Tras confirmarse que el Gobierno de Rajoy ha incumplido todos los años sus compromisos de reducción de déficit público y disparado la deuda hasta el 100% del PIB, bien se le podría recordar ahora aquellas palabras que pronunciara la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, a comienzos de la pasada legislatura: "No se puede gastar más de lo que se ingresa, y sobre el que gaste más caerá el peso de la ley, porque la primera obligación de un responsable político es saber gestionar con lo que tiene y no comprometer el futuro con lo que no tiene".
Pero al irreconocible Gobierno del PP, principal responsable de que la Ley de Estabilidad Presupuestaria haya quedado en papel mojado, no le ha caído el peso de la ley, ni siquiera se le ha caído la cara de vergüenza. Por el contrario, sigue presumiendo de una austeridad y una reducción del déficit que constituye una de sus más clamorosas mentiras, paradójicamente reforzada por una oposición de izquierda todavía más manirrota.
Lo cierto, sin embargo, es que Rajoy llegó a La Moncloa con el compromiso de reducir el agujero de las Administraciones hasta el 4,4% en 2012, hasta el 3% en 2013, hasta el 2,2% en 2014 y hasta el 1,1% en 2015. Pero el déficit público no ha bajó ninguno de esos años por debajo del 5%, y ha superado incluso los topes más laxos que Rajoy renegoció con Bruselas, ya una vez en el Gobierno, con la excusa del desfase producido en 2011, que, para colmo, había tenido su origen en unas Administraciones autonómicas mayoritariamente en manos del PP.
Lejos de equilibrar las cuentas por la exclusiva vía de la reducción del gasto y el desmantelamiento de buena parte del sobredimensionado sector público, el Gobierno de Rajoy optó por una mayor presión fiscal y un incremento del endeudamiento.
El resultado ha sido que, lejos de reducir la deuda pública, el Gobierno del PP la ha disparado como nunca antes, y si la prima de riesgo no se ha disparado, como de hecho se disparó tras los primeros incumplimientos del PP, se ha debido a la decisión del BCE de monetizar deuda y salir en auxilio de los Gobiernos manirrotos.
En cualquier caso, la condescendencia de nuestros socios y del BCE tiene sus límites, y el Gobierno tendrá que aplicar ajustes extras en 2016. Es muy dudoso que España lo logre tanto si la política económica sigue como hasta ahora, no digamos ya si depende de un acuerdo entre el PSOE y Podemos.