"España obtiene peores resultados educativos [medidos esto según las notas de PISA] que otros países con un gasto similar". Ésta es una de las principales conclusiones del informe "Las cuentas de la educación en España", que la Fundación BBVA y el IVIE han presentado este martes en Madrid.
No es el único dato llamativo: el gasto público en educación en nuestro país está ahora por encima de los niveles del año 2000. Y eso a pesar de que es cierto que ha habido recortes desde que comenzó la crisis en 2008-09. El sector público, también aquí, disparó el gasto en los años de la burbuja y aplicó la tijera cuando llegaron las dificultades presupuestarias.
- ¿Cuánto gastamos?: En 2014, último año con cifras, los españoles nos gastamos un total de 69.461 millones en educación. Aquí entra todo, desde los presupuestos del Ministerio del ramo al gasto de las familias en actividades complementarias, pasando por lo que las empresas destinan a la formación de sus empleados.
Lo llamativo es cómo han evolucionado las diferentes partidas. Mientras que el gasto privado ha ido creciendo de forma casi constante, con un repunte en los últimos años para compensar la reducción de las administraciones (por ejemplo, en las tasas universitarias); el gasto público tuvo un incremento enorme en los años de bonanza (de 2000 a 2007), luego se estabilizó y finalmente se ha desplomado desde 2009.
Si desagregamos por capítulos, vemos que en el gasto público en el sistema educativo (es decir, sin contar lo que se destina a la formación a trabajadores o parados), la evolución ha sido similar, pasando de 25.752 millones de euros en el año 2000 a casi 33.983 millones en el 2009 y 29.521 millones en 2013 (todas estas cifras en euros de 2013).
Y lo mismo puede decirse del coste por alumno. Si tomamos el año 2000 como base 100, el gasto por estudiante en las diferentes etapas del sistema ha pasado de 100 a 105,2, tras pasar por un pico de 123,2 en el año 2009. La educación universitaria ha sido la más beneficiada (con un incremento del 40% en el gasto por alumno) y la infantil-primaria la más perjudicada (con una caída del 10%) entre 2000 y 2013.
- La hucha de la educación: los autores del informe creen que no es bueno que el gasto público en educación sea tan dependiente de la evolución presupuestaria. Por eso proponen "dotar de estabilidad" a esta partida. ¿Cómo? Pues su propuesta es crear un "fondo de reserva" similar al que ya existe para las pensiones (la famosa "hucha de la Seguridad Social). La idea sería ahorrar en los años de bonanza y así poder hacer frente a las restricciones presupuestarias cuando lleguen las vacas flacas. La pregunta en este caso sería si los políticos realmente serían capaces de pensar en el medio plazo y refrenar su instinto a tirar de chequera cuando vean las arcas llenas.
- Los alumnos: lo cierto es que los saltos hacia arriba y hacia abajo del gasto educativo público no tienen demasiado sentido. Por ejemplo, entre 2000 y 2007, el número total de alumnos en el conjunto del sistema (desde infantil a la universidad) se mantuvo prácticamente constante: 8,5 millones en el año 2000 y 8,6 millones en 2008. De hecho, si no cayó fue porque se la educación infantil (hasta los 6 años) experimentó un importante crecimiento: de 1,1 a 1,6 millones de alumnos. Mientras tanto, caía el número de los matriculados en bachillerato, formación profesional y universidad.
La razón hay que buscarla tanto en cuestiones demográficas (el número de nacimientos se ha desplomado desde comienzos de los años 80, por lo que no hay relevo en las aulas) y en la propia dinámica de la economía española. En los años del boom del ladrillo, cientos de miles de jóvenes dejaron los estudios para integrarse en un mercado laboral que ofrecía numerosas oportunidades.
Desde 2007, la tendencia ha cambiado y ahora hay casi 9,5 millones de alumnos, un millón más que hace ocho años. Sólo la universidad ha visto caer el número total de estudiantes. Mientras, tanto la educación infantil y la formación profesional han visto dispararse las cifras de alumnos. En este último caso, parece que la crisis también tiene mucho que ver. Jóvenes que hace unos años se habrían incorporado al mercado laboral ahora siguen estudiando ante la falta de perspectivas.
- Rigidez e incentivos: con todo estos datos encima de la mesa, lo que no tiene ningún sentido es cómo se ha movido el gasto público. De hecho, las cifras que hemos visto antes son una muestra más de la rigidez y los incentivos perversos que se manejan en la ejecución de los Presupuestos.
Así, durante la época de la burbuja, cuando no había más alumnos (de hecho, en algunas etapas lo que se producía era una salida neta de estudiantes) las administraciones dedicaban cada vez más recursos al sistema. Podría pensarse que era un buen momento para aprovechar una coyuntura económica positiva para mejorar los resultados. Sin embargo, dos aspectos cuestionan que éste fuera el objetivo. En primer lugar, como veremos en el siguiente epígrafe, las notas de los alumnos españoles en PISA no mejoraron a lo largo de estos años. Es decir, que gastábamos más sin mejorar la eficiencia de ese gasto.
Pero además, es significativo quiénes fueron los más beneficiados del incremento en los presupuestos en estos años de bonanza. Como decíamos en el epígrafe dedicado a los alumnos, desde el año 2000 al 2013, la educación infantil y primaria ha visto un enorme incremento en el número de estudiantes de forma constante. Sin embargo, la subida en el presupuesto destinado a esta etapa entre 2000 y 2007 fue inferior a la que tuvieron tanto la educación secundaria como la universitaria. Esto ha provocado que el gasto por alumno en educación infantil y primaria se haya desplomado desde el año 2000 mientras crece en la educación secundaria y universitaria.
Al contrario, las familias españolas han incrementando de forma constante su gasto en todas las etapas del sistema educativo, tanto durante los años del boom económico como durante la crisis. Entre otras cosas porque son conscientes de que precisamente estos años con más complicaciones económicas pueden ser los más útiles para invertir en formación.
- ¿Gastamos poco?: ésta es otra queja recurrente. El problema en España sería que gastamos poco en educación en relación a nuestros vecinos. Así, normalmente se utiliza la ratio de gasto en función del PIB, tal y como aparece en el siguiente gráfico. España dedica el 4,4% de su PIB a esta cuestión, frente al 5,4% de media de la UE.
Eso sí, tal y como explica el informe "cuando se considera el gasto por estudiante y se relativiza en función del PIB por habitante (es decir, se mide el esfuerzo como la parte de la renta media de una persona que se dedica a formar un alumno) el esfuerzo del gasto en educación español se sitúa alrededor de la media europea". Vamos, que dado nuestro nivel de riqueza nos gastamos más o menos lo que nos toca.
- ¿Gastamos bien?: ésta es la pregunta clave. El siguiente gráfico muestra los resultados de los países que se examinaron en la última edición de PISA en relación a su gasto acumulado por alumno entre los 6 y los 15 años (la edad en la que se les hace el examen de PISA).
Como puede verse, la importancia del gasto en los resultados es muy relativa. Hasta un determinado nivel mínimo que todos los países avanzados cumplen (unos 50.000 dólares entre los 6 y los 15 años) sí es importante incrementar el gasto por alumno. Pero una vez que se superada esta barrera, los resultados no tienen una relación directa con el gasto. España, por ejemplo, está más o menos en la media en gasto por estudiante dentro del club de los países ricos. Sin embargo, nuestros resultados son sensiblemente peores que los de Francia, Canadá, Alemania, Finlandia o Singapur, todos ellos países que gastan por alumno más o menos lo mismo que nosotros.
- ¿Público o privado?: la siguiente pregunta tiene que ver con cómo gastan los centros en función de su titularidad. Como vemos en el siguiente gráfico, la evolución entre el gasto por alumno en los colegios y universidades públicos y privados ha sido muy diferente desde el año 2000. La enseñanza pública gastaba más por alumno en los niveles pre-universitarios antes de la llegada de la crisis, pero las cifras se han acercado bastante desde 2008. Por cierto, que la diferencia a favor de los alumnos de los centros públicos en los años pre-crisis no se traducía en una diferencia en mejores resultados, ni siquiera teniendo en cuenta las diferencias socio-económicas entre los alumnos.
- Recomendaciones: los autores del informe han dejado una serie de recomendaciones. Las siguientes son las más destacadas.
- Concentrar esfuerzos financieros en promover el acceso a la educación infantil y fortalecer la educación primaria
- Incrementar los recursos de apoyo a los alumnos con mayores dificultades
- Implicar a los centros en políticas orientadas a resultados, ofreciéndoles margen de gestión, incentivos y reconocimiento profesional para actuar en la consecución de objetivos
- Dotar de estabilidad al gasto público educativo