La IED o inversión extranjera directa, que mide la inversión productiva, es un parámetro económico relevante por diversos motivos: sirve como referencia del nivel de confianza en una economía, es un factor clave para la inversión productiva -aspecto relevante a su vez para incrementar el PIB potencial- y a nivel agregado puede resultar de utilidad para contrastar el proceso de globalización económica.
Habitualmente, se analiza la IED mediante los flujos de inversión en capital, deuda o en activo fijo, como un planta o maquinaria cuya financiación proviene del exterior. En este caso, me referiré al impacto que tienen en el empleo o en el PIB las filiales de empresas extranjeras, es decir, empresas controladas por multinacionales foráneas, a partir de datos de Eurostat o de la OCDE.
Con datos de 2013, las empresas extranjeras -que suponen el 0,5% del tejido empresarial- generan el 12% del empleo total y, aproximadamente, una quinta parte del PIB. Su peso, además, ha sido creciente durante los últimos años, ya que en 2008 suponían el 0,3%, el 9% y una octava parte, respectivamente.
A nivel europeo, se puede comprobar si existe más o menos integración económica. Mientras que entre 2010 y 2013 el PIB -valor añadido bruto- generado por empresas extranjeras se ha incrementado un 11%, el PIB nominal de la región lo ha hecho un 6%. Por otra parte, la facturación de las empresas de la UE en otros países se ha incrementado entre 2010 y 2012 un 15%, mientras que el PIB ha crecido en ese periodo un 5%.
Dado que crece más tanto la inversión en otros países de la UE (+9%) como en terceros países (+24%), puede afirmarse que los procesos de integración europea y de globalización, o al menos internacionalización de las empresas de la UE, efectivamente han tenido lugar.
Volviendo al caso español y por rama de actividad, la inversión se concentra en el comercio -venta mayorista y minorista de bienes de consumo para los hogares-, las manufacturas -industrias de la alimentación, química y vehículos de motor que son las piezas clave de las exportaciones- y los bienes de equipo -que es determinante para el crecimiento de la economía más en España, donde dicho stock de capital es reducido-, o los servicios profesionales -sobre todo ingeniería o arquitectura y empresas de estudios de mercado o agencias de publicidad-.
En el caso de las manufacturas, suponen más de una tercera parte del PIB que generan las empresas extranjeras, nivel muy superior al del peso de esta actividad en el total de la economía, lo que significa que el papel que juega la empresa foránea es fundamental. Por el contrario, en la construcción el peso de la inversión extranjera es menor, siendo sólo relevante en la actividad de las reformas del hogar.
Por último, en los servicios destacan las ramas del comercio y de la hostelería, que generan una parte importante del PIB y del empleo. En el primer caso, la importancia de las empresas extranjeras es clave, pero mucho menor en la hostelería.
En cuanto al país de origen, las empresas alemanas lideran el ranking por número de compañías, mientras que las francesas encabezan el ranking por peso en PIB y empleo. Al igual que en el conjunto de la UE, las empresas citadas, junto a las las estadounidenses, ocupan por lo general las primeras tres posiciones.
Su peso en la economía española es reducido
Sin embargo, pese al creciente peso de la inversión extranjera, su importancia en la economía española es menor si se compara con el de otros paíseseuropeos. Su peso en el número total de empresas es sólo del 0,5%, menos de la mitad que el promedio de la UE.
En cuanto al peso en el empleo, el nivel que alcanzan en la economía española es del 12%, cota muy inferior a la de los países del este de Europa o con una elevada apertura al exterior, como Irlanda (23%) o Reino Unido (19%).
Existen factores que explican esta mayor relevancia, como la cercanía geográfica -el empleo de las empresas alemanas domina en los países del este- o el idioma -en Irlanda cerca de un 70% del empleo lo crean filiales británicas y estadounidenses, mientras que en el Reino Unido una tercera parte proviene de empresas de EEUU-.
Por último, y medido en aportación al PIB, el peso en España también se sitúa en la parte baja de a tabla, con un 21%, sólo superior al del resto de economías del Mediterráneo -Francia, Italia, Grecia o Chipre-, aparte de Portugal, Finlandia y Bosnia.
Hay dos patrones que se cumplen en todos países: aunque son pocas, tienen un gran impacto sobre el empleo, ya que suelen ser filiales pertenecientes a empresas de gran tamaño; y su valor añadido es superior a su peso laboral, lo cual indica que son empresas muy productivas.
Impacto en la industria
Si se analiza en un ámbito global y no sólo europeo, con datos de la OCDE, el peso de la empresa extranjera en la industria manufacturera española -16%- se sitúa igualmente en la parte baja si se mide sobre el empleo.
Medido en base a la facturación -buena aproximación de la aportación al PIB-, la importancia de la inversión extranjera es del 30%, y en este caso sí se sitúa en la parte media, donde destaca la baja proporción en la economía nipona -apenas un 3%-.
Un aspecto clave es la inversión que genera el tejido industrial foráneo. En este caso, España vuelve a situarse en la parte baja, con un 26% del total de la industria manufacturera, y donde el peso en Japón es igualmente mínimo -apenas un 4%-.
En definitiva, el impacto de la inversión extranjera en la economía española, pese a crecer en los últimos años, sigue siendo relativamente bajo si se compara con otros países del entorno. Considerando elementos característicos de la economía española, como son su reducido stock de capital, el limitado peso de las grandes empresas o su baja productividad, una mayor actividad de multinacionales foráneas sería muy beneficioso para el crecimiento futuro.