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Carlos Rodríguez Braun

Contra la austeridad

Los enemigos de la austeridad privada real han dejado de apoyar a los enemigos de la austeridad pública imaginaria. Curiosa paradoja.

Los enemigos de la austeridad privada real han dejado de apoyar a los enemigos de la austeridad pública imaginaria. Curiosa paradoja.
Pablo Iglesias | Flickr: Podemos

Existe una vieja tradición de abajofirmantes en la izquierda, en tanto que estrategia política para transmitir la idea de que son muchos, son el pueblo, son mareas, etc. Siempre hay muchas siglas, y muchos profesores entre los firmantes, para colar el bulo de que si son profesores entonces son sabios y, sobre todo, no son peligrosos, dos graves errores. La afición por parecer el pueblo llano brinda ocasionalmente casos desopilantes, como cuando el Partido Comunista se disfrazó de y promovió nada menos que las asociaciones de vecinos durante la Transición.

Algo parecido acaba de suceder con Unidos Podemos, que ha conseguido que 177 economistas respalden sus delirantes propuestas. El objetivo era neutralizar las críticas recibidas por su falta de rigor. Mediante el manifiesto de estos 177 se propagaba una cierta noción de solvencia profesional, y además de apoyo mayoritario: 177 economistas no son dos o tres. Son, de hecho, 177.

La incómoda circunstancia de que puede perfectamente haber 177 profesores que se equivoquen no fue, por supuesto, subrayada. Pero, además, se da la bonita coincidencia de que posiblemente hayan acertado, paradójicamente.

Veamos. Los abajofirmantes económicos de la coalición populista/comunista eran profesores como Piketty, V. Navarro, Marina Subirats, James Galbraith y otros; su mensaje era: "La austeridad fiscal y la devaluación salarial nos han conducido a una década perdida", una afirmación dudosa porque las economías española y europea han conseguido lentamente salir de la recesión y aumentar el empleo. Pero nada arredra a estos entusiastas, que mientras aluden a millones de personas en condiciones de "exclusión social" reclaman más gasto público, más déficit, más deuda, es decir, todavía más impuestos, en la absurda creencia de que eso sí va beneficiar a los pobres y no va a excluir a nadie. Naturalmente, se oponen a lo que realmente beneficia a la mayoría, como los mercados abiertos y el libre comercio.

Hasta ahí, todo normal, empezando por el dislate de denunciar que en España y Europa se ha reducido de manera radical el gasto público, que es lo contrario de lo que ha sucedido.

Sin embargo, como decía, en algo importante sí tienen razón estos economistas y el grueso del pensamiento único que despotrica contra la austeridad. Y es que la población, efectivamente, está hasta las narices de la austeridad, de la austeridad que realmente existió, que no es el recorte profundo del gasto público sino del gasto privado. Esa austeridad, es decir, la subida de impuestos sobre la mayoría del pueblo, sí que ha provocado reacciones contrarias. Una de esas reacciones ha sido, posiblemente, dejar de votar a Podemos. Es decir, los enemigos de la austeridad privada real han dejado de apoyar a los enemigos de la austeridad pública imaginaria. Curiosa paradoja.

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