,6 puntos, respectivamente). Por tanto, tenemos un claro déficit emprendedor en nuestro país.
Por tanto, el supuesto boom del emprendimiento que estaría viviendo nuestro país no queda reflejado en los datos oficiales del INE, que muestran que el lanzamiento de nuevos proyectos se ha estancado, que la disolución de empresas ha crecido y que la tasa neta de reemplazo en el tejido empresarial ha bajado de manera dramática.