Venezuela vive una situación límite. El desabastecimiento y la hiperinflación han provocado sucesos escalofriantes en el país que son fiel reflejo de la desesperación humana. Las imágenes de los saqueos en las tiendas, de los venezolanos haciendo cola durante horas a las puertas de los comercios o de familias buscado comida en la basura han dado la vuelta al mundo.
"En las últimas dos semanas, más de 50 disturbios, protestas y saqueos en masa han estallado en todo el país. Al menos cinco personas han muerto", reza un artículo de Nicholas Casey, el responsable del New York Times en Venezuela.
Para evitar los saqueos, el gobierno de Nicolás Maduro ha puesto vigilancia armada en los camiones de reparto de alimentos. La policía dispara balas de goma a las personas que intentan asaltar tiendas de comestibles, farmacias o carnicerías. "Una niña de 4 años murió de un disparo en una pelea entre bandas por comida", cuenta el periódico estadounidense.
"Esta es precisamente la Venezuela sus líderes se comprometieron a evitar. El país con las mayores reservas de petróleo del mundo, donde no hay suficiente comida", reflexiona el periodista.
El colapso económico de los últimos años ha dejado al país incapaz de producir alimentos por sí solo o importar lo que necesita desde el extranjero. "Un asombroso 87% de los venezolanos dicen que no tienen dinero para comprar alimentos", revela el último estudio de la Universidad Simón Bolívar. Y es que un ciudadano del país bolivariano destina 72% de su salario a alimentos y necesita trabajar 16 meses para comprar los 58 productos de la cesta básica.
"La dieta de Maduro"
Entre ellos se encuentran Leidy Córdova, de 37 años, y sus cinco hijos. Es jueves por la noche, pero la familia no ha comido desde el mediodía del día anterior, cuando la madre hizo una sopa con piel de pollo y la grasa que había encontrado a buen precio en la carnicería. "Mis hijos me dicen que tienen hambre", dice Córdova.
Cada familia tiene su historia. Lucila Fonseca, de 69 años, tiene cáncer linfático y su hija, Vanessa Furtado, de 45, tiene un tumor cerebral. A pesar de estar enferma también, Furtado renuncia a la poca comida que tiene en muchos días para que su madre no se salte las comidas. "Yo solía ser muy gorda, pero ya no", dice la hija. "Nos estamos muriendo a medida que vivimos". Su madre añade: "Ahora estamos viviendo en la dieta de Maduro: no hay comida, no hay nada".
La respuesta de Maduro a la crisis económica de sus país ha sido reforzar su control sobre el suministro de alimentos. "En otras palabras, consigues comida si eres mi amigo, si eres mi simpatizante", aseguró Roberto Briceño-León, el director del Observatorio Venezolano de Violencia, una asociación que lucha por los derechos humanos.
Gabriel Márquez, de 24 años, recuerda una época en la que durante el Carnaval, los vecinos se lanzaban huevos unos a otros para pasar un buen rato. "Ahora, un huevo es como si fuera de oro", cuenta.
Robert Astudillo, un padre de 23 años, todavía tiene harina de maíz para hacer arepas, un elemento básico de Venezuela, pero sus hijos no han comido carne en meses. En la nevera de Araselis Rodríguez y Néstor Daniel Reina, padres de cuatro niños pequeños, no hay ni siquiera harina, sólo unos limones y algunas botellas de agua. La familia había comido pan para el desayuno y sopa de pescado en el almuerzo. No tienen nada para la cena.
Mientras el NYT recoge uno de los testimonios, tres camiones con las fotos de Chávez y Maduro llevan alimentos a alguna parte.