Tras el sonoro fracaso que supuso la burbuja renovable en España, ahora le toca en turno a Alemania. Tal y como indica Luis I. Gómez en el blog DesdeElExilio, pese a que su política de energías verdes es una de las más citadas y alabadas a nivel internacional, los datos desmontan su pretendida eficiencia y, sobre todo, sus supuestas bondades para el clima global. Bastan cuatro gráficos para demostrarlo.
1. La firme apuesta del Estado germano por fomentar la energía verde casi ha logrado duplicar la generación eléctrica instalada, desde los 120 GigaVatios existentes en 2002 hasta rondar los 200 hoy.
2. Sin embargo, dicho incremento no se ha traducido en un mayor consumo energético. De hecho, el consumo de electricidad en Alemania apenas ha variado entre 2002 y 2014.
3. Los ecologistas y defensores de este tipo de fuentes alegan que tal discrepancia no tiene mucha importancia, puesto que, al fin y al acabo, la renovables han permitido que se reduzca la producción eléctrica procedente de medios convencionales (petróleo, gas, carbón…), principales causantes de las emisiones de CO2 a la atmósfera.
Sin embargo, la realidad es muy distinta: la potencia instalada procedente del carbón, el petróleo y el gas no ha disminuido durante este período, sino que incluso ha aumentado ligeramente. En concreto, la capacidad instalada de las centrales de carbón, gas y derivados del petróleo se aproxima hoy a los 80 GigaVatios frente a los 75 registrados en 2002, mientras que la solar y la eólica también alcanzan los 80 GigaVatios de capacidad (unos 40 cada una), con el consiguiente coste extra para el bolsillo del contribuyente.
4. El problema es que "el sol y el viento producen energía sin atenerse a la demanda y por ello no pueden sustituir a las centrales eléctricas convencionales. Por lo tanto, las plantas convencionales son absolutamente necesarias (Reserva sistémica), y su electricidad indispensable en la red cuando el sol no brilla y el viento no sopla", aclara el citado post.
Y, como consecuencia de todo ello, los alemanes, además, de pagar unos 20.000 millones de euros extra al año por mantener en pie el ineficiente sistema de energías verdes, las emisiones de CO2 tampoco han descendido.
Así, tal y como recuerda Plazeame en su blog, "como las centrales de generación convencional de reserva siguen trabajando, no se reducen las emisiones de CO2, que se mantienen en niveles similares desde 2009 [momento en el que Alemania puso en marcha su reforzada política de renovables], y no parece que vayan a disminuir considerablemente", incumpliendo así los objetivos fijados (columnas en rojo a la derecha del gráfico). Es decir, Alemania produce una energía mucho más cara sin tan siquiera lograr el pretendido objetivo de reducir las emisiones.