Los autónomos británicos y griegos son la cara y la cruz de la moneda en materia de fiscalidad europea. Y es que un emprendedor con una remuneración de 25 euros por hora facturada soporta un esfuerzo fiscal efectivo del 13% en Gran Bretaña, frente al 42% observado en el caso heleno.
El cálculo, elaborado por el empresario Jan Grieveson, asume que ambos autónomos trabajan 47 semanas al año y 40 horas a la semana. Esto se traduce en 1.880 horas laborales, a las que habría que restar un 35% de tiempo improductivo (658 horas) hasta llegar a una cifra final de 1.222 horas de trabajo facturado. Al precio de 25 euros por cada hora de actividad, el ingreso anual llegaría en ambos casos 30.550 euros.
IVA exento por debajo de los 112.000 euros
Hasta aquí todo va igual. El primer cambio llega en el IVA: en Grecia supone el 23%, lo que se traduce en 5.712 euros menos, mientras que en Reino Unido no se exige el pago de este gravamen si se factura menos de 112.000 euros anuales (83.000 libras esterlinas).
Pero hay más. En el caso griego, el autónomo paga una cuota de 400 euros al mes mientras que en Gran Bretaña se tributa un 9% por rentas de más de 11.000 y menos de 58.000 euros (8.000 a 42.000 libras esterlinas). En paralelo, el autónomo heleno perdería el 22% del ingreso restante en concepto de IRPF, mientras que en Gran Bretaña abonaría el 9% a partir del mínimo exento de 14.000 euros (11.000 libras esterlinas).
Al final del año, el autónomo griego se quedaría con 8.480 euros mientras que el británico retendría 17.303 euros. En ingresos efectivos por hora, el primero se anotaría 4,5 euros por cada 60 minutos de trabajo y el segundo cobraría 9,2 euros por el mismo esfuerzo. Mes a mes, el sueldo del autónomo griego apenas rebasaría los 700 euros mientras que el del segundo se colocaría cerca de los 1.450 euros.
