He visto repetidos tres viejos argumentos sobre Estados Unidos. El primero es que el intervencionismo salvó al capitalismo de la crisis de 1929. El segundo es que EEUU es un país severamente intoxicado por el liberalismo. Y el tercero es que estamos amenazados por unos siniestros liberales que van a destruir el Estado de Bienestar y, horror mayúsculo, nos van a retrotraer al siglo XIX, donde los ricos pagaban pocos impuestos.
La famosa salvación del capitalismo gracias a Roosevelt y el New Deal es una pura invención, porque lo que hizo Roosevelt fue aumentar mucho los impuestos, controles y regulaciones sobre los empresarios, y por supuesto jamás les preguntó si querían ser salvados. Esas medidas preservaron y fortalecieron a los Estados, no al capitalismo.
La evolución del Estado en EEUU prueba que el supuesto y arrasador liberalismo norteamericano es otro camelo. Es verdad que hay más instituciones de la sociedad civil que propician la libertad allí que en España, pero de ahí a diagnosticar el predominio de las ideas liberales en los medios de comunicación, como algunos pretenden, hay un gran trecho. Quizá deberían tomar nota de que el primer diario del país, el New York Times, es un medio políticamente correcto, digamos como El País y otros en España, y que allí escriben Krugman y Stiglitz (que también lo hacen en el diario español), que son célebres premios Nobel de Economía, y claramente antiliberales.
Lo del horror fiscal decimonónico revela a quién en realidad quieren castigar los progresistas. Pretenden asustarnos con el fantasma del siglo XIX, alegando que los ricos pagaban pocos impuestos. Y así era, en efecto, pero en el caso concreto del impuesto sobre la renta o el patrimonio los que no eran ricos no pagaban nada. De hecho el income tax empezó su andadura en EEUU hace cien años con una base muy pequeña, merced a la cual sólo pagaban los efectivamente acaudalados.
El siglo transcurrido ha llevado no sólo a que los ricos paguen mucho más, sino a que la parte del león de la imposición se descargue sobre la mayoría de la población, y no sobre los millonarios, sobre los que además no podría descargarse, sencillamente porque los Estados ya son tan grandes que no pueden financiarse expropiando sólo a los ricos. Y a pesar de todo se nos asegura que este es el Estado realmente bueno, el que cruje a los ciudadanos corrientes más que nunca en la historia.