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Cuando a Reagan se le atragantó el déficit

La llegada al poder de Ronald Reagan había generado la esperanza de que el déficit público experimentase una reducción progresiva.  

La llegada al poder de Ronald Reagan había generado la esperanza de que el déficit público experimentase una reducción progresiva.  
Ronald Reagan | TV

El incumplimiento de los objetivos de déficit por parte del gobierno de Mariano Rajoy ha vuelto a poner de manifiesto que no siempre se cumple la máxima de que el control  presupuestario mejora con Ejecutivos de centro-derecha.

En los años de Aznar, el PP heredó un déficit que superaba el 6% del PIB pero logró llevar las cuentas públicas hacia un escenario de superávit fiscal. Entre 2012 y 2016, la Administración Rajoy ha reducido el déficit a la mitad, llevándolo de niveles superiores al 10% del PIB hasta tasas inferiores al 5% del PIB.

Pero este esfuerzo no ha logrado que se cumplan los objetivos pactados con Bruselas, con el agravante de que la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal ha advertido de la laxitud con la que el Ejecutivo ha abordado la tarea de controlar el déficit a lo largo de los dos últimos años.

La experiencia reaganita con el déficit

Algo similar ocurrió en Estados Unidos, en las décadas de 1980 y 1990. La llegada al poder de Ronald Reagan había generado la esperanza de que el déficit público experimentase una reducción progresiva, al calor de los postulados liberales compartidos por numerosos altos cargos de aquel gobierno. Sin embargo, el desempeño fiscal fue mucho más satisfactorio en lo tocante al rediseño y la rebaja de los impuestos que en lo relativo a la reconfiguración y reducción del gasto publico.

Si nos fijamos en la evolución del gasto federal de Estados Unidos entre los años 1981 y 1988, nos encontramos con que se movió en el entorno del 22,5% del PIB. Sin embargo, la acumulación de déficits resultó en que el endeudamiento del gobierno estadounidense saltó del 26% al 41% del PIB a lo largo de su mandato.

A nadie escapa que los años de gobierno de Reagan fueron un éxito en términos de creación de empleo (21 millones de nuevos puestos de trabajo), aumento del PIB (heredó una economía en recesión y la dejó en un ritmo de expansión superior al 4%) o reducción de la inflación (cayó del 10% al 4%). Sin embargo, el déficit público se le atragantó al carismático mandatario republicano, que no fue capaz de reducir el descuadre fiscal de manera significativa.

En 1982, tras los primeros presupuestos de la Era Reagan, el descuadre entre ingresos y gastos alcanzaba el 3,8% del PIB. Al final de su mandato, en 1989, el déficit se había reducido hasta el 2,7% del PIB. Una reducción poco significativa en comparación con las expectativas.

El aumento del gasto en defensa, que Reagan justificó por la necesidad de poner fin a la Guerra Fría, explica que la reducción del déficit no fuese mayor. Además, la Casa Blanca no llegó a ponerse de acuerdo con el Congreso y el Senado para coordinar grandes ajustes estructurales en los programas de “gasto social”, lo que complicó más aún el ajuste. Por último, las medidas tomadas para combatir la crisis bancaria de finales de la década de 1980 también aumentaron el gasto público y el endeudamiento.

Clinton sí lo logró

Tanto George Bush (padre) como Bill Clinton se comprometieron con la reducción del endeudamiento público con un ahínco superior al que mostró Reagan. El plan de Clinton fue el más ambicioso: en 1993 planteó la congelación del gasto público durante cinco años.

Aconsejado por el gobernador de la Reserva Federal, Alan Greenspan, y por su Secretario del Tesoro, Robert Rubin, Clinton introdujo también un paquete de ajuste orientado a aumentar los ingresos y reducir los gastos. En 1998, las reformas se habían traducido en el primer superávit fiscal desde 1969. Dos años después, en el 2000, el diferencial entre ingresos y gastos se movió hacia un terreno positivo equivalente al 2% del PIB.

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