El plan de acción de Donald Trump para sus cien primeros días no ha dejado indiferente a nadie. Lo cierto es que el programa es ambicioso. Propone importantes reducción de impuestos, novedosas medidas anti-corrupción, límites al poder federal, devolución de competencias a los estados y cambios radicales en el sistema de salud y enseñanza en todo el país.
Como siempre, todo esto hay que cogerlo con pinzas. No sería Trump el primer presidente que llega con la agenda llena de proyectos que luego se quedan en agua de borrajas según avanza la legislatura. Además, no hay que olvidar que cualquiera que llegue a la Casa Blanca se enfrenta a un complejo sistema de equilibrios, división de poderes y contrapesos que le obliga a negociar con el Senado, la Cámara de Representantes y los estados. Y eso por no hablar de la vigilancia constante del Tribunal Supremo.
Por eso, no es fácil saber qué es lo que finalmente se aprobará. Desde posiciones liberales, hay medidas que suenan bien, que apuntan a una reducción de la regulación (propone que por cada ley federal nueva haya que derogar dos anteriores), menos impuestos a familias y empresas y una simplificación de la normativa tributaria. Eso sí, también hay una cara B: en política comercial y presupuestaria, Trump ha mantenido las promesas que hizo en campaña. Y no son nada liberales ni pro-mercado. De hecho, son propuestas propias del más puro populismo. Marine Le Pen, Cristina Kirchner, Alexis Tsipras… o Pablo Iglesias estarían dispuestos a firmar cualquiera de ellas, al menos si no saben de dónde vienen.
En el programa de Podemos hay muchos puntos en común con el contrato de Trump. No todos, eso es evidente. Lo que tiene que ver con bajar impuestos, legislar menos o reducir el tamaño del sector público no está entre las prioridades de la formación morada. Pero hay un apartado en el que hay coincidencias muy llamativas. No somos los únicos que lo decimos. Este viernes, Eduardo Garzón destrozaba la línea argumental del partido y reconocía que le gustan muchas de las promesas de Trump.
Iglesias lleva tres días intentando separar a su formación del nuevo presidente norteamericano. Parece un poco obsesionado por el tema. Casi cada tuit que ha publicado desde el martes va dirigido a aclarar que ellos no tienen nada que ver con Trump. Ahora ya no sólo tiene que señalar a los medios de comunicación, a Albert Rivera o a Susana Díaz por señalar la evidencia. También el hermanísimo de Alberto Garzón y asesor económico del Ayuntamiento de Madrid se ha dado cuenta.
En realidad, en el discurso de Trump y el de Iglesias siempre ha habido muchas coincidencias. Por ejemplo, en su desprecio a los medios de comunicación (todos los que no les apoyan es porque están vendidos a oscuros intereses), en la desligitimación de sus adversarios (sólo ellos representan al verdadero pueblo) o en el autorretrato con el que les gusta caracterizarse, el de un outsider al sistema que lucha contra poderosos e intereses creados.
En economía también hay muchas coincidencias. Y no están solos. Todos los populismos de izquierda y de derecha coinciden en esto. De Marine Le Pen a Jeremy Corbin, pasando por Iglesias o Trump, todos medran buscando enemigos exteriores (China, Alemania, globalización) a los que acusar de los males que aquejan a sus ciudadanos. También les gustan las soluciones aparentemente sencillas, que apelan a un proteccionismo básico (acabar con los acuerdos comerciales, proteger a la industria nacional poco productiva de la competencia exterior). Y siempre hay un hueco para señalar a las grandes empresas, nacionales y extranjeras, por su egoísmo (por pagar pocos impuestos, tener fábricas en otros países o tener elevados beneficios).
Por eso es por lo que decimos que, a pesar de sus diferencias, no hay que olvidar las similitudes entre unos y otros. Hoy, por ejemplo, analizamos siete puntos del "Contrato con el votante americano". La sensación es que, si no supiera de dónde vienen, el propio Iglesias los suscribía mañana mismo:
1 - "Renegociaré el NAFTA o me retiraré del tratado bajo el artículo 2205"
2 - "Anunciaré nuestra retirada del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (en inglés, Trans-Pacific Partnership, TPP"
Iglesias y Podemos no pueden retirarse del Nafta o del TPP porque son acuerdos en los que España no está presente. Pero en los tratados comerciales equivalentes que afectan a nuestro país, la posición de la formación morada es muy clara. Esto dice su programa al respecto: "Nos oponemos a la ratificación de los tratados comerciales TTIP [con EEUU], TISA (Acuerdo en Comercio de Servicios) y CETA [con Canadá] y estableceremos un diálogo con otros Gobiernos europeos para que actúen de la misma manera".
¿Aislacionismo, guerra comercial, cierre de mercados? En realidad, en esto Podemos va mucho más allá, incluso, de lo que Trump ha llegado a plantear. Pablo Iglesias ha hablado varias veces de salir del euro y de la Unión Europea. Es cierto que evita el tema en los últimos dos años, desde que las encuestas le dan un apoyo creciente y quiere evitar un tema peligroso desde el punto de vista electoral. Pero no hay que olvidar que hace apenas seis meses, sus socios de IU-PCE aprobaban un documento oficial en el que pedían abandonar la UE y el euro.
3 - "Ordenaré al secretario del Tesoro a que denuncia a China como un manipulador monetario"
4 - "Ordenaré al secretario del Comercio que identifique todos los abusos producto del comercio internacional que injustamente impactan en los trabajadores norteamericanos y le ordenaré que use todas las herramientas a su alcance para terminar con dichos abusos"
5 - "Estableceré penalizaciones y aranceles para disuadir a las compañías que quieran deslocalizar su producción y enviar sus productos de vuelta a EEUU"
Sobre deslocalizaciones y guerras comerciales con los países del Tercer Mundo, el propio Iglesias se presentó a las elecciones al Parlamento Europeo con la propuesta de una directiva que evitase "los abusos de las empresas multinacionales". "Quieren convertir a España en una colonia sin tejido industrial", aseguraba Iglesias, en un mensaje muy parecido al de Trump. En su caso, los malos son los alemanes. Para el norteamericano, es más fácil señalar a los malvados chinos. Pero el desarrollo argumental es muy parecido. Si acaso, casi podría decirse que Podemos es un poco más tibio que el magnate norteamericano, que habla incluso de multas y sanciones directas a las que cometan esta práctica (aunque no explica cómo ejecutaría una medida de muy difícil aplicación).
Por cierto, esto no sólo lo defiende Iglesias. Su socio, Alberto Garzón denunciaba hace unos meses en su blog las nuevas formas que el capitalismo ha adoptado en los últimos años, entre otras, "desindustrialización general de las economías occidentales, con deslocalizaciones hacia países con mano de obra más barata". Es un tema clásico de la extrema izquierda occidental. Si una empresa decide abrir una planta en tu país todo son parabienes; si veinte años después decide cambiar la sede, es parte de un complot capitalista.
Nunca hay una reflexión sobre qué puede llevar a una compañía a tomar una decisión tan costosa. Tampoco Trump, Iglesias o Garzón explican qué beneficios obtienen los consumidores de sus países que pueden comprar bienes más baratos gracias a la globalización. Por supuesto, no se dice nada sobre qué pasaría en esos otros países si sus planes de prohibir o dificultar los movimientos comerciales tuvieran éxito. Y se ignoran encima, como si no existieran, los nuevos empleos generados en otros sectores (normalmente de más valor añadido) y las nuevas oportunidades de negocio surgidas de este fenómeno. El mundo en blanco y negro, con buenos y malos, los matices son muy peligrosos para el populismo a ambos lados del Atlántico.
6 - "Plan de estímulo en infraestructuras con un coste de un billón de dólares a lo largo de los próximos diez años"
7- Deuda y déficit público: No comment
Quizás la propuesta estrella del plan de Trump. El magnate promete gastarse un billón de dólares en obras públicas. Y no le preocupa mucho cómo impactará eso en las cuentas públicas de su país. De hecho, en el documento del Contrato no aparecen la palabra "deuda" o "déficit". Cuadrar el presupuesto es secundario para el sucesor de Barack Obama.
¿Y Podemos? En el último programa no daban una cifra redonda como hace Trump, aunque sí proponían más gasto en todo tipo de obras públicas: "Proponemos una política económica centrada en la creación de empleo, en la atención de las necesidades sociales, y en promover infraestructuras públicas y políticas industriales que transformen realmente nuestra economía". Para encontrar una cifra concreta, tenemos que irnos a comienzos de 2015, cuando Pablo Iglesias presentó el borrador de programa económico que Juan Torres y Vicenç Navarro le prepararon. Entonces, el objetivo eran 100.000 millones de euros, en un mega Plan E de infraestructuras. El PIB español es unas 15 veces más bajos que el norteamericano, así que se puede decir que aquí son un poco más ambiciosos que Trump, aunque el planteamiento general es parecido, relanzar la economía con puentes, carreteras y AVE…
Eso sí, ni Trump ni Iglesias explican muy bien cómo lo pagarían. Podemos presentó una memoria económica, pero para cuadrarla necesitaba un incremento del PIB sostenido durante varios años a un nivel que España no logró ni en sus mejores años. Y el norteamericano se limita a decir que su propuesta será "neutra", algo poco creíble. Ninguno de los dos países puede permitirse disparar mucho la deuda pública. EEUU al menos tiene su propia moneda, que además es la divisa de reserva internacionalmente. Podemos no tiene ese recurso. Por eso, quizás, es por lo que en tantas ocasiones sus líderes han hablado de dejar el euro e, incluso, la UE. Eso no está en su programa. Quizás pensaron que daba miedo al electorado. Trump podrá pensar aquí que tiene más suerte: él no ha necesitado ocultar esa propuesta.