"Acuerdo unánime". Con estas palabras anunciaba a través de Twitter Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, poco antes de las nueve de la mañana del lunes, a escasos minutos de la apertura de los mercados, que Grecia y sus socios habían alcanzado, por fin, un pacto sobre el tercer rescate al país heleno.
No ha sido fácil. Los líderes europeos han tenido que pasar una larguísima noche en vela. Pero al final, el euro se mantiene unido y Grecia acometerá (¿por fin?) las reformas que le exigían sus acreedores desde hace años. La impresión, a primera hora de la mañana, era que Alexis Tsipras ha cedido en prácticamente todos los puntos. El mismo político que rompió la baraja hace dos semanas, convocó un referéndum y ha usado a su pueblo como rehén en las negociaciones durante estos meses, al final, ante el abismo de la salida del euro y la quiebra del Estado y el sistema financiero, ha pasado por el aro.
Las claves del acuerdo ya se han publicado. Es un documento de siete páginas, que no deja casi ningún fleco. Todo está medido, cada palabra y cada medida. En lo que toca a los acreedores (UE, BCE y FMI: se mantiene la troika), se comprometen a facilitar los fondos para financiar al Estado griego los próximos tres años. No saldrá barato. Hablamos de una cantidad cercana a los 86.000 millones de euros. Esto implicará una reestructuración de la deuda pública de Grecia, pero no habrá quitas. Tampoco en esto ha dado su brazo a torcer la UE. De hecho, ha incluido una frase negando de forma explícita esta posibilidad. Se admite que para hacer sostenible la carga de la deuda podrá haber cambios en los plazos o las condiciones; pero perdonar, no se perdona ni un euro.
Eso sí, como compensación, se mantiene la promesa de los 35.000 millones en inversiones públicas para ayudar a relanzar la moribunda economía helena (ésta ha sido una de las pocas alegrías que se ha podido llevar Tsipras de la noche).
A cambio, el Gobierno griego se compromete a aprobar reformas sustanciales: subida del IVA, reforma profunda en el sistema de pensiones, mercado laboral (con cambios en negociación colectiva y en condiciones de despido), liberalizaciones de sectores intervenidos (incluidos temas de horarios comerciales), reforma financiera que incluirá recapitalización de los bancos griegos con hasta 25.000 millones de euros... Las cláusulas del acuerdo supondrán, si se ponen en marcha, un cambio de 180º en la economía helena.
También se creará un fondo con activos del Estado destinado a su privatización por valor de unos 50.000 millones de euros. El dinero que se saque irá destinado en parte al saneamiento del sector financiero y en parte a la reducción de la deuda. En esta cuestión, Tsipras ha conseguido la única (y mínima) concesión por parte de sus socios. Alemania quería que el fondo estuviera en Luxemburgo y tener un control total sobre el proceso. Al final, se gestionará desde Atenas. Eso sí, la UE ejercerá una supervisión continua sobre todo el proceso para asegurarse de que se cumplen las condiciones pactadas.
El calendario
El acuerdo no termina aquí. Lo importante en esta ocasión no son sólo los puntos firmados, sino el calendario de cumplimiento y las disposiciones que garanticen que todo transcurre según lo previsto. Si hay una palabra que ha marcado esta cumbre es "confianza" (o desconfianza, según se mire). En todos los documentos de trabajo que se han puesto sobre la mesa, los socios europeos han repetido una y otra vez que lo prioritario era recuperar la "confianza" en Grecia y en su Gobierno. Porque la han perdido. No es que tuvieran mucha antes de la llegada de Tsipras al poder, pero en los últimos seis meses ésta se ha desintegrado.
Por eso, ahora el control será estricto. No se fían de la palabra del Gobierno griego. Está muy bien que firme el documento, pero quieren más, quieren pruebas. Para empezar, tendrá que aprobar varias de las reformas exigidas de forma inmediata. Esta misma semana el Parlamento griego tiene que dar su OK a algunos de los puntos clave del acuerdo. Para el día 15 (el miércoles) tiene que estar aprobado el documento pactado entre la UE y Tsipras. Además, el Congreso heleno tiene que sacar adelante al menos cuatro leyes: 1. racionalizar el IVA y ampliar la base del impuesto; 2. reforma del sistema de pensiones que garantice su sostenibilidad a largo plazo; 3. un reglamento que garantice la independencia del instituto de estadística; 4. implementación de las cláusulas del Tratado de Estabilidad y establecimiento de un Consejo Fiscal. Antes del día 22, además, tendrá que aprobar dos nuevas leyes: una para agilizar los procedimientos judiciales civiles y otra para transponer la directiva de la UE respecto al sistema bancario.
Para que no haya dudas, los líderes de la UE han dejado claro que "estos compromisos previos son los requisitos mínimos para comenzar las negociaciones" que conducirán al nuevo rescate. No es que haya dudas de que si el Parlamento griego aprueba las leyes se alcanzará el pacto. Pero la declaración de intenciones es clara: o se cumple con todo al 100% o no habrá un euro. No hay más negociaciones, es todo o nada.
Y esto no acaba aquí. A lo largo de estos tres años, la UE avisa de que ejercerá una vigilancia constante y cercana del cumplimiento de lo pactado. Si hay marcha atrás por parte de Atenas, se retirarán los fondos. El primer ministro estonio, Taavi Roivas, lo ha resumido a la perfección en twitter: "Europa ha decidido una hoja de ruta. Ahora todo depende de su implementación". Porque lo importante no es tanto lo pactado, como que se cumpla (esa "hoja de ruta").
Los parlamentos
Ahora llega el turno de los parlamentos nacionales. Como ya hemos apuntado, el griego tendrá que votar el acuerdo esta misma semana y comenzar a aprobar las leyes pactadas por Tsipras. Pero no sólo en Atenas se juega esta partida. Tras la convocatoria del referéndum, expiró el segundo plan de rescate. Esto quiere decir que varios parlamentos europeos tendrán que votar si aceptan o no el texto, entre ellos el alemán.
Ahora, cuando las delegaciones abandonan el campo de batalla, queda hacer recuento de ganadores y perdedores. Tsipras sale muy magullado de esta larga noche bruselense. Ante la prensa, en sus primeras declaraciones, ha querido ser optimista y ha asegurado que su Gobierno dio una "batalla dura" durante seis meses y "luchó hasta el final para un acuerdo que permitirá al país recuperarse. Afrontamos dilemas difíciles y tuvimos que hacer concesiones difíciles para evitar la aplicación de los planes de algunos círculos ultraconservadores europeos".
Pero da la sensación de que sólo con esta retórica ya no le valdrá. En su partido (incluso en su Gobierno) ya hay quien habla de elecciones anticipadas. Y en Bruselas se especula con que de las urnas salga un gobierno de tecnócratas que guste a las instituciones para implementar el plan. Para empezar, a Tsipras no le será nada sencillo vender el acuerdo en el Parlamento esta misma semana. El ala izquierda de Syriza está en pie de guerra.
Por ahora, lo único seguro es que a Tsipras le han visto el órdago que lanzó hace dos semanas, cuando se levantó de la mesa de negociaciones y convocó un referéndum... y lo ha perdido.