La exrepública soviética de Georgia ocupaba en 2002 el puesto 112 en el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage y el Wall Street Journal. Apenas una década después, este pequeño país se había colado en el octavo puesto de dicho ranking. Se trata del salto más espectacular registrado en la historia de este prestigioso estudio, ya que ningún país ha conseguido avanzar tantos puestos en tan poco tiempo.
Libre Mercado ha conversado con el responsable de estas reformas, el exprimer ministro, Nika Gilauri. Este tecnócrata fue elegido por el presidente Mijaíl Saakashvili como hombre clave para reformar un Estado anquilosado y marcado por la pretensión comunista de regular e intervenir todo tipo de actividad económica.
El PIB per cápita de Georgia se multiplicó por cuatro durante la década liberal de Gilauri: pasó de 950 a 3.600 dólares (ajustados a la inflación). En paralelo, la facilidad para hacer negocios se disparó, pasando de ser uno de los diez países que más difícil se lo ponía a los empresarios a ser uno de los diez que menos trabas les imponía.
En el plano fiscal, la deuda bajó del 60% al 40% del PIB y los déficits pasaron a la historia. La recaudación creció del 7,1% al 24,1% del PIB pero este salto no se dio por un aumento del esfuerzo tributario, sino por el efecto lafferiano que ha tenido una reordenación del código impositivo que ha eliminado 15 figuras recaudatorias y ha simplificado las 6 restantes para que las leyes que las regulan no ocupen más de cuatro folios.
La energía era otro ámbito en el que había mucho trabajo por hacer. Gilauri apostó por la inversión privada y logró que el acceso a electricidad saltase del 30% al 100% de la población. También hubo avances en el turismo: el número medio de visitantes pasó de 350.000 a 5 millones de personas por año. Otro éxito digno de mención es el aumento de la inversión extranjera directa, que saltó del 0,5% al 10% del PIB durante el periodo de Gilauri.
Corrupción
Pero quizá el mayor logro de su gobierno fue acabar con la corrupción rampante que tanto perjudicaba el progreso de Georgia. Lo primero que hizo su gobierno fue imponer penas criminales para la corrupción que fueron de la mano de incentivos salariales para los funcionarios que denunciaban malas prácticas.
Además, Gilardi llegó al extremo de crear empresas fantasma desde una oficina secreta de la policía con las que ponía a prueba a las autoridades de aduanas, impuestos o permisos industriales. ¿El resultado? Georgia pasó del puesto 124 al 51 en el Índice de Transparencia Internacional.
Gilardi reconoce que la UE criticó algunas de estas reformas, pero se muestra confiado a la hora de defender su efectividad. "Hay que ser contundente contra la corrupción y para eso hay que reducir la discrecionalidad del Estado y jugar con el palo y la zanahoria para castigar al corrupto y premiar al honesto", señala.
El grueso de las reformas sigue en pie
Si a esto le sumamos las privatizaciones masivas, la reducción de empleados públicos y la apertura de la educación o la sanidad al sector privado, parece claro que Gilaurdi ha sido uno de los políticos liberales más interesantes de la última década.
Lamentablemente, algunos de sus avances han sido replegados en los últimos años, con la llegada al poder de un multimillonario pro-ruso. Sin embargo, Georgia aún mantiene el puesto 23 en el Índice de Libertad Económica, claramente por delante de España, que se queda en el 43.