¿Se imaginan a una empresa que destruyese su producto más exitoso y rentable? Resulta poco probable, por ejemplo, que Apple decidiese de pronto dejar de fabricar y comercializar sus iPhone. Quién sí parece dispuesto a degollar a su propia gallina de los huevos de oro es la ciudad de Barcelona, que se diría que ha iniciado una cruzada contra el turismo que no sólo se desarrolla en el plano institucional, sino que ha llegado a las calles y que ya está ocupando las páginas de la prensa internacional.
Lo primero en captar la atención de los medios de comunicación más influyentes ha sido, por supuesto, la actitud de la propia Ada Colau: "La alcaldesa de Barcelona a los turistas: marchaos", era el contundente titular con el que Bloomberg –una de las fuentes más importantes del mundo de información económica- encabezaba un reportaje en el que se hacía eco, ya a principios del pasado mes de junio, del giro de tuerca que el nuevo consistorio ha supuesto para las ya tensas relaciones entre los turistas y parte de los barceloneses.
Bloomberg se hace eco también de la moratoria turística que ha decretado Colau y destaca, sin embargo, como los expertos señalan que desde el ayuntamiento se podrían tomar medidas que redujesen el impacto negativo del turismo sin hacer aparecer la ciudad como hostil a los visitantes.
"Adiós Barcelona"
No parece ese el camino que esté tomando la situación: menos de dos meses después Quartz, un periódico digital también centrado en la economía y cuya influencia se compara a la del Wall Street Journal, publica también un reportaje en el que habla de batalla de los barceloneses contra "un aluvión de turistas odiosos y borrachos".
El reportaje, cuyo antetítulo es "Bye bye Barcelona" –adiós Barcelona- habla de el "encanto marino" de Barcelona capaz de tentar "al turista más perspicaz", pero sin embargo "cada vez es más difícil ignorar las pintadas invitando a los visitantes a marcharse", dice recogiendo varios ejemplos de estas pintadas publicas por turistas evidentemente disgustados.
De hecho, es relativamente sencillo encontrar estas imágenes en redes sociales: "Tourist go home" es el lema que se repite en las escaleras junto al Parque Güell, en una pancarta en una azotea, en la puerta de un vagón de metro o en una pared del barrio de Gràcia. La frase "BCN is not a theme park" –Barcelona no es un parque temático- completa en ocasiones la pintada.
Una de ellas, escrita sobre un plano de transporte, riza el rizo de lo antieconómico ya que no sólo pide la expulsión de los turistas sino que da la bienvenida a los refugiados: "Tourist go home, refugees you are welcome", escribe en un deficiente inglés. En ocasiones los turistas deciden tomárselo con humor y se fotografían junto a ellas.
Según Quartz, la tensión "se ha agravado" con la irrupción de servicios en línea como Airbnb, que facilitan el alquiler de vivienda particulares a turistas, una práctica que está teniendo una fuerte contestación entre vecinos y, sobre todo, los alojamientos más convencionales como hoteles, hostales o albergues.
Ambos reportajes citan también al documental Bye bye Barcelona, que puede verse en YouTube, y que ya en 2014 exploraba estas complejas relaciones entre el turismo y una Barcelona que parece temer convertirse en la nueva Venecia: una ciudad que ha sufrido una fuerte pérdida de población en el último medio siglo mientras el turismo crecía sin parar.
Cabe preguntarse, eso sí, si el decaimiento de Venecia se debe sólo al turismo o si a que la ciudad en el agua puede que no sea el lugar más cómodo para vivir. Y también habría que reflexionar sobre si Barcelona puede permitirse prescindir de la riqueza y los miles de empleos que el sector turístico le proporcionan.