Tras casi ocho meses de parálisis política y económica, el Parlamento de Grecia acaba de aprobar el tercer programa de rescate internacional, cuya aceptación implica el cumplimiento de estrictas condiciones económicas y fiscales a lo largo de los próximos años. Syriza, la izquierda radical griega en la que se refleja Podemos, llegó al poder el pasado enero blandiendo un discurso cargado de demagogia política, utopía comunista y un deleznable populismo antieuropeo que, entre otras muchas soflamas, prometía sacar a los griegos de su profunda crisis y abandonar las impopulares medidas de austeridad y reformas que, como es lógico, implica todo rescate.
Hoy, el discurso de Alexis Tsipras no sólo es humo, sino que se ha convertido en una auténtica pesadilla para los griegos. En primer lugar, cabe destacar el rotundo fracaso político que ha cosechado el primer ministro griego. Así, lejos de abandonar los rescates y lograr una nueva quita sobre la deuda, la triste realidad es que Atenas acaba de firmar su tercer programa de ayuda, con una cuantía próxima a 90.000 millones de euros y una duración de, al menos, tres años, cuyas condiciones son, si cabe, mucho más duras que los planes anteriores. Tsipras ha cruzado todas y cada una de las líneas rojas a las que se había comprometido con sus electores, ya que el Gobierno griego tendrá que aplicar drásticos recortes de gasto, reducir las pensiones, subir los impuestos, liberalizar su economía y vender activos públicos, cediendo así, una vez más, su soberanía económica y presupuestaria a la troika. Si Syriza no quería rescate, acaba de obtener dos tazas.
Lo trágico, sin embargo, es que la desastrosa y fallida estrategia liderada por Tsipras se ha traducido en una brutal caída de la economía helena, justo en el momento en el que los griegos empezaban a levantar cabeza. Según las últimas previsiones elaboradas por las autoridades comunitarias, el PIB de Grecia se contraerá, como mínimo, un 2,3% este año y otro 1,3% el próximo, frente al crecimiento del 3% que avanzaban los analistas antes de la llegada de Syriza al poder. Así pues, la tasa de paro, la más alta de toda Europa, volverá a subir, mientras que el déficit y la deuda crecerán nuevamente con fuerza. Pese a ello, lo peor de todo es que, bajo el mandato de la izquierda radical, la desconfianza de los griegos ha regresado a máximos históricos, tras un traumático corralito cuyos negativos efectos son aún imprevisibles.
Tsipras ha estado a punto de provocar la salida del euro de Grecia, con el consiguiente caos económico y social que ello supondría, y, aunque por el momento se ha evitado el peor de los escenarios, aún es pronto para descartar por completo ese fatídico final. La aprobación del tercer rescate ha intensificado el cisma interno que existe en Syriza, hasta el punto de poner en riesgo la estabilidad parlamentaria del actual Gobierno. Como consecuencia, Tsipras se someterá a una crucial moción de confianza a finales de agosto, de cuyo resultado dependerá no sólo su continuidad en el cargo, sino la celebración o no de unas nuevas elecciones generales antes de que acabe el año. Este nuevo contexto de inestabilidad política agrava aún más la crítica situación de crisis e incertidumbre que sufre el pueblo griego. Las promesas utópicas de la izquierda radical pueden cautivar ingenuamente a muchos votantes, tal y como ha sucedido en Grecia y en otros mucho países anteriormente, pero el resultado de sus políticas siempre es idéntico: pobreza, miseria y caos a nivel económico, político y social.